Un nuevo discurso vacío

En la noche del domingo murió un delivery de 22 años por intentar evitar una rapiña en el minimercado donde trabajaba y nuevamente la problemática de la inseguridad ciudadana se apoderó de las redes sociales, con la difusión de la noticia en la totalidad de los portales de tirada nacional. El asunto ya se había instalado en el Parlamento, donde se produjeron fuertes cruces de opinión que lograron desdibujar el tema que se iba a discutir porque era más importante blindar al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, y discurrir sobre el pasado familiar del senador interpelante, Pedro Bordaberry, que buscar el punto de inflexión que –al menos– llevara la imagen a la ciudadanía de que los legisladores, además de mirarse el ombligo con inusitada frecuencia, también se ocupan de los problemas de la gente.
Los índices de pobreza, indigencia y desigualdad bajaron en forma sostenida en los últimos años y eran las variables de ajuste que ostentaba el Pit Cnt para aportar al discurso del descenso de la delincuencia. Aquellos guarismos mejoraron, sin embargo la violencia aumentó. Quiere decir que no era un asunto de la economía, ni del patriarcado, ni el capitalismo feroz de derecha, tal como se sostiene en los discursos, sino que va mucho más allá en la sociedad, pero hacer razonar a las masas cuesta caro, si se mide en votos. Por eso es tan raro que –salvo algunas excepciones, como el dirigente Richard Read– no se refieran casi nunca a los valores perdidos en esos mensajes tribuneros que tanto rinden.
Pero como lo señala el viejo dicho: “el diablo está en los detalles”. Ahí se muestran los resultados, donde mejoran los números macro que no se reflejan en mejores y mayores puestos de trabajo, mientras se calcula un país a 5 años. Las políticas de Estado están lejos de materializarse y por eso los presupuestos siguen anclados en la base del Producto Bruto Interno.
Esas visiones cortoplacistas que atienden continuamente al temor por la pérdida de votos, lleva a que los discursos resulten abstractos, aunque sí reflejan el odio visceral contra cualquier cosa que pueda insinuarse como “de derecha”, partiendo desde la izquierda moderada.
Van en contra del gran capital, no obstante, el partido de gobierno del que ellos son fuerza de choque inventan prebendas, exoneraciones y paz sindical que jamás le hubiesen permitido a otros gobierno de corte neoliberal, o de derecha como dicen en la izquierda.
El último acuerdo laboral firmado entre el presidente Vázquez y la cadena McDonald’s — identificada junto con Coca Cola como la máxima representación del imperialismo americano y el capitalismo explotador–, contó con el aval del Poder Ejecutivo. Hasta se puede decir que también lo respaldaron los sindicatos porque ninguno salió a denunciar, con sus clásicos escraches y profunda visibilidad en las redes, la prohibición a sindicalizarse con la aplicación de la tantas veces denunciada regulación laboral. Pero todo eso lo tiene permitido un presidente de izquierda, cuando cualquier otro hubiera sufrido las peores condenas de la “clase trabajadora”.
Es así como el partido de gobierno se ha acostumbrado a reaccionar frente a las críticas y no ante los problemas. Por eso es fácil el discurso y el rodeo, mientras se sostiene el argumento de que un cambio de ministro, no significa un cambio en la situación. Claro está, tampoco significa que su permanencia logre las transformaciones necesarias, que de hecho no ha alcanzado en más de 8 años, mientras las bandas de narcos ganan terreno y actúan con una violencia que no conocíamos en este país.
En todo caso, hay que recordar cuando decían que con la regulación de la marihuana se lograría quitarle poder a estas bandas, pero el tiempo está demostrando todo lo contrario. Parecía fácil de resolver, pero no lo era y las debilidades se notan.
Se nota en la violencia que ejercen los legisladores, en algunos integrantes del Ejecutivo cuando reaccionan sobre opiniones diferentes y no hechos, pero fundamentalmente cuando queda menos tiempo para hacer cosas en un año preelectoral y con presupuestos menguados.
Es demasiado obvia la contradicción en un escenario complicado porque el desempleo atenta contra los mejores guarismos y cada vez la población se prepara menos para enfrentar los cambios que se avecinan en el mercado laboral, por lo que corren el riesgo de sumarse a la línea de exclusión, que no han logrado reducir. Y mientras el problema del empleo permea en las capas sociales, aparece en el escenario la presión para aprobar una ley que favorezca el acceso a las fuentes laborales de las personas con discapacidad en el ámbito privado. Entonces, mientras el Estado no cumple con la cuota que le corresponde por discapacidad, afrodescendencia o diversidad sexual, se busca presionar a la empresa privada que bastante difícil se las tiene con “bancar” las necesidades autoimpuestas del gobierno.
Y cuando se habla de la cuota de género, ¿la central de trabajadores cumple –en los hechos, no en los discursos para la cadena nacional– con la representatividad exigida en sus delegados? Habrá que ver cómo ajustan el discurso a la realidad, porque un sector con gran influencia en las agrupaciones feministas, como es Casa Grande que orienta la senadora Constanza Moreira, ya ha anunciado que “si el Frente Amplio no pone una mujer en la fórmula, no lo vamos a votar”. No hace tanto que se presentaba como precandidata a la presidencia de la República. Pero la memoria es corta cuando la ideología domina.
El tema, el gran tema es que no hay una oposición que sepa capitalizar estos desfasajes y cuente con un discurso alternativo poderoso y que no sea más de lo mismo. Porque aunque el Pit Cnt lo grite de manera histérica, ni Oscar Pereira –el delivery de Pocitos– murió a manos del capitalismo salvaje, ni Florencia Cabrera –la cajera de La Blanqueada– falleció por causa del patriarcado.
La política va camino a quedarse vacía. Vacía de líderes, pero fundamentalmente vacía de contenido. Y ese es un gran enemigo para la democracia.