Bolivia, un país que no encuentra la salida

En los últimos días se ha dado a conocer la sentencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por la cual se rechazó el reclamo presentado por la República de Bolivia para tener acceso soberano a las aguas del Pacífico en Chile. Si bien la resolución insta a ambas partes a llegar a un acuerdo, reconoce en forma expresa que Chile no contrajo en ningún momento la obligación de negociar una salida marítima con su par boliviano. Esta decisión, de carácter obligatorio e inapelable que fue adoptada por 12 votos a favor y 3 en contra, rechazó que Chile esté obligado jurídicamente a entablar negociaciones con Bolivia para que este país obtenga un acceso soberano al océano Pacífico. Asimismo, se rechazó el pedido boliviano de que se declarase que Chile había incumplido en el pasado esa obligación de negociar.
La sentencia mencionada representa un duro revés para las aspiraciones del presidente Evo Morales de asegurarse en forma anticipada una victoria en las próximas elecciones nacionales que se llevarán a cabo el próximo año y constituyen una clara invitación para reflexionar sobre el ciclo populista que ha devastado nuestro continente por más de una década. Los gobernantes que se presentaron ante la ciudadanía como abanderados de los más desposeídos no pudieron aprovechar una coyuntura favorable extraordinaria para sus economías marcada por un elevado precio de las materias primas en el mercado internacional y se han destacado por los sonados casos de corrupción, nepotismo, avasallamiento de las libertades públicas, violaciones de derechos humanos, persecución de las minorías y de los medios de prensa que marcaron sus períodos de gobierno. A medida que avanzan las investigaciones judiciales en cada uno de sus países o se conocen los informes de organizaciones internacionales como Transparencia Internacional, Human RightsWatch o Amnesty International queda claro la herencia nefasta que han dejado los mandatarios populistas Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Lula da Silva, Rafael Correa, Nicolás Maduro, Cristina Fernández, Fernando Lugo, Dilma Rousseff o el propio Evo Morales.
Como el resto de sus colegas populistas, Morales necesita de un “chivo expiatorio” al cual responsabilizar por los graves problemas que enfrenta su país y que ha sido incapaz de solucionar desde su llegada al poder en el año 2006. Durante años el mandatario boliviano ha expresado, por ejemplo, que Chile es un país “expansionista” e “invasionista” que quiere aparecer como el “niño mimado de Estados Unidos” y cuyo objetivo es “perjudicar el desarrollo económico de Bolivia”. Esta política de culpar al otro por sus propios errores no es nueva en la región; como lo señaló expresidente de Costa Rica Óscar Arias en la V Cumbre de las Américas, durante la cual manifestó lo siguiente: “Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el Presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo… No podemos olvidar que en este continente… por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran… pobres”. Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta… perdimos la oportunidad”. Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 o 40 años– es un país con U$S 40.000 de ingreso anual por habitante, hoy Honduras ronda 2.000 dólares. Incluso el argumento boliviano de que no ha podido desarrollarse económicamente debido a su imposibilidad de contar con una salida al mar resulta insostenible cuando se piensa en los niveles de desarrollo económico y social que han logrado otros países que tampoco cuentan con dicha salida, tal como sucede con Austria, Luxemburgo o Suiza.
Al igual que otros mandatarios populistas, Morales ha reformado la Constitución para perpetuarse en el poder y todo indica que se harán tantos cambios como sean necesarios para transformarlo en un gobernante eterno, a la imagen y semejanza de Fidel Castro. Muestra del desprecio por las normas legales y en la misma línea del expresidente José Mujica, el presidente boliviano señaló públicamente en el año 2006, en el marco de su programa de nacionalizaciones, que “por encima de lo jurídico, es lo político (…) cuando algún jurista me dice: Evo, te estás equivocando jurídicamente, yo le meto nomás. Después les digo a los abogados: si es ilegal, legalicen ustedes, ¿para qué han estudiado?” Una vez más queda en claro que para los mandatarios populistas poco importa la vigencia de las normas jurídicas o la división e independencia de los poderes del Estado. Al fin y al cabo cualquier texto legal, por importante que sea, puede ser torcido o directamente dejado de lado para satisfacer las necesidades puntuales de poder de estos mandatarios embriagados por el ejercicio del poder.
El discurso de Morales no solamente elude sus responsabilidades institucionales frente a los problemas que cada día sufren millones de bolivianos, sino que pone en jaque a los comisarios de lo político correcto (una fuerza de choque que crece en la opinión pública nacional e internacional, transformándose en una versión renovada de la Inquisición) al expresar, por ejemplo, que “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres”. Igualmente de graves han sido sus declaraciones en la Academia de Historia Militar de La Paz donde señaló que: “Cuando un jovenzuelo embaraza a su compañera es preferible escapar al cuartel (recinto militar), porque cuando sale del cuartel es intocable el soldado” o cuando cantó coplas carnavaleras que incluían estrofas donde expresaba que “Este Presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón”, “Las ministras andan por los balcones, pidiendo limosna para sus calzones”, “Estas Bartolinas (dirigentes de indígenas) tienen mucha fama, porque yo las llevo directo a mi cama”. Resulta curioso que en nuestro país ninguna de las organizaciones que dicen defender la igualdad de género o los derechos de la comunidad LGTB haya repudiado en forma expresa, contundente y masiva estas declaraciones; resulta obvio la cercanía ideológica con Morales pesa más que los derechos que supuestamente defienden mientras reciben abultadas donaciones desde el extranjero.
La salida que debe encontrar Bolivia no se refiere únicamente a su acceso oceánico. Al igual que muchos países latinoamericanos en los cuales gobierna la peor cara del populismo, los bolivianos deben encontrar una salida hacia el futuro basada en un diálogo con el resto de los países en la región para lograr en el acuerdo lo que el fallo de la ICJ le ha negado y para que la tanta veces invocada integración latinoamericana no sea solamente un pretexto para trasladar de un país al otro valijas llenas de dinero fruto de la corrupción. Y que se transforme de una vez por todas en la realidad que soñaron héroes de la talla de José Artigas, José de San Martín, Simón Bolívar o Bernardo O´Higgins, quienes no vendieron el rico patrimonio material y moral de sus pueblos para enriquecer sus arcas personales, algo que los actuales populistas latinoamericanos han hecho hasta el cansancio.