Urge enfrentar el inexorable envejecimiento poblacional

Desde hace varios años, la distribución etaria en América Latina se está alineando con la tendencia mundial, en el sentido de que se está ante un marcado envejecimiento de la población, que es manifiesto desde hace décadas en los países desarrollados. En tanto, en países del tercer mundo esta tendencia era mucho más lenta, como la mayoría de los países africanos y gran parte de América Latina.
Pero ya recientes informes indican que el envejecimiento de los latinoamericanos se está dando de forma acelerada. Se espera que en 35 años la población de los mayores de 60 pase, del 11% actual, a representar a una de cada cuatro personas, y a partir del año 2030 el ritmo de envejecimiento se acelere aún más.
Entre otras derivaciones de este escenario, si bien por un lado las personas viven cada vez más tiempo, por otro lado hay asimismo un incremento de la condición de dependencia, lo que implica una mayor demanda de servicios de cuidado para los próximos años, con mayores costos para el sistema de seguridad social en todas sus áreas.
Un dato que alerta al respecto lo da el informe Panorama de Envejecimiento y Dependencia en América Latina y el Caribe, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Un proceso que a Europa le llevó 70 años y que le permitió prepararse con tiempo, pero no sin grandes dificultades que aún se proyectan. América Latina lo recorrerá en la mitad de tiempo, aunque no se dará en la misma forma en todas las regiones y países.
Precisamente todo indica que esta transición sin embargo, se dará de forma heterogénea, teniendo en cuenta que en países como Bolivia, Guatemala o Haití la población mayor de 60 años representará para el 2050 el 15%, mientras que países como Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Jamaica, Trinidad y Tobago y Uruguay alcanzará una proporción cercana al 30% , como es el caso de algunos de los países desarrollados.
Contar con una población envejecida, más allá de que los avances de la ciencia permiten una mejor calidad de vida, conlleva igualmente desafíos difíciles de afrontar aún para los países desarrollados, pese a sus recursos, con un sistema previsional que ha sufrido cambios que todavía no aseguran que las consecuencias no sean traumáticas.
El envejecimiento de una población implica el aumento de la proporción de personas con dificultades para poder desarrollar actividades diarias. Esto provoca no solo mayor demanda de los servicios de salud, sino también de ayuda y cuidados.
Según el informe del BID, este “aumento de la demanda de servicios de cuidados se da en un contexto en el cual el papel tradicional de la familia como principal proveedor está cambiando”.
A su vez debe tenerse presente que el descenso de la natalidad, la reducción de las familias y el rol cada vez más activo de las mujeres en el mercado laboral está provocando un cambio en las soluciones tradicionales. Por otro lado, el acceso a los servicios privados es limitado, debido a que la población adulta padece altos niveles de pobreza y a que el mercado de los seguros privados es reducido.
Esta falta de soluciones a nivel regional tiene que ver con bajos niveles de cobertura de la seguridad social y la falta de respuesta desde el Estado. Por lo tanto, según el informe, esta situación “requerirá una mejor comprensión de las redes sociales de apoyo y una mayor presión social para crear respuestas institucionales ante la dependencia”, como una mayor red de políticas de inclusión social.
Actualmente, ocho millones de personas mayores de 60 años, o sea más del 1% del total de los latinoamericanos, son dependientes. Si las tasas de dependencia se mantienen, se espera que en 2050 el número de dependientes alcance los 26 millones, o sea más del 3% de la población. Por lo tanto, los gobiernos de la región deben prepararse ya que tarde o temprano “es de esperar que todos los países de la región enfrenten situaciones similares”.
Otros informes sobre esta problemática, como el la Organización Mundial de la Salud (OMS), indica que “la gente tiene menos hijos, la mortandad infantil se ha reducido drásticamente, y las personas en todo el mundo viven cada vez más”.
En pocas palabras, la evolución demográfica hará que América Latina –dentro de un plazo relativamente corto– tenga el mismo problema que los países europeos: muy pocos trabajadores jóvenes para mantener a demasiados jubilados. Además permite aventurar que habrá cambios en el perfil de la demanda de empleos, porque debería haber más instituciones dotadas de innovaciones tecnológicas y puestos de trabajo vinculados con actividades, necesidades y atención de la población adulta mayor, además de la exigencia de aportes a los organismos previsionales y de salud, con vistas a una mejor calidad de vida de los destinatarios, entre otros desafíos.
Están en juego sin dudas aspectos inherentes a la sustentabilidad de los sistemas previsionales a partir de necesidades de financiación y de conjugar mayor longevidad con calidad de vida en esos años adicionales, lo que implica que los sectores en actividad, la generación de riqueza, deben volcar una mayor cuota parte a este destino.
Otro componente que no puede soslayarse es que además de sostener a los que han aportado al sistema de previsión durante toda su vida laboral, se agregan políticas que apuntan a mitigar los efectos de la pobreza durante la vejez, sea trabajador, haya ahorrado o no, lo que significa que hay que otorgar pensión a una persona que no aportó, en lo que se denomina pensiones no contributivas.
Por lo tanto, aparece aquí el factor de financiar esta necesidad con impuestos, destinado a quienes no cotizaron durante su vida activa o lo hicieron por muy poco tiempo. Y con menos trabajadores y con más personas en la tercera edad, la ecuación cambia sustancialmente, con sistemas de solidaridad y reparto que comienzan a flaquear por falta de recursos.
Entre los países a los que el agua llegará al cuello más pronto en la región figura Uruguay, con un envejecimiento poblacional similar al de los países ricos pero sin recursos. Es imprescindible por lo tanto qu el sistema político y otros actores involucrados promuevan mesas para el abordaje decidido de esta problemática, para compartir propuestas y respuestas ante medidas que no van a ser simpáticas y que deben responder a un gran acuerdo político social.
En un proceso de años, sí, pero inevitable, y cuanto antes se haga lo que se tiene que hacer, mejor será para todos.