Más allá de la polémica

Rodeado de cierta polémica generada desde movimientos “antivacunas” y, en particular, opositores a la vacuna para la prevención del cáncer cérvico-uterino que el Ministerio de Salud ofrece gratuitamente, comenzó esta semana una campaña nacional de vacunación en 2.379 escuelas públicas y privadas.
De acuerdo a lo informado oficialmente, las escuelas que recibirán a los vacunadores en el mes de abril ya tienen las autorizaciones que los padres deben firmar para que los alumnos de 6° año de primaria (de 11 años o más) puedan recibir, por un lado, la vacuna triple bacteriana (niños y niñas) que previene contra enfermedades como difteria, tétanos y tos convulsa, y por otro la primera dosis de la vacuna contra el virus del papiloma humano (HPV), en este caso solo para niñas.
La vacunación en centros educativos no es un hecho nuevo en Uruguay. En las décadas de los años 70 y 80 se vacunó masivamente en escuelas, si bien en las últimas décadas fue una práctica que se dejó de lado, responsabilizando a los padres de la vacunación de sus hijos y disponiendo para ello diferentes centros de vacunación fijos. El retorno de esta modalidad de vacunación tiene una razón sencilla: hay padres que no vacunan sus hijos y enfermedades erradicadas o poco comunes están volviendo. Por ejemplo, en 2012 y 2013 hubo numerosos casos de tos convulsa entre niños e incluso, se registraron fallecimientos.
En este sentido, la responsable del Área Programática Salud de la Niñez del Ministerio de Salud Pública (MSP), Claudia Romero, explicó claramente días atrás que la estrategia de vacunación en las escuelas es producto del análisis de las coberturas de vacunas. En particular, se refirió a la población de preadolescentes con quienes los pediatras tienen solo una instancia de encuentro al año. De ahí, que se considere que vacunarlos en el ámbito educativo es una buena estrategia para mejorar las coberturas.
El subsecretario de Salud, Jorge Quian, también defendió la estrategia oficial de vacunación para mejorar la cobertura en el país y dijo que la comunidad internacional está convencida de esa práctica, ya que con altos niveles de vacunación se evita la reaparición de enfermedades graves. Opinó que la sociedad “le ha quitado algo de importancia a algunas enfermedades” y, en consecuencia, se reduce el número vacunas aplicadas. A esto podemos agregar que resulta preocupante que enfermedades de alto contagio y rápida diseminación que estaban erradicadas vuelvan a manifestarse en la región. Tal es el caso de la difteria en Colombia y Venezuela, o el sarampión, que registró recientemente un caso autóctono en Buenos Aires, existiendo además importante epidemia en Europa y casos en Canadá, Colombia, Estados Unidos y Venezuela.
La Organización Panamericana de la Salud, que viene impulsando esfuerzos regionales y nacionales para el aumento de las coberturas de vacunación, elogió la estrategia de Uruguay en cuanto iniciar la vacunación en escuelas, destacando que la misma es utilizada por muchos países en forma paralela a la modalidad de vacunar en servicios de salud, casa a casa o campaña.
La asesora en Inmunizaciones de la Organización Panamericana de la Salud, Lúcia Helena De Oliveira, también manifestó el visto bueno de dicho organismo al inicio de la vacunación contra el Virus de Papiloma Humano (HPV, por su sigla en inglés) y dijo que la aplicación de esta vacuna en escuelas verificó un resultado muy positivo en todos los países que lo adoptaron, ya que es el momento en que se puede captar a todas las niñas de la edad que se busca.
La inoculación de esta vacuna mediante esta modalidad se inicia rodeada de cierta polémica, dado que hay grupos que se oponen a la misma con el argumento de que la vacuna puede tener ciertas complicaciones. No obstante, las sociedades médicas, en particular la Sociedad Uruguaya de Pediatría y la Sociedad de Ginecotocología del Uruguay, refutan esa postura señalando que existe suficiente evidencia científica de que se trata de una vacuna segura y efectiva contra lesiones que pueden generar cáncer.
El cáncer cérvico-uterino es la segunda causa de muerte en mujeres en América Latina y el Caribe, continente donde cada año se diagnostican unos 80.000 casos y fallecen 35.000 mujeres y a nivel mundial, según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se detectan medio millón de nuevos casos que producen unos 260.000 fallecimientos. En Uruguay, la incidencia y mortalidad es elevada: son diagnosticados 350 nuevos casos cada año y registran aproximadamente 140 muertes por esta causa anualmente. En concreto, cada tres días en promedio muere una uruguaya por cáncer de cuello de útero, el cual además ocupa el tercer lugar en cuanto a incidencia en las mujeres de todas las edades y el segundo lugar en mujeres de 15 a 44 años.
A diferencia de otras enfermedades, la comunidad científica internacional ha desarrollado un método de prevención y desde 2006 la vacuna contra el virus del papiloma humano se utiliza con ese objetivo. A 12 años de haber comenzado su uso se han administrado más de 200 millones de dosis.
No obstante, hasta ahora no se puede saber con exactitud cuántos casos han podido ser prevenidos por este medio ya que la enfermedad se manifiesta 20 o 30 años después que la niña o mujer es infectada. Esta es una de las principales razones esgrimidas por los opositores de la vacunación en nuestro país pero la experta de la OPS afirmó que de alcanzarse el 80% de cobertura en niñas y adolescentes con la vacuna del virus del papiloma humano, en 10 o 15 años se podría eliminar el cáncer de cuello de útero y es por eso que el organismo recomienda la vacunación de niñas entre 9 y 14 años y que, además, las dosis se incluyan en el programa habitual de vacunación.
El tema ha generado polémica desde hace al menos seis años cuando se comenzó a reclamar la inoculación gratuita de esta vacuna que tiene un costo elevado. Las autoridades han dejado en claro que no se vacunará ninguna niña que no cuente con el consentimiento firmado por los padres, no obstante, es obligación de éstos informarse al respecto dado que son los directos responsables de la salud de sus hijas. Hoy en día tenemos cada vez más medios para acceder a la información pero también es cierto que cada vez somos más perezosos para hacerlo. En plena era de la “posverdad” –que implica nuestro desinterés por buscar la verdad y por chequear la veracidad de los hechos y creer, compartir u opinar según la propia conveniencia– hay que ocuparse y hacer un esfuerzo para tomar decisiones informadas. En particular, si se trata de las salud de los hijos.