La realidad y el discurso

Cada vez que el Instituto de Evaluación Educativa (Ineed) publica un nuevo informe basado en el análisis de las transformaciones educativas que atraviesan a Uruguay, en el marco de las discusiones y posicionamientos políticos que enfrenta, da la sensación que la aguja se encuentra en el mismo lugar. Y nadie, pero absolutamente nadie, puede decir que los informes del Ineed están direccionados, tienen intencionalidad o pretenden hacer mella al gobierno e interferir en su programa.
El último documento, publicado el 4 de abril, se llama “La educación en Uruguay. Mirada desde los objetivos de desarrollo sostenible” y fue elaborado por Juan A. Bogliaccini. El autor tiene un amplia trayectoria internacional: es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y profesor de jornada completa en el Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Católica del Uruguay.
Luego de analizar que calidad, cobertura y equidad son las metas de los sistemas educativos a nivel global y que, en el caso uruguayo, ningún proceso transformador estuvo apartado de los aspectos educativos, el informe llega a la misma conclusión que otros trabajos del mismo nivel académico.
A pesar de encontrarse entre los países que ostentan el Índice de Desarrollo Humano “alto o muy alto”, de acuerdo a los parámetros manejados por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, su situación es crítica al compararse con otros países de la región y en general se iguala a otros con menor desarrollo humano.
¿Cuál es el problema? Lo define claramente: “El problema de Uruguay en materia de cobertura, a partir de una alta deserción en el ciclo medio y, consecuentemente, una baja tasa de culminación del ciclo, es insoslayable. En términos comparados, Uruguay es uno de los tres países en América Latina con menor tasa de culminación del ciclo superior de la educación media y uno de los tres que menos ha avanzado al respecto en la última década. La mejora en términos de años promedio de educación de la población adulta en comparación con los vecinos de la región ha sido escasa”.
En promedio, un uruguayo permanece menos de 10 años en el ciclo educativo y eso afecta “en el mediano plazo, la cultura cívica y política del país. Una desigual incorporación de competencias afecta el portafolio de habilidades –generales y específicas, duras y blanda– en el mercado de trabajo, lo que incide no solo en la empleabilidad del trabajador, sino también en la competitividad global del país”. Entonces, más claro es imposible.
Lo que se ha repetido hasta el cansancio y las autoridades educativas no pueden entender es que, mucho más allá de los resultados en sí mismos, existen otros complejos deterioros que inhiben a un ciudadano de mostrar y demostrar su capacidad. Y esto está por encima de la inclusión y equidad como temas que conforman un discurso meramente político. Afectan el desarrollo sostenible y deterioran un modelo de país que deberá enfrentarse a un mundo globalizado. En esa vorágine se encuentran los empleos de mala calidad, la pérdida de puestos de trabajo porque no se ha insistido en otorgarle un mayor valor agregado ni tecnología y por ende, una desigualdad social que después se usa en las campañas electorales.
Sin embargo, todo esto tuvo su génesis en algún momento y parece que tuvieron que venir desde fuera para decírnoslo. En el marco del acuerdo para la instalación de un nueva planta de celulosa, UPM le exigió al gobierno uruguayo que mejore la educación técnica y el estado se comprometió en mayores inversiones en UTU y en aumentar sus niveles de enseñanza. Y tan es así que dicho acuerdo obligó a que el presidente del Codicen, Wilson Netto, –un entusiasta sobre los resultados de la educación en nuestro país– viajara a Finlandia para ver que querían en realidad los finlandeses en nuestro territorio. De hecho, el acuerdo establece que se “deberá tener en cuenta y aplicar de buena fe las visiones de UPM”, en relación a su “cadena de valor” y las formas de cooperación entre UTU y las universidades técnicas de Finlandia.
Incluso, el gobierno uruguayo se comprometió a “organizar y financiar programas para brindar apoyo a las personas de la región de influencia (Paso de los Toros, Tacuarembó y Durazno) para mejorar su capacidad de completar los estudios educativos básicos”. Incluso exigen un plan que demuestre a UPM el cumplimiento de estos aspectos.
Si el objetivo es positivo, el motivo es vergonzoso. No pueden venir desde fuera a decirnos en nuestra propia cara que no tenemos los mínimos niveles educativos, cuando desde hace rato el tema se encuentra en el debate ciudadano, con respuestas que no resisten los mínimos análisis. Uruguay carece de zonas inaccesibles que imposibiliten la llegada de los servicios. Sin embargo, estamos anestesiados con el discurso flojito que enorgullece a los amanuenses, porque en algunos hogares se recibe “la primera generación de universitarios”.
Si volvemos al informe del Ineed, el problema se encuentra en otro lado. Uruguay permanece en el grupo de mayor rezago de la región con respecto a la culminación de ciclos, fundamentalmente básico y medio superior, y no experimenta mejoras en la disminución de la culminación con extraedad. Y eso es constatable, a pesar de los discursos entusiastas o sensibleros. Lo real es que por tramos de edades, el país se encuentra entre las naciones con menor porcentaje de personas entre 20 y 24 años con educación media completa y estamos “en la cola de una región que ya se encuentra en desventaja respecto de los países desarrollados”. Por eso, el futuro es incierto y con un escenario actual que permanece oscuro, no es tan difícil darse cuenta de las razones por las cuales preocupa la calidad del empleo y la estabilidad de los puestos de trabajo.
Por el momento, ningún informe académico ni realidad circundante motiva al reconocimiento oficial de la problemática existente, sin antes referirse a los cuestionamientos partidarios. La única excepción proviene de las exigencias impuestas por una multinacional que requiere operarios capacitados para una tecnología instalada hace rato.