Estrategias para no desaprovechar los TLC

Una de las consecuencias de las dificultades que atraviesan nuestros vecinos Argentina y Brasil, sobre todo el primero, más allá de los problemas en el intercambio comercial y la proyección negativa en la corriente turística, refiere al hecho de que al ser competidores de nuestro país en productos primarios en los mercados internacionales, la producción de origen nacional se encarece relativamente y consecuentemente pierde aún más competitividad.
Es que la competitividad uruguaya está afectada ya por nuestros elevados costos internos, con un tipo de cambio que no nos favorece, pero además en los mercados internacionales nuestro país no tiene acuerdos de libre comercio y ello hace que las naciones que sí los tienen nos desalojen de los mercados con un significativo abaratamiento de sus exportaciones, porque no pagan aranceles.
Además, durante veinte años el Mercosur ha obrado como una suerte de corsé para acuerdos bilaterales y encima el bloque no ha tenido capacidad de concretar acuerdos con otros bloques para facilitar el intercambio comercial, al punto que por ejemplo desde hace dos décadas está en negociaciones interminables con la Unión Europea.
Por añadidura, en los gobiernos del Frente Amplio –se está cursando el tercero– hay marcada controversia entre sectores moderados y radicales respecto a la firma de tratados de libre comercio con terceros países, y recién tras largo debate y cuestionamientos, se ha abierto la puerta para concretar un modesto acuerdo con Chile, que firmara en su momento el presidente Tabaré Vázquez y recién se obtuviera en nuestro país la sanción parlamentaria por las disidencias internas en la izquierda.
Naturalmente, se trata de posturas netamente ideológicas que conviven en la coalición de gobierno, y que ha sido un obstáculo para poder concretar acuerdos similares de envergadura, lo que es un factor que se agrega a las dificultades que significan los altos costos de producción en el Uruguay, por el elevado peso tributario, los precios de la energía y servicios públicos, altos costos laborales en dólares y precios de insumos.
Pero como manifestara en su oportunidad la propia vicepresidenta Lucía Topolansky, el “susto despertó al mamao” y ante estas dificultades crecientes, ahora hasta ha salido en viaje a China para “empezar a explorar acuerdos” que permitan al Uruguay mejorar el comercio.
Indicó que se entrevistará primero con su homólogo chino y con el presidente del Parlamento, así como otras autoridades y la presidenta de la Comisión de Mujeres de China.
La idea es seguir trabajando –dijo– en anexar al Uruguay “a la ruta de la seda”, y para ello viaja acompañada del vicecanciller Ariel Bergamino, a la vez de plantear la posibilidad de participación china en proyectos como la reparación del Palacio Legislativo e intercambio de becas estudiantiles.
Pero naturalmente, la concepción de “mejorar el comercio” es muy ambigua y los antecedentes no son auspiciosos, teniendo en cuenta la oposición generada internamente en el caso de Chile. En este caso estamos ante la segunda economía mundial, que se ha convertido además en el primer socio comercial del Uruguay.
Debe tenerse presente que hace una década las exportaciones uruguayas a China representaban el 3,6 por ciento del total, y actualmente superan el 21 por ciento. Asimismo se ha consolidado como socio de las importaciones uruguayas al posicionarse como su segundo principal origen.
En el reciente foro sobre “Posibles impactos de un TLC con China” el decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica, Ignacio Bartesaghi, reflexionó que al gobierno “le faltó asumir los costos políticos” que ocasiona la discusión interna de un TLC con China, y consideró a la vez que “es fundamental” entender que el próximo gobierno tendrá que atender esta situación “porque si no los otros países seguirán avanzando en el cierre de acuerdos comerciales” mientras que Uruguay “seguirá sin acuerdo con las economías importantes a nivel internacional”.
Evaluó que a través de un acuerdo comercial con China, nuestro país podrá exportar más de lo que ya lo hace, consolidar nuevas líneas mediante la diversificación de productos, insertarse en nuevas cadenas de valor, importar productos más baratos y así mejorar la calidad de vida de la población, generar oportunidades de negocios, atraer más inversiones y a la vez dar una señal de apertura al mundo.
Naturalmente, todo tratado de libre comercio es un camino de ida y vuelta, y a la vez de crearse condiciones para favorecer el ingreso de nuestros productos al gigante asiático, la contrapartida radicaría en que se afecta algunos sectores en los que por razones de costos y escalas resulta ya imposible competir, y mucho menos aún lo sería con un tratado de estas características.
Pero la eventual pérdida de una participación que ya es muy menor en la economía nacional de estos sectores, porque los costos ya no se lo permiten –siempre está la posibilidad de establecer alguna protección, igualmente–, estará cada por la creación de oportunidades a través de la inserción de cadenas de valor, lo que indica que hay más para ganar que para perder cuando se suscriben acuerdos de esta naturaleza.
Bartesaghi subrayó que el comercio entre Uruguay y China no es competitivo, sino complementario, “patrón que hace más difícil la relación”, a la vez que China “exporta cada vez más máquinas, vehículos y productos electrónicos, pero cada vez menos calzado y vestimenta”, estos dos últimos con problemas de producción en nuestro país.
“Eso quiere decir que su estructura productiva cambió, y que ese tipo de industria es cada vez menos relevante para ellos. Ahora quieren ser los líderes tecnológicos”, subrayó.
Pero claro, la letra chica del tratado es un aspecto en el que hay que trabajar y mucho. Nadie dice que es fácil trabajar en un TLC con China o con cualquier otro país, pero mucho menos camino hay en el seguir enchalecados en un Mercosur paralizado y de rehenes en una región en la que nuestros dos vecinos, con su gran inestabilidad, no resultan para nada confiables para hacer cualquier proyección empresarial.