El abismo venezolano

La máxima bíblica de que “un abismo llama a otro abismo” se cumple con toda la certeza posible en Venezuela. El desastre en el que se ha transformado ese hermoso país, de gente maravillosa, es una herida abierta que sangra por todos lados, infecta y llena de pus, que alcanza a toda América Latina, en especial, a Sudamérica. El silencio y la desidia de algunas naciones, como Uruguay, ante la avanzada destructora del presidente Nicolás Maduro se recordarán entre las peores historia.
Venezuela vive una crisis profunda desde el punto de vista económico, político y social. El país sufre una inflación demencial, hay desabastecimiento de alimentos y de medicamentos –gente que muere de hambre, niños que perecen porque no hay cómo curarlos–, la inseguridad campea a sus anchas y Maduro hace lo que quiere, apoyado por sus bandas de matones, por el Ejército y por el narcotráfico.
El oficialismo había perdido la mayoría en la Asamblea Nacional y la oposición había logrado ponerle un pie a las pretensiones totalitarias del mandatario. Pero este encontró la vuelta para acallar a ese órgano y creó la Asamblea Constituyente, que se maneja con poderes absolutos, por encima de la Asamblea Nacional. Si quedaba algún resquicio de democracia, con eso terminó de quedar sepultada. Fue la última palada de tierra a la fosa en cuyo interior se encuentra la democracia venezolana.
Aprovechando una desgranada oposición, que a sus peleas internas se le sumaron esos golpes del chavismo, Maduro movió los hilos para adelantar las elecciones que, supuestamente, deberían celebrarse en diciembre de este año. Es así que su amiga Asamblea Constituyente y el Consejo Nacional Electoral (CNE), otra institución plagada de chavistas, hicieron los deberes.
Primero fue la Constituyente al anunciar el adelanto de la fecha de los comicios para antes del 30 de abril. Y el miércoles pasado, el CNE confirmó que se realizarán el próximo domingo 22 de abril, luego de que fracasara una negociación entre el gobierno y la oposición para acordar la fecha.
Esas conversaciones se realizaron en República Dominicana, bajo los auspicios del presidente, Danilo Medina; incluso, el gobernante dominicano había señalado que el proceso de negociación había ingresado en un “receso indefinido”. El anuncio descolocó a la fracturada oposición, que aún no sabe de qué manera participará.
El chavismo también le pega con artimañas y a parte de ella le impide involucrarse. Es el ejemplo de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que no podrá hacerlo porque el poder electoral le impidió inscribirse en el registro correspondiente por haber incumplido los plazos estipulados. Otro de los problemas que afecta notoriamente a la oposición es que sus principales candidatos, como Henrique Capriles y Leopoldo López, están inhabilitados para presentarse a la contienda electoral.
En tanto, otros dirigentes consideran si antes deberán realizar elecciones primarias para designar a su candidato o si, por el contrario, lo elegirán por consenso. En las elecciones para elegir gobernadores, realizadas en octubre, el chavismo en el poder ganó con autoridad, al obtener 18 de las 23 gobernaciones del país. Dos meses después, en diciembre, el oficialismo también arrasó en las elecciones para elegir a los responsables de los municipios. Desde la oposición, se insistió en que ambos comicios –en los que el gobierno no había autorizado la presencia de observadores internacionales– fueron fraudulentos. Todo es posible en el reino del inefable Maduro.
Ese afán por consolidar el poder de Maduro, a cualquier precio y bajo cualquier forma, ha cosechado por supuesto críticas –las del secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro ya son legendarias por la dureza con que se ha referido al régimen venezolano–, aunque la comunidad internacional recién está esbozando algunas tímidas protestas al adelanto de la fecha de los comicios decidida por la Asamblea Constituyente que, en los hechos, gobierna el país.
De cualquier modo, tanto Estados Unidos como la Unión Europea buscan estrechar el cerco contra el chavismo a través de nuevas sanciones. En ese sentido, el Parlamento Europeo reclamó ampliar las penas a Maduro, el vicepresidente Tareck el Aissami, así como a la petrolera estatal Pdvsa, por su responsabilidad por el “agravamiento” de la crisis del país. En noviembre, la Unión Europea había dispuesto un embargo de armas a Venezuela y dos meses después negó visas y congeló bienes a siete altos funcionarios.
Un nuevo aderezo se sumó el jueves pasado, con el anuncio de la Corte Penal Internacional de La Haya de que iniciará una etapa de estudio preliminar por “presuntos crímenes” cometidos por el gobierno, a partir del uso de “fuerza excesiva” de las fuerzas de seguridad al reprimir las manifestaciones contra el presidente venezolano, que el año pasado dejaron más de 120 muertos entre abril y julio. La Corte decidió iniciar esa investigación de las reiteradas denuncias presentadas por los partidos de la oposición. Al mismo tiempo, los venezolanos –los que pueden– abandonan su país en busca de nuevos horizontes, Uruguay incluido. La situación no da para más. Y nuestro gobierno, nuestra cancillería, mantienen un silencio que, por lo pronto, es cómplice del abismo bolivariano.