Cadenas de valor, se necesitan

Durante décadas América Latina ha sido un subcontinente heterogéneo en cuanto a las economías y políticas de sus países en lo interno y hacia el resto del mundo, signado en determinados períodos por dictaduras que han ido desde el marxismo de Cuba hasta la derecha liberal más rancia de Augusto Pinochet en Chile, sin olvidar asimismo alternancia de partidos en algunas democracias en que se ha incursionado en la centro izquierda, centro derecha y sobre todo, con el común denominador del proteccionismo.
Con el paso de los años algo se ha aprendido en la región –lo que no se quiere decir que se haga–, por ejemplo, que el déficit fiscal no es de izquierda ni de derecha, sino que es una soga en el cuello de toda economía. También que pretender vivir de lo que tenemos adentro, cerrando importaciones para proteger la producción nacional, trae como consecuencia atraso y empeoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos, en lugar de desarrollo.
Pero, más allá del énfasis que se ponga en tal o cual línea económica, la realidad indica que un continente con grandes recursos naturales todavía sigue dependiendo en extremo de explotaciones extensivas, con escaso valor relativo, y ello es un condicionamiento en el ingreso de divisas y generación de trabajo de calidad.
Igualmente, estudios de organismos especializados dan cuenta de que actualmente comerciar en la región es más fácil y rápido, aunque el progreso ha sido desigual entre los países.
El índice que mide la facilitación del comercio de 21 países latinoamericanos, que en 2016 representaban el 95% del comercio regional de mercancías, ha vuelto a aumentar dos puntos respecto al promedio obtenido hace dos años, indica El Observador
Este índice, que otorga a América Latina un puntaje de 69%, se refiere a la “simplificación, estandarización y armonización de los procedimientos y los flujos de información asociados requeridos para pasar los productos del vendedor al comprador y para realizar pagos a fin de reducir el tiempo y el costo del comercio”. Así lo afirma el reporte Facilitación del comercio y la implementación del comercio sin papel en América Latina y el Caribe, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) al que refiere el matutino capitalino.
Indica el informe que estos avances se traducen en que comerciar con América Latina es más fácil y más rápido que intercambiar productos con África Subsahariana, Asia Meridional y Asia Central, en tren de comparaciones.
Pero, según el ranking Doing Business (Haciendo negocios) del Banco Mundial, las trabas en la región aún siguen siendo mayores que las de los países desarrollados de la OCDE. El informe, presentado en el marco de la XI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio, en Buenos Aires, afirma que los altos costos y los tiempos del comercio en la región se deben en gran medida a las carencias en infraestructura.
Si bien la Cepal recomienda una inversión en infraestructura del 6,2% del PBI para alcanzar las metas, entre 1990 y 2013 el gasto promedio en América Latina fue de apenas 2,2%, muy por debajo de la inversión del 8,5% de China o el 4,7% de India.
Más allá de las carencias en infraestructuras, el otro factor que aumenta los costos comerciales son las ineficiencias en los procedimientos administrativos. Según el informe, donde los países latinoamericanos más han avanzado en esta área es en las categorías Formalidades, Transparencia y Comercio, pero donde menos progreso ha habido es en la implementación de acuerdos institucionales y cooperación, comercio transfronterizo sin papel como el intercambio electrónico de certificados de origen y de certificados sanitarios, y la solicitud electrónica para reembolsos aduaneros. Esto se debe a que se requiere de infraestructura tecnológica sofisticada y a una mayor cooperación entre las agencias de los países.
Si bien el puntaje promedio de América Latina es relativamente alto, el progreso es desigual, analiza el documento. Entre los países sudamericanos, México, Costa Rica y República Dominicana presentan los mejores resultados, mientras que los países centroamericanos y especialmente caribeños obtuvieron los puntajes más bajos. Del grupo de países que participaron en la Encuesta Global 2017, México, el mayor exportador de América Latina, obtuvo la tasa máxima. Por detrás, se encuentran Colombia, Brasil, República Dominicana y Chile.
Se han dado pasos positivos: durante décadas los países de la región han ido reduciendo aranceles de importación a través de acuerdos de integración regional y de libre comercio con socios extrarregionales y ello se ha traducido en mayor comercio y calidad de vida, pero el contrapeso sigue siendo la burocracia en la región, que es “desproporcionada para las pequeñas y medianas empresas”, que muchas veces no pueden internacionalizarse y se ven limitadas al mercado interno, de acuerdo a la Cepal.
Lo que es una realidad que rompe los ojos y que varía de país a país, pero siempre por encima del promedio de los países desarrollados. Pero sobre todo no debe perderse de vista que en la “década de oro” por efecto de los altos precios de las materias primas, los países de la región tuvieron ingresos extraordinarios que sin embargo no fueron volcados en términos generales para cubrir el déficit de infraestructura, que sigue siendo alto, como señala Cepal, y tampoco para hacer bien los deberes en materia fiscal y estrechar la brecha entre el gasto público y los ingresos.
Como tampoco se ha logrado incorporar procesos con valor agregado en la forma intensa en que se necesita, se infiere que las cosas han mejorado en América Latina en estos años, más allá de avatares, pero todavía con alta dependencia de los recursos primarios, con crecimientos sin desarrollo y vulnerabilidades que se acentúan cuando no hay cadenas de valor que generen trabajo de calidad y la incorporación de tecnología que nos permita mantenernos a rueda en el contexto internacional.