Sigue la novela

La novela de la AUF, aunque ya en un camino de más tranquilidad respecto al principio del escándalo, no culmina. Elegido el Comité de Regularización del organismo, que impuso la FIFA y que trabajará comandado por el senador Pedro Bordaberry hasta febrero de 2019, ahora el grupo que rechaza la intervención de la FIFA tiene todo pronto para acudir al Tribunal Arbitral del Deporte (TAS) buscando revertir esa situación. La decisión del TAS, según dicen, se sabrá a mediados de octubre.
El abogado brasileño Eduardo Carlezzo llegó el jueves a Montevideo para reunirse con los clubes que presentarán ante el TAS el reclamo por la intervención de la FIFA a la AUF. Fueron 10 los representantes de clubes de la Primera División los que mantienen la postura de reclamar ante el Tribunal, mientras que se integraron seis instituciones de la Segunda División Profesional, y se sumarán los 16 de la Liga Amateur.
Estas instituciones, que en innumerables ocasiones se retrasan en pagar sueldos y que muchas veces no cuentan ni de cerca con una infraestructura adecuada para la práctica deportiva, sí desembolsarán dinero para pagar esta carísima movida que incluye un costoso abogado.
Además, recurrir al TAS, en estas circunstancias, no tiene ni pies ni cabeza. La intervención de la FIFA a la AUF –más allá de que el organismo internacional poco puede decir respecto a transparencia y honestidad–, responde a que efectivamente el proceso eleccionario en la Asociación carecía de claridad y a que el nuevo presidente debe salir con el nuevo estatuto, ese que los clubes de Montevideo han pateado para adelante todo lo que quisieron.
El nuevo estatuto tiene que salir sí o sí, no hay vueltas, no hay marcha atrás. Un rechazo al estatuto sería abrir el camino a la desafiliación, a la AUF fuera del mundo futbolístico, condenada al ostracismo. Sería catastrófico para un fútbol pobre de por sí como el uruguayo y también para los futbolistas que juegan acá y en el exterior. Uruguay dejaría de participar de los torneos oficiales por el tiempo que determine la FIFA. Es demasiado riesgo.
Los interesados en recurrir al TAS están tirando de la piola, con testarudez, pensando que –como lo hicieron hasta ahora– van a detener la aprobación del nuevo estatuto, que reordena políticamente al fútbol uruguayo y hace más equitativo el juego de poder. Porque ahí está el meollo del asunto. La pérdida de poder. Ese que deberán compartir en mayor medida, por ejemplo, con la Organización del Fútbol del Interior (OFI), al que quieren tener bajo la pata como en los últimos 100 años.
Desde hace tiempo, EL TELEGRAFO ha informado sobre la exigencia de FIFA para elegir otro presidente de la AUF bajo el nuevo estatuto. Reportando acerca de la posibilidad de que el organismo que rige el fútbol global interviniera. Muchos se rieron, diciendo que eso nunca iba a pasar acá.
“Esto es Uruguay, papá”, parecían decir ante cada advertencia. Así eludieron la responsabilidad de votar un nuevo estatuto durante seis años, plantando a los enviados de la FIFA y pidiendo más reformas al texto. Obviamente, los seis votos que tendrá OFI siempre resultaron la piedra en el zapato, un punto sobre el cual la FIFA no cederá. Que quede claro.
Con el nuevo estatuto se ha querido hacer como están acostumbrados la mayoría de los dirigentes del fútbol uruguayo. Lo querían eludir de vivos, con la supuesta viveza criolla, esa que ya no corre más en ningún lado. Clubes pobres, dirigentes poco formados, cada cual cuidando su chacrita, y esperando que el mecenas “Paco” Casal –a la empresa Tenfield le cae muy mal la intervención, para ellos también representa una pérdida de poder– los venga a rescatar para poder seguir jugando en el torneo vernáculo, a la vez que seguimos dando lástima a nivel internacional.
Llamar golpistas a los que alientan la intervención es una manera bastante berreta de descalificar al otro. Los jugadores, esta nueva dirigencia de la Mutual y los futbolistas de la selección, así como los árbitros, pidieron a la FIFA y a la Conmebol la intervención a la AUF, como manera de salir del entuerto de las elecciones, aunque la intención es más profunda: se trata de hacer una Asociación moderna, ordenada, más democrática, que se adapte al mundo en el que vivimos. A ser más profesional.
La decisión de la FIFA es ajustada a reglamento y la AUF está sujeta a ella, debe someterse a sus leyes de lo contrario se tiene que marchar. No existe golpe de Estado alguno. La FIFA decidió nominar “con efecto inmediato un Comité de Regularización” para gestionar la actividad rutinaria de la AUF, revisar los estatutos y ajustarlos a los requisitos de la FIFA y la Conmebol y llevar a cabo las elecciones con el nuevo estatuto, como todos sabían hace rato pero unos cuantos se hacían los distraídos.
En este contexto, los ofendidos por la intervención –los que quieren mantener el vetusto status quo– acudirán al TAS. Una pérdida de tiempo y de dinero, además de que será un nuevo capítulo para el papelón que ha brindado el fútbol uruguayo al mundo.