El dilema argentino tras el populismo

Al haberse duplicado en pocos meses el valor del dólar y con una inflación anualizada cercana al 40 por ciento, en tanto los reajustes salariales, de prestaciones y otros ingresos corren estos valores de atrás, a la vez de aumentar el desempleo, Argentina atraviesa momentos difíciles, a partir de la gestión de un gobierno de Mauricio Macri del que se esperaba por lo menos una visión mucho más realista respecto a la grave situación en la que dejaron al vecino país doce años de políticas populistas, corrupción y saqueos de los gobiernos K.
Los hechos ponen de manifiesto que el gobierno de centroderecha de Macri tenía una percepción de los hechos de menor gravedad de lo que realmente eran, y que estaría en condiciones de ir desactivando las bombas de tiempo dejadas por el kirchnerismo. También que iba captar inversiones a medida que se fueran desmantelando los subsidios suicidas y reducir el número de los funcionarios del Estado que agravaban el déficit fiscal, el que sin embargo ha seguido creciendo a medida que avanza la gestión.
Pero ya desde el primer momento, en perspectiva, cuesta creer que alguien en su sano juicio pudiera arriesgar capitales en cualquier tipo de inversión que no fuera una apuesta segura, primero que nada, porque la Argentina es un país imprevisible y es imposible hablar de estabilidad. Es que allá ha dado lo mismo apropiarse de fondos como hicieron con los ahorros de las administradoras de fondos previsionales, o establecer un valor artificial del dólar con un mercado negro que desvirtuaba todo, que se prohibían o regulaban las importaciones y se controlaba cada dólar que salía; salvo aquellos millones de los que se apropiaban decenas de funcionarios corruptos, así como empresarios que en la obra pública estaban en connivencia con quienes los “apretaban”, para también llevarse su tajada en sobreprecios.
Y si bien puede aceptarse que en el caso de la Administración Macri se ha ganado por lo menos en transparencia, nadie puede garantizar que el gobierno que le suceda tenga seriedad o visión republicana, y que no recaiga el vecino país en políticas populistas que tanto mal le han hecho a lo largo de las décadas, al punto de empobrecer un país riquísimo, privilegiado en recursos naturales como el que más.
¿Quién va a invertir en emprendimientos de mediano y largo plazo, a pleno riesgo, si nadie sabe lo que va pasar no ya en dos o tres años, si no en una semana; si no hay certezas de que no se recaería en la oscuridad, en los subsidios, en el autoritarismo, en la distribución de planes sociales al barrer, que pagan todos los que tratan de sobrevivir como pueden con su esfuerzo?
El gran problema de la Argentina es la falta de confianza en el futuro inmediato, y esta desconfianza hace que en un mercado en el que el dólar no está fijado administrativamente, quienes tienen pesos no encuentran mejor refugio que la compra de dólares y así la divisa norteamericana ha trepado hasta los 40 pesos, con el Banco Central vendiendo centenares de millones para contener esta sobredemanda.
Debe señalarse que durante el kirchnerismo se creó una calidad de vida artificial, pateando la pelota hacia adelante para mantener el electorado cautivo, mientras se pudiera seguir contando con dinero ajeno para los subsidios y contener artificialmente el dólar y los precios, con un déficit fiscal galopante.
El gobierno siguiente, fuera Macri o Daniel Scioli, inevitablemente iba a tener que pagar el precio de la realidad, y eso se está viendo ahora, aunque también corresponde reafirmar que el actual equipo de gobierno ha sido por lo menos ingenuo, y a veces torpe, para manejar una situación que se le ha estado escapando de las manos; porque las inversiones no vinieron, se apostó a un gradualismo imposible mientras mantuvo la sangría de recursos a través de los planes sociales financiados con una matriz productiva que ya no da más, porque luego del sinceramiento habrá que esperar algunos años para que se reacomoden los zapallos en el carro.
Con el dólar a 40 pesos y haber tenido que apelar al préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI), y posterior ampliación que está en estudio, para contar con un margen de reservas que permita capear el temporal mientras se reacomodan algunos parámetros de la economía, los economistas del gobierno han rectificado la política sobre la marcha en lo que refiere al dólar y se apresta a implementar una banda de flotación para tratar de generar confianza en los operadores.
Según informaron los diarios Clarín, Ámbito Financiero y El Cronista, el gobierno argentino utilizaría un esquema de bandas de flotación para el dólar, como forma de frenar los saltos bruscos de la moneda estadounidense (subió 114% en los últimos 12 meses) y contener la inflación (que es de 34,4% en los 12 meses cerrados a agosto).
La banda de flotación establece un “piso” y un “techo” al valor del dólar, dentro de una franja en la que el dólar se mueve libremente, pero cuando amenaza romper el “piso” o el “techo” interviene el Banco Central, comprando dólares en el primer caso o vendiendo en el segundo. Pero, en los esquemas de bandas de flotación el “piso” y el “techo” se van moviendo a lo largo del tiempo, según las necesidades de la política monetaria.
La banda de flotación sería “bastante amplia: un techo que va de los 40 a los 44 pesos argentinos y un piso de entre 32 y 36 pesos”, en tanto el dólar bajó el viernes en el vecino país y se negoció en 37,15 pesos argentinos.
“El negocio ahora pasa en colocar en activos en pesos desarmando posiciones en dólares que estaban en coberturas. Esta vuelta de campana es debido al cambio de expectativas y la nueva estrategia del Banco Central (BCRA) con respecto al mercado de cambios, con una amplia banda de flotación, controlada por el ente regulador”, señaló Fernando Izzo, de ABC Mercado de Cambios.
Ahora, una política económica con el dólar como si fuera una varita mágica no es sustentable, ya sea flotación –aplicado en nuestro país antes de la crisis de 2002–, como mercado libre o el valor prefijado como se hizo en Uruguay durante la dictadura o como el plan de convertibilidad que intentó el expresidente Eduardo Menem.
En todos los casos, el talón de Aquiles está en el gasto excesivo del Estado, en el déficit fiscal, que si no se contiene dentro de determinados límites, hace inútil cualquier intento de mantener el barco a flote, porque no es posible gastar más de lo que entra, si no se imprime dinero y por lo tanto se genera una inflación explosiva, o si se contrae mayor endeudamiento, que compromete el futuro y a la vez resta recursos en capital e intereses para el desenvolvimiento del país.
Es que el dólar es solo uno de los parámetros de la economía, y sin ancla fiscal, sin inversión, sin estímulo para el trabajo, sin exportadores que tengan una rentabilidad acorde a su esfuerzo, lo que se haga en esta materia será pan para hoy y hambre para mañana.
Sirve sí, para controlar el incendio en el momento, para ver si se va recuperando la confianza y se sientan las bases de la recuperación. Lo que es de esperar ocurra en este caso, pero sin aguardar milagros.
Y mucho menos sabiendo cómo se las gastan los sindicatos y los operadores populistas en el vecino país, que se han trazado el objetivo de volver al poder y apuestan al cuanto peor, mejor, lamentablemente. Tendrán paño para cortar, porque la austeridad implica sacrificios y costos políticos, y si no hay grandeza desde todos los actores, nada bueno se puede esperar. Ojalá nos equivoquemos, porque nuestros hermanos se merecen un futuro mejor.