“La cueva de los sueños olvidados” esta noche, en Cine en EL TELEGRAFO

Esta noche en Cine en EL TELEGRAFO se exhibirá “La cueva de los sueños olvidados”, un documental de Werner Herzog, rodado en la cueva francesa de Chauvet, considerada como uno de los mayores tesoros de la humanidad: es una galería de arte natural con más de 400 pinturas rupestres de 32.000 años de antigüedad.
Todo un reto filmar allí y ese reto lo propuso History Films al invitar a filmar el interior de una caverna, cuyas superficies rocosas han sido concebidas como murales, para mostrar un magnífico bestiario prehistórico.
Herzog sobrevuela con su cámara, casi al ras de la tierra, las hileras de viñedos en una zona del sur de Francia, hasta llegar al río Ardéche, donde un arco de piedra natural le da el nombre a la región: Vallon Pont d’Arc. A pocos metros se encuentra la entrada a la Cueva de Chauvet, donde se hallan pinturas rupestres de hace más de 32.000 años.
El ingreso es restringido, las emanaciones de la roca permiten la presencia humana escasas horas al día. La necesidad de protección del área obliga a utilizar una pasarela de escasos centímetros de ancho, que recorre la caverna en toda su longitud, pero que no admite desplazamientos de cámara ambiciosos ni iluminación cálida.
Estas limitaciones, más que trabas, le han significado al autor alemán un verdadero reto, que ha conseguido sortear con éxito, para integrar al espectador a la experiencia vivida por el pequeño equipo de filmación, tras franquear la puerta metálica que permite la entrada a una de las cuevas más antiguas que ha habitado el hombre.
Estructurado en cuatro secciones (introducción, dos partes y epílogo), este documental permite acercarse a una de las experiencias más asombrosas conseguidas por un filme.
La introducción está dada por ese sobrevuelo de los viñedos hasta superar el río y llegar hasta el arco de piedra, para luego recorrer las escarpadas paredes exteriores de la caverna. Ese vuelo preludia una especie de iniciación, que se dará al internarnos en la oscuridad de la cueva.
El núcleo del relato está dividido en dos partes: la primera, típica del clásico documental, interroga a los científicos, ofrece datos sobre la situación del equipo de filmación y realiza una pequeña historia del descubrimiento de la caverna.
Entre los entrevistados hay especialistas de todo tipo, incluyendo uno que describe al personaje autor de la mayor parte de las pinturas rupestres, al cual imagina de 1,80 metros de altura, con un dedo meñique torcido en la mano derecha. Hizo un relevamiento de las pinturas y podría decir qué rastros son de los osos de las cavernas y cuáles trazos son anteriores en 10.000 años del resto. Se ven rasguños y es posible imaginar a los osos, cuyas osamentas descansan en el piso, ofreciendo una imagen casi fantástica, debido al baño de calcita que han ido recibiendo durante tantos siglos, que las hace aparecer brillantes, congeladas, casi intactas.
También se ven huellas de un niño, olas de agua petrificadas o las pinturas más elementales, teñidas de pintura roja, aplicada con las manos. Líneas realizadas con carbón, cuyos rastros aún pueden verse en el suelo. Ha habido vida allí, y se siente.
“La cueva de los sueños olvidados” se exhibe esa noche en la sala “1º de Julio” a las 20, con apertura de la sala a las 19.30. Ingreso libre y gratuito.