Cambio de aire

En medio del Mundial, con medio mundo en otra, tuvo lugar en México una elección histórica, en la que venció el candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de la mano de su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Nunca es menor lo que sucede en este país norteamericano, con el que Uruguay tiene acuerdos comerciales, que se encuentra en medio de una sangrienta batalla contra los grupos narcotraficantes y que mantiene una tensa relación con el mandatario –Donald Trump– de la nación vecina, Estados Unidos.
AMLO ganó con un claro 53% de los votos, más de 33 millones, un récord histórico para un candidato presidencial. Y esto en tiempos de extrema desconfianza y hartazgo con la clase política, como sucede en México. Sustituirá a un impopular Enrique Peña Nieto.
Ahora, el líder izquierdista tendrá una buena presión encima, ante las promesas que realizó durante la campaña electoral, muchas de ellas con tinte populista. Sostuvo un discurso épico, que prometía realizar una gran transformación social en un país hastiado tras dos décadas de estancamiento salarial, violencia atroz y corrupción endémica. AMLO, de 63 años y que se presentaba por tercera vez a una elección presidencial, anunció una revolución pacífica que sería tan trascendental como la independencia (1821), la Guerra de la Reforma (1858-61) y la Revolución (1910).
Su campaña utilizó elementos modernos de marketing a la vez que rechazaba la terminología y la simbología de la vieja izquierda. Los acrónimos AMLO y Morena transmitieron una identidad moderna y segura de sí misma, según los analistas. Pero lo más interesante es que AMLO eligió temas de debate que normalmente se traducen en votos a la derecha. Esto es, la lucha contra la inseguridad y la violencia, que en 2017 se cobró 25.000 vidas en México.
Además, propuso una amnistía para los campesinos pobres y jóvenes desempleados que se han incorporado al narcotráfico. Fue una propuesta muy arriesgada pero le ayudó el fracaso de la militarización contra la delincuencia organizada en la administración de Felipe Calderón (2006-2012) que provocó miles de muertes y la fragmentación de la delincuencia. En México, la mano dura sin políticas para combatir la pobreza y la desigualdad no ha funcionado. AMLO también se metió a pregonar –habrá que ver si lo cumple, por supuesto– la austeridad al proponer fuertes recortes a los funcionarios y a criticar el despilfarro del gobierno en grandes proyectos de infraestructura que han beneficiado, dicen, a constructoras multinacionales. A su vez, hizo suya la cuestión de la corrupción, materia de debate muy grave en México, extendida en todos los estamentos y en todo el país, a todo nivel.
La corrupción es el tema que más rabia y hartazgo genera entre los mexicanos, y fue una parte vital de las campañas electorales y el eje por el cual López Obrador construyó su candidatura. El gobierno saliente se vio manchado por escándalos que incluso salpicaron al propio presidente Peña Nieto, como la casa que su esposa compró a un contratista del gobierno, un cuadro que provocó que el PRI terminara repudiado en las urnas.
“Hay una mucho más alta percepción de más corrupción. Nadie puede decir cuánto, pero tuvimos escándalos que involucraban al señor presidente y a su esposa, a secretarios de Estado”, recordó Arturo Sánchez, académico del Tecnológico de Monterrey. “El tema de la corrupción fue un canal a través del cual se canalizaron muchas de las inconformidades y del hartazgo que tiene la sociedad”, agregó. Por ello los electores no dejarán de demandar al nuevo gobierno una solución a ese problema, continuó Sánchez: “Creo que la sociedad estará esperando inmediatamente de que algo se resuelva de una forma más tangible”.
Y, claro está, otro de los grandes desafíos se encuentra en el vecindario. La relación de México con Estados Unidos se ha tensado desde que Trump llegó a la Casa Blanca y amenazó con abandonar el vital Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y construir un muro entre ambos países. Sin embargo, el trato entre Trump y AMLO tuvo un inicio cordial. El lunes, un día después de las elecciones, el presidente estadounidense dijo que habló con López Obrador por teléfono, con quien anticipó “una muy buena relación”.
“Creo que va a tratar de ayudarnos con la frontera”, dijo tras meses de un tenso vínculo por la dura postura antiinmigrante de su gobierno. López Obrador confirmó la llamada en Twitter y dijo que propuso un acuerdo de proyectos de desarrollo que generen empleos en México y reduzcan la migración. “Hubo trato respetuoso y dialogarán nuestros representantes”, dijo.
Sin embargo, entre los mayores nubarrones económicos en el horizonte está el TLCAN, que México revisa actualmente con Estados Unidos y Canadá. Para México es vital llevar la negociación a buen puerto pues 80% de sus exportaciones tienen como destino a Estados Unidos, su mayor socio comercial. Se espera que las negociaciones se retomen en algún momento de julio y que continúen hacia 2019, para encontrar solución a las propuestas más duras de Estados Unidos como su exigencia de revisar el acuerdo cada cinco años.
Violencia, corrupción, Trump. Le toca a AMLO tratar con esta dura tarea.