Con la personalidad de un gran campeón

Ganar un campeonato nunca es una casualidad sino una causalidad. Levantar la copa es lo más lindo, la mejor manera de concluir una temporada. Si eso sucede es porque detrás del proyecto deportivo existe trabajo y sacrificio, bases fundamentales para alcanzar los objetivos y para aspirar a una vuelta olímpica. Y esto sucedió con Trébol, brillante campeón del Uruguayo de Clubes de rugby tras vencer en una final épica a Old Christians, el sábado en la cancha de Old Boys.
¿Quién iba a pensar que la batalla iba a finalizar en empate en los 80 minutos (22-22) y que terminarían disputando un alargue, en el que tampoco se sacaron ventajas? ¿Quién hubiera pensado tirar penales para conocer al campeón? Toda esta tensión debieron soportar los finalistas con un desenlace a favor de Trébol y, cabe decir, pudo ser para cualquiera de los dos.
Durante todo el torneo, a los dirigidos por Mateo Durán les sobró personalidad y confianza en la idea, en su fortaleza, espoleadas en sacrificados entrenamientos –una mitad en Paysandú y otra en Montevideo– y en el convencimiento de que había material para lograr grandes cosas, partido a partido, con el foco en fortalecer al club como primera meta. Eso sirvió para acometer un largo y duro año que incluyó el Interior B de Argentina, donde el sanducero cayó en cuartos de final.
Luego de un clasificatorio brillante, con 16 partidos ganados y solo cuatro perdidos, llegó el turno de afrontar la semifinal ante Carrasco Polo en busca de la primera final en la historia de la institución sanducera, de 42 años de vida.
Se planteaba, en primer lugar, superar la barrera psicológica de esa instancia, con el recuerdo fresco de lo sucedido el año pasado frente a Old Boys, en una serie que parecía abrochada y que se escurrió entre las manos en el partido revancha en Paysandú. Como aquella vez, en la ida Trébol superó con lo justo a Polo en calidad de visitante; y, en la vuelta como local, ganó el caballito pero la diferencia de tries –a favor del albiverde– supuso la clasificación a la finalísima.
Como en el duelo ante Old Christians, en el segundo encuentro contra Carrasco Polo hubo un momento en que todo se hacía cuesta arriba, casi sin posibilidades, donde sobrevolaba la sensación de lo inalcanzable. En ambos casos, prevaleció en Trébol el orden y la confianza en sus propias armas, y así lo sacó adelante.
En semis se evidenció en aquellos casi 15 minutos sobre una esquina, buscando el try de la clasificación con el tiempo como enemigo. Y en la final tuvo el desafío de remontar 12 puntos de distancia, con los azules desplegando un juego efectivo y casi sin fisuras en defensa.
Y ni qué hablar en la intensidad demostrada durante todo el cotejo –marca registrada del equipo este año, bastante diferente al pasado cuando sufría baches inexplicables–, también desplegada en el alargue pese al cansancio. Trébol siempre estuvo en partido, metidísimo, jugando con grandeza ante el encumbrado Old Christians, ganador de las tres ediciones anteriores del Uruguayo.
La experiencia de hombres de mil batallas como Carlos Arboleya, Ignacio Grignola e Ignacio Secco, la versatilidad de los hermanos Pereira y Mateo Torterella, la velocidad de Sebastián Schroeder, Brian Vergara y Francisco Mársico, la templanza del capitán Sebastián Samudio y la jerarquía de Alejo Durán, responsable del penal decisivo, el que desató el ansiado grito de campeón. Durante el torneo, sobresalieron otros como Juan Pedro Rombys y Guillermo Lijtenstein, ausentes en la final por diferentes motivos. Todos ellos y un plantel comprometido llevaron al club sanducero a su hora más gloriosa.
PD