Solicitada

LOS CINCUENTONES: LOS
JÓVENES NO TENEMOS POR
QUÉ PAGAR LOS PLATOS ROTOS
Decía Winston Churchill que “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Pareciera que al Frente Amplio solo le interesa la última parte.
El partido de gobierno se encuentra hoy ante una complicada situación. Por un lado, está la enorme presión de solucionar el tema de los cincuentones con los menores daños colaterales posibles y, por otro, el afán ganador de volver a ser gobierno en 2019. El tema –y sus consecuencias– está fuertemente instalado en la agenda política y va a formar parte de todos los debates desde ahora hasta las elecciones si no media una solución.
El problema de los (hoy) cincuentones se comenzó a gestar cuando yo tenía tres o cuatro años. Pasó el gobierno del Dr. Sanguinetti y la reforma del 96 fue, en su momento, lo mejor que se pudo hacer. Sanguinetti se fue, llegó Batlle y después la crisis, a continuación el cambio con Tabaré, después vino Mujica, que nos dejó más problemas que soluciones, y otra vez Tabaré.
Pasaron los partidos políticos y pasaron representantes de todo el abanico ideológico, desde los liberales a ultranza hasta los neoestatistas acérrimos. Y el problema siguió ahí. Nadie le prestó atención y, mientras corrían los años, fue creciendo y creciendo y lo único que se hacía era trasladarlo para más adelante. La culpa, claramente, no era de aquellos, hoy casi 70.000, que en su momento fueron prácticamente conminados a afiliarse. La culpa era de un sistema que en algún momento estaba destinado a estrellarse.
Pero al sistema y sus problemas nadie le prestó atención, porque en nuestro país tocar el Estado es mala palabra. El estatismo es un credo y nos convencimos, como sociedad, de que es preferible la sangría financiera y perder dinero a espuertas antes que cerrar la llave de paso, porque siempre se puede poner algún que otro impuesto y seguir apelando a la solidaridad fiscal.
Aclaro que no comparto la mayoría de los postulados neoliberales, pero tampoco me parece lo más acertado que el trabajador promedio uruguayo trabaje más de medio año solo para pagar impuestos a un estado deficiente.
Pero pasó el tiempo y en estos últimos dos años nos dimos cuenta de que no podíamos seguir dilatando el problema. La situación es, por decir lo menos, caótica. El Banco de Previsión Social hace años gasta más de lo que recauda, por un simple y a la vez muy complicado problema demográfico: somos pocos, demasiado pocos y la mayoría son adultos en una edad ya casi no productiva. A este complicado punto se le suma otro fundamental: el BPS no es Pluna, no podemos cerrarlo sin más si se funde. Cueste lo que cueste, hay que mantenerlo funcionando (aunque sea con el respirador del Ministerio de Economía).
El problema también radica en que aún no se ponen de acuerdo en el gobierno acerca del monto del desequilibrio, que ronda los –aproximadamente– 3.000 millones de dólares, millones más, millones menos.
Para solucionar el problema de los cincuentones, se plantea en el proyecto de ley que se financie la deuda mediante un porcentaje del PBI que se pagará de aquí a mediados del siglo, es decir unos 30 años. Y como el PBI no es más que el resultado de la suma de todo lo que producimos y aportamos los que vivimos en este país, esto quiere decir que, por lo tanto, aquellos que hoy tenemos entre 15 y 30 años vamos a ser los “elegidos” para pagar y soportar con nuestros impuestos y nuestro trabajo la solución al descalabro fiscal del Banco de Previsión Social, y los desaciertos y falta de visión de cinco gobiernos hasta la fecha. La solución parece adecuada, sobre todo tomando en cuenta el hecho de que los adolescentes de 15 años ni siquiera saben que van a ser ellos los que deberán soportar esta carga.
Me alegra saber lo considerados que han sido los autores del proyecto de ley con los adolescentes y jóvenes de nuestro país. De verdad, nuestro más sincero e irónico agradecimiento. Si al menos este planteo fuese garantía de solución, quizá hasta sería entendible, pero ejemplos nos sobran de que estas soluciones son siempre a corto plazo y que el problema de raíz va a seguir presente y probablemente dentro de veinte años, volvamos a tener, con diferentes actores, esta misma discusión.
Agustín Silva Caccia