“Endógenos” y no tanto

El dólar registra una nueva racha alcista en el país ante una región sensible a diversos vaivenes. En Argentina, el peso se deprecia frente a la divisa norteamericana, ante una grave crisis económica y de corrida cambiaria que obligó al gobierno de Mauricio Macri a renegociar con el Fondo Monetario Internacional por 50.000 millones de dólares.
Y como en el vecino país se prepara un nuevo año electoral, la tijera recortará más que nunca con el apoyo de los gobernadores. El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, intenta convencer a FMI que se puede recortar aún más y propone 500.000 millones de pesos. El Poder Ejecutivo argentino apura sus propuestas para demostrar que es creíble el mensaje presidencial y conseguir un adelanto del crédito previsto para 2019 y 2020.
La recesión amenaza con extenderse en el tiempo y se abatirá sobre los sectores menos favorecidos e implicará guarismos negativos para el consumo familiar y la actividad laboral. De hecho, se ubica la devaluación en más del 100% en los últimos ocho meses con impacto en los salarios y los precios, fundamentalmente.
Ayer, el Banco Central argentino tuvo que salir a vender rápidamente 40 millones de dólares, apenas abierto el mercado financiero y la fuga de divisas a estas alturas es considerable. Si hablamos de inflación, los analistas calculan que este año llegaría al 40% y sus repercusiones en la región no se hacen esperar.
En Brasil, el real se muestra con extrema volatilidad a partir del atentado contra el candidato derechista, Jair Bolsonaro, quien hasta entonces era favorito en las campañas. Porque Brasil también se encuentra en campaña electoral y la incertidumbre política es alta.
Los resultados de estas elecciones, montadas bajo un raro escenario con el expresidente Luis Inacio “Lula” da Silva preso por corrupción en una cárcel de Curitiba, con las chicanas impuestas por el Partido de los Trabajadores para su liberación –que no movió de su decisión a la Corte Suprema brasileña– y con los intentos fallidos por presentarlo como candidato del PT, acabaron por dinamitar la confianza de los mercados que también “observan” de sus propias perspectivas.
En el grande del norte, el 2019 se presenta con un posible ajuste fiscal. Sin a eso se suma la especulación ante el crecimiento de la izquierda, las ecuaciones tampoco demoran demasiado en presentarse negativas.
Los inversionistas calculaban que Geraldo Alckmin contaba con posibilidades de incrementar su simpatía con el electorado, los analistas especulaban que el derechista Jair Bolsonaro capitalizaría su apuñalamiento a favor de su campaña. Sin embargo, nada de eso sucedió y el candidato de la izquierda Ciro Gomez gana terreno, a pesar de la renuncia de Lula a la campaña en favor de su candidato a vice, Fernando Haddad. Es que la incertidumbre aumenta sobre las posibles medidas de austeridad fiscal que adopte el futuro gobierno, para instaurar nuevamente la confianza en la economía.
La consecuencia rápida es el retroceso del real en casi un 2% y un golpe a la Bolsa que incide en los mercados locales. El resultado, claro está, es un incremento en la divisa estadounidense que ayer cerró a $33,50 o un 0,48% por encima del día anterior y por segundo día consecutivo.
Mientras el ministro de Economía, Danilo Astori, opina que algunos analistas económicos realizan evaluaciones “impregnadas de intereses políticos”, las cosas simplemente pasan. A pesar de la espalda financiera y el supuesto blindaje que repite el Poder Ejecutivo para dar confianza a los inversores, el billete verde incide negativamente. Insumos y servicios que se cotizan en dólares elevan sus precios cada vez que la pizarra se corrige al alza. Ese es un aspecto indiscutible, ante una economía que se ha desdolarizado bastante, pero no lo suficiente como para mirar su entorno con tanta tranquilidad.
De hecho el presupuesto de la última Rendición de Cuentas de Vázquez y que ejecutará el primer año del próximo gobierno tiene poco “espacio fiscal”. Esas dos palabras utilizadas por Astori, definen al margen de maniobra presupuestal que en sus propias palabras “es igual a cero” en el sentido que todo deberá estar presupuestado. Y si la financiación viene de un incremento de la recaudación y de utilidades que volcará el Banco República a Rentas Generales, tampoco es tan difícil saber sobre quienes estará el peso de estos últimos dos años.
El grado inversor no está en peligro, pero los “factores endógenos” que mencionaba Astori para explicar las dificultades de bajar el déficit fiscal, exponen un escenario de muy bajo crecimiento e incluso estancamiento si persisten los problemas de los vecinos. Y aunque es innecesario machacar sobre cosas obvias, es pública y notoria la fuerte caída en las inversiones y sus consecuencias sobre el empleo. ¿O Paysandú no es un ejemplo de esto? Y un buen ejercicio para la memoria es intentar recordar las últimas inversiones en el departamento, pero con empleo genuino porque no vale mencionar obras inauguradas en los últimos años que no incidieron en la creación de nuevos puestos de trabajo en segmento de mejor remuneración. Porque el comercio y los servicios, que generan casi la cuarta parte de la fuerza laboral, tienen bajos salarios.
Con este escenario, sería ilusorio suponer siquiera que el primer año del próximo gobierno estará fácil. De hecho, la actual administración prometió que no aumentaría impuestos y no lo pudo cumplir, porque sus propias medidas de ajuste no evitaron un incremento del déficit fiscal y la deuda pública también aumenta.
Hace rato que se escucha sobre la necesidad de una reforma de la seguridad social, pero el tiempo pasa y el discurso queda. Esa reforma, impostergable, demostrará que se puede llegar a un sistema solvente basado en la “equidad” y la “solidaridad”, como tanto les gusta mencionar. Hoy es deficitario y hay que discutir –además de la edad de retiro– la tasa de reemplazo. Y todo esto es un asunto estrictamente conceptual y descriptivo. Porque más allá de la región complicada que impulsa el dólar hacia arriba en Uruguay, existe una realidad nuestra y “bien a la uruguaya” que ha sido “tirar la pelota para adelante” y otear, a ver qué pasa.