Pinturas rupestres de Chamangá desnudan flaquezas del SNAP

Una serie de artículos publicados en este medio días atrás dejaron al descubierto la compleja situación de las pinturas rupestres de Chamangá que, siendo el núcleo del área protegida del mismo nombre, se encuentran en malas condiciones por la falta de acciones para preservarlas del deterioro natural o el vandalismo.
Localidad Rupestre de Chamangá, ubicada al este de la ciudad de Trinidad en el departamento de Flores, es una extensión de más de 12.000 hectáreas caracterizadas por un relieve suavemente ondulado y ecosistemas de praderas, con suelos de alta fertilidad dedicados a la explotación agrícola ganadera extensiva y áreas de montes y bañados.
Allí se encuentra la mayor concentración de pictografías rupestres de nuestro país, cuya singularidad está dada por su emplazamiento en campos abiertos y sobre afloramientos graníticos.
Chamangá forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) bajo la categoría Paisaje Protegido, habiendo sido la quinta en ingresar al referido sistema luego de hacerlo Quebrada de los Cuervos (Treinta y Tres), el Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay en Río Negro, el Parque Nacional Cabo Polonio en Rocha y al Paisaje Protegido Valle del Lunarejo en Rivera.
El área cuenta con valores naturales y culturales incluyendo pinturas rupestres y restos arqueológicos prehistóricos, que han sido objeto de estudios académicos e investigaciones científicas. Previamente a su entrada en el SNAP, el sitio contaba con una declaración de interés departamental para su estudio, investigación y preservación desde setiembre de 1998.
A pesar de su importancia histórico cultural, actualmente “no sólo la erosión natural del clima y el paso del tiempo siguen actuando sobre el principal conjunto que se puede admirar aún a plena luz del día (…) sino que la ausencia total del Estado puede colaborar en su destrucción total, por la demolición de estas inmensas bochas de granito gris, por vandalismo o por robo, a pesar de ser Patrimonio Mundial de la Unesco y Paraje Protegido del Sistema Nacional de Áreas Protegidas hace ya ocho años”, expresa uno de los artículos publicados por el periodista Daniel Hardy Coll al señalar que el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente “no está actuando en el lugar tras su última visita guiada en el invierno de 2016”.
Agrega que el Paisaje Protegido Localidad Rupestre de Chamangá sigue estando en la guía del SNAP, pero sin ninguna clase de conservación, amparo o resguardo y de protección concreto.
Hoy en día Uruguay cuenta 15 áreas integradas al Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) a lo largo de todo el territorio nacional. Son lugares destinados a priorizar la articulación de la conservación de las áreas naturales y el desarrollo, promoviendo el uso responsable de esos espacios y la preservación de su riqueza natural y diversidad biológica así como sus valores culturales asociados.
El Sistema, que cumplió este año su primera década de existencia es una herramienta válida y fundamental para conciliar el cuidado del ambiente –en particular de la diversidad de paisajes, ecosistemas, especies y elementos culturales– con el desarrollo económico y social del país, apostando a generar oportunidades para las comunidades locales y la sociedad en su conjunto a través de la recreación, el turismo, la educación, la investigación y el desarrollo de actividades productivas compatibles con la conservación.
Sus quince áreas protegidas suman 279.516 hectáreas, es decir, menos del 1% del territorio nacional (0,878%) entre superficies terrestres y marinas. No obstante esta baja cobertura de superficie, el porcentaje de “ecorregiones” integradas es del 86% del total del país, el de unidades de paisaje supera el 90%, los ecosistemas amenazados integrados alcanzan el 44% y el porcentaje de especies prioritaria para la conservación representadas llega al 38% del total. Esto significa que a pesar de ser todavía un sistema pequeño, la representación de elementos significativos es muy alta fruto, como señala el SNAP, de un trabajo que se hace con criterios científicos y metodologías modernas y adecuadas.
En este contexto, la desprotección o dificultades de la Localidad Rupestre de Chamanga deben ser atendidas de inmediato como forma de salvaguardar este patrimonio. No es una tarea fácil dado, entre otros aspectos, los conflictos de intereses existentes. En todo caso, también existen responsabilidades para su sostenimiento y protección que deberían establecer la primacía del interés general sobre el particular. No obstante, otras áreas protegidas están funcionando muy bien con acción estatal para el desarrollo de capacidades locales y el involucramiento de la población local. Un claro ejemplo lo tenemos el área protegida de Montes del Queguay donde no sólo hay emprendimientos productivos en el área sino que también el Ministerio de Turismo ha realizado inversiones importantes –por ejemplo mediante la construcción de un Centro de Visitantes– que contribuye a dotar a la zona de infraestructura necesaria para recibir turistas.
A su vez, la población local también ha sabido desarrollar una oferta de servicios turísticos que involucran al área protegida como uno de sus atractivos principales para aquellos turistas que buscan vivir experiencias asociadas al disfrute y el conocimiento de la naturaleza o la práctica de deportes en espacios naturales. E incluso, otras acciones como el recientemente realizado seminario internacional “Ruta de los Butiá” –con participación de representantes de nuestro país, Argentina y Brasil– constituyen iniciativas interesantes para poner en valor la zona.
En este sentido, la realidad parece señalar claramente que allí donde hay una sociedad civil que da importancia estos temas en sus múltiples dimensiones y que se encuentra fortalecida para llevar adelante iniciativas que ponen en valor los recursos naturales y culturales del lugar así como captar y exigir los apoyos y cumplimiento de responsabilidades estatales, las cosas son más fáciles y el panorama más alentador.
Pero también hay que atender las razones por las cuales una determinada área protegida no funciona. Y no debe perderse de vista que las áreas protegidas deben de ser sustentables, y por lo tanto el área delimitada tiene que ser de un interés público razonable que justifique su protección. Quizás en el caso de Chamangá este criterio elemental no haya sido justipreciado, dado que el turismo que atraen los petroglifos muy distantes entre sí, obviamente no es suficiente para justificar la “protección” de todo un campo, con toda la gestión que eso implica. Por lo tanto si de verdad se quieren conservar algunas piezas por su elevado valor arqueológico, habría que buscar un método más realista para lograrlo.
A 10 años de la implementación de las áreas protegidas y en medio de los festejos, Chamangá puso de manifiesto una debilidad importante del sistema, y es que lo que lo que marcan los estudios y evaluaciones previas no siempre es realista. Eso en entendible, porque siempre hay un factor de incertidumbre, pero entonces lo que corresponde es realizar evaluaciones periódicas en territorio para determinar si el proyecto original se respeta, se ha ido desvirtuando y hasta si corresponde continuar manteniendo determinada área dentro del SNAP, de forma de cuidar los cuantiosos recursos que se invierten en el sistema y que, al menos en este caso, claramente se están malgastando.