SOLICITADA

LAS VOLQUETAS DE LA MUGRE O
LA MUGRE DE LAS VOLQUETAS
Cuanto más grande es una ciudad, más grande es el problema de la basura. Si bien la basura la ocasionamos los ciudadanos, es responsabilidad de las dependencias municipales su recolección. Antiguamente, se usaba parte de la basura para abono y se enterraba en las huertas familiares o se quemaba en los fondos; y no hace tanto, se sacaba a la calle en tachos o en bolsitas y los animales provocaban problemas.
Luego muchos vecinos pusimos canastos en las veredas y eso solucionó mucho.
Cuando vinieron las volquetas, al ser más grandes, también crecieron los problemas. Antes, no se sacaban en los tachos, bolsas o canastos muebles viejos, colchones, podas, cajas de cartón enteras, chatarra, animales muertos ni bebés recién nacidos o abortados. Ahora todo va a las volquetas o su entorno y la Intendencia deberá tomar medidas a las nuevas situaciones y la gente también acatarlas. Pero no para todos es igual. No todos tenemos las mismas costumbres, por lo que las autoridades deberán resguardar a los que se portan bien y a los que nos vemos perjudicados.
El contribuyente que tiene la volqueta en la puerta de su casa sufre porque no hay reglamentación que lo proteja. Tampoco los vecinos ven, por ejemplo, inspectores que recorran la ciudad, observando los problemas más críticos para enviar una solución. Todas las volquetas deberían tener tapa y, para que duren más, que sean de chapa metálica. Así evitaríamos en parte la proliferación de alimañas (ratas), insectos (moscas y mosquitos), perros que desparramen la basura, caballos que coman de ellas y hurgadores que la dejen tapada y ordenen su entorno.
También –y no menos importante que las tapas– es lavar las volquetas periódicamente y reparar las rotas. Si multan a un conductor porque no tiene cinturón o a un motociclista porque no lleva casco, también deberían sancionar a los usuarios y a los hurgadores que no cumplan con las normas de urbanización. ¿Es difícil? No. Nada es difícil y todo es necesario.
Debe ser encarado con responsabilidad, máxime cuando se es elegido para administrar y controlar. Porque el que contamina es un infractor y el que no controla también lo es.
Todo toma tiempo. Por ejemplo, el tránsito no se ha solucionado, pues cada vez hay más vehículos y conductores que no respetan las normas o más falta de conciencia e irresponsabilidad: soberbia, falta de respeto, atrevimiento o audacia, campo fértil para la recaudación de multas, pero poca dedicación a la educación.
En esto de los desechos se deberían encarar políticas –por autoridades municipales, ediles y diputados– con reglamentaciones más estrictas y eficientes. Tal vez hay que recurrir a los que saben, que tengan una mejor visión, que no miren para el costado y cuiden el medioambiente, que tengan experiencia en ambientalismo y que den ejemplo de una ciudad más limpia, menos mugrienta y mejor atendida.
Contribuyente
agradecido