Prevenir y no lanzarse, cuando el posible beneficio tambalea

La ganadería se ha consolidado como una riqueza de gran potencial en la región, y en países como los del Cono Sur ha sido base fundamental de sus economías a lo largo de las décadas, en tanto Brasil se ha integrado decididamente al esquema exportador de sus vecinos, fundamentalmente Argentina y Uruguay.
En el caso de los vecinos del norte está vigente el problema de sus fronteras con Paraguay, Bolivia, Colombia, Venezuela, que constituyen una puerta de entrada para epizootias endémicas que han tenido en determinados períodos empujes que han causado serios perjuicios económicos, como el cierre de mercados que luego tardan mucho en abrirse, por ejemplo el caso de la fiebre aftosa.
Precisamente Brasil está jugado actualmente a que la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) declare, en mayo, todo su territorio como libre de fiebre aftosa con vacunación. El anuncio se realizará en la reunión de delegados que se celebrará en París y servirá para consolidar y abrir nuevos mercados para la carne brasileña.
Según el ministro de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento (MAPA) de Brasil, Blairo Maggi, se creó un comité para preparar acciones con ese objetivo, al entender que la distinción de la OIE deberá consolidar el proceso de reconocimiento impulsado por la secretaría de Estado. A comienzos de diciembre, cuando se declararon nuevas zonas libres de fiebre aftosa con vacunación en Amapá, Roraima, gran parte de la Amazonia y en áreas de protección de Pará, finalizó el proceso de erradicación de la fiebre aftosa en el país, destacó el MAPA. Luego, en abril, se completaron 11 años de registros sin la presencia de fiebre aftosa en todo Brasil.
Durante el V Encuentro Nacional de Defensa Sanitaria Animal, celebrado en Pará, el ministro Maggi habló de “la coronación de 60 años de trabajo para que Brasil fuera libre de aftosa con vacunación”.
Pero una cosa es mencionar puntos de este proceso como al pasar, y otra muy distinta vivir los avatares y sucesión de instancias que dieron lugar a una lucha incesante contra esta enfermedad endémica en la región, porque las divisiones políticas limítrofes no pueden evitar la diseminación de la patología. Consecuentemente, un brote en Paraguay, Bolivia, Argentina, desata un alerta inmediato para tratar de evitar situaciones como la de 2001, que sucumbió a nuestro país, por vía de contagio, en una grave crisis. Un momento en que los organismos sanitarios argentinos insistían en negar la presencia de los brotes y el Uruguay se había arriesgado a dejar de vacunar.
Una estrategia importante con relación al combate a la enfermedad es la ejecución en Brasil del Plan Estratégico de Erradicación de Fiebre Aftosa 2017-2026, con el objetivo de crear y mantener condiciones sustentables para garantizar y mantener el estatus de país libre de fiebre aftosa con vacunación e ir ampliando, con los años, las zonas libres de la enfermedad, principalmente donde no se utiliza la vacuna. La zona libre de Brasil es el Estado de Santa Catarina, que mantuvo el estatus el año pasado.
Ahora, hay áreas en las que se pretende avanzar en el estatus, porque una cosa es la cotización de la carne en los mercados internacionales con vacunación, y otra muy distinta cuando lo es sin vacunación. Dejar de vacunar entraña beneficios pero también serios riesgos en una región donde la aftosa es endémica y en el momento menos pensado pueden extenderse focos como reguero de pólvora.
Así, el año pasado volvió a surgir la discusión sobre el cese de la vacunación contra fiebre aftosa en varios estados de Brasil e incluso Rio Grande do Sul se mostró a favor de cesar la inoculación de su rodeo bovino. Pero si bien Sudamérica lleva más de una década sin focos de la enfermedad, aún sigue mostrando algunas incertidumbres que ponen el riesgo el cese de la vacunación. Un ejemplo clave es Venezuela, pues el año pasado fue responsable de un foco en la ganadería colombiana.
Hay antecedentes cercanos en esta problemática, porque a mediados del año pasado en Brasil se había anunciado cronograma para dejar de vacunar contra la fiebre aftosa que despertó polémica en Uruguay.
En la 44ª reunión de la Comisión Sudamericana de Lucha contra la Fiebre Aftosa (Cosalfa) Brasil había presentado oficialmente el interés de dejar de vacunar. Según expresó el ministro Maggi, el proceso sería evolutivo de acuerdo al Plan Hemisférico para la Erradicación de la Fiebre Aftosa (Phefa) 2011-2020.
Incluso el director de los Servicios Ganaderos del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) de nuestro país, Eduardo Barre, quien participó en la reunión, aseguró que Brasil dejará de vacunar en 2019 en la frontera con Bolivia y Venezuela, y posteriormente, para el año 2021, avanzará a los estados del centro y Río Grande del Sur.
Barre dijo que para Uruguay “es necesario evaluar cómo avanza el programa en las diferentes etapas” y “aumentar la vigilancia a efectos que no ocurra ningún insuceso”. Asimismo, el director de los Servicios Ganaderos del MGAP dijo que si se van cumpliendo todas las etapas que dispone el Phefa, se podría ir levantando la vacunación por períodos.
Sin embargo, Barre explicó que en Brasil seguiría un período de consultas públicas de los productores, con argumentos técnicos, para determinar si se levantaba la vacuna o no, y precisamente esta evaluación ha arrojado que por ahora se insistirá en consolidar el estado de libre de aftosa con vacunación, lo que no deja de ser un alivio para Uruguay.
Es que ya en esta instancia –y no ha ocurrido ningún episodio que permita un cambio radical de opinión– la postura de los dirigentes de las entidades gremiales del Mercosur es no dejar de vacunar.
Es que con buen tino, técnicos y dirigentes de nuestro medio, como así también de Argentina, han entendido que los riesgos son demasiados respecto a los beneficios para que se deje de vacunar en el Cono Sur. Tenemos el ejemplo cercano de la crisis de 2001, y basta que surja algún foco por irresponsabilidad de productores e institutos de control en algún país vecino para que todo se derrumbe como un castillo de naipes. Lo que no debe hacerse, por lo tanto, es apurar el paso más allá de lo aconsejable, porque apresurarse puede significar echar por la borda décadas de trabajo. Y los perjuicios, como ha quedado demostrado, en poco tiempo pueden resultar catastróficos, ante beneficios menores respecto a la entidad del riesgo que se asume.