Desafiante

Uno de los asuntos que más preocupan a nivel regional es Venezuela. Por su crisis económica, política y social, por la sangría de ciudadanos que se escapan del país, porque el régimen está aislado y excluido del Mercosur, porque se violan los derechos humanos, y porque las elecciones que le dieron el triunfo a Nicolás Maduro permanecen cuestionadas por gran parte de la comunidad internacional.
Aunque para el gobierno de Uruguay nada de esto esté sucediendo, afirmando mientras que allí existe democracia plena. Aún estamos esperando a que se destapen los vínculos entre el chavismo y Uruguay, para comprender tan ciego apoyo a una administración reñida con el Estado de derecho y el sentir republicano. La nación caribeña se despeña, pero por estos pagos miramos como si todo estuviera bien.
Y ahora que Maduro asumirá oficialmente su segundo mandato hasta 2025, el próximo 10 de enero, el mandatario venezolano no hace otra cosa que incrementar el desafío hacia todo lo que no esté de acuerdo con él. Sin ceder en la represión a los opositores, sin buscar puentes en la región para concretar acercamientos, sin reconocer el desastre que ha montado, acaba de decirles a los embajadores acreditados en Venezuela que si a sus gobiernos no les gusta el régimen chavista, pueden retirarlos a todos.
En este ámbito, Maduro sigue ubicándose en el lugar que mejor le sienta: el de víctima de un complot de Estados Unidos. El tirano necesita un enemigo y ese se encuentra en Washington, un alegato que parece ridículo pero que para muchos funciona. Así lo denunció el presidente el miércoles pasado, al decir que la Casa Blanca cuenta con un plan para matarlo; y lo mismo comentó el canciller Jorge Arreaza el jueves pasado.
El gobierno de Maduro suele desplegar una inflamada retórica “antiimperialista” con continuas denuncias de golpe de Estado y planes de magnicidio. El nuevo complot, insistió el canciller, incluiría el entrenamiento de tropas regulares en Estados Unidos para tomar bases militares en Venezuela y de 734 “mercenarios” en Colombia para simular ataques de militares venezolanos contra países vecinos. Mientras su pueblo muere de hambre, campea la corrupción y la inseguridad, escasean los alimentos y los medicamentos, Maduro insiste en el asunto del complot para matarlo. Es el tick que tiene de forma permanente para justificarse. También lo hacía el difunto Hugo Chávez, el mentor del socialismo del siglo XXI y que ha llevado a Venezuela al desastre y destrucción.
El famoso supuesto atentado fallido a través de drones, durante un desfile militar, alimentó esta teoría del inminente magnicidio. Lo utilizaba el cubano Fidel Castro en su momento. Y nunca ocurrió, pero sí sirvió para que la turba seguidora de sus lineamientos se agarrara de algo para apoyar al líder que los dirigía hacia la liberación del imperialismo que los oprime y es la única causa de sus males.
Los mecanismos para amedrentar a los opositores incluyen erradicar a la prensa que no sigue los lineamientos del régimen. En el caso venezolano, la guerra ha sido progresiva y poco a poco los medios de oposición o independientes, han bajado persiana. Paulatinamente. El último en hacerlo fue el emblemático diario El Nacional de Caracas luego de 75 años de historia. Su última edición impresa salió ayer, aduciendo falta de papel, presiones políticas y problemas económicos.
Las rotativas se detuvieron tras dos décadas de duro enfrentamiento con los gobiernos de Chávez y Maduro, a lo largo de las cuales decenas de medios desaparecieron. “Han logrado silenciar la radio y la televisión y han hecho desaparecer a los medios impresos independientes”, dijo el dueño del diario, Miguel Henrique Otero, refiriéndose al gobierno de Maduro, a quien en sus editoriales llama “dictador”. El Nacional, no obstante, continuará con su edición online.
En definitiva, Venezuela se encuentra al borde del precipicio después de 20 años de chavismo. Y el chavismo, lejos de reconocer algún tipo de error, se muestra desafiante, comprometido a hundir aún más a esa hermosa nación a la que le hemos dado la espalda por intereses espurios.
Según el gobierno de Maduro y sus fieles seguidores, en la actualidad el pueblo decide el destino del país con las mayores reservas petroleras del mundo, en cambio, esas reservas no han logrado sacarlos de la crisis y su corrupto uso ha enriquecido a unos pocos. Los “maduristas” aseguran que sí se han logrado “conquistas sociales” y también defienden su política económica caracterizada por constantes aumentos salariales, controles de precios y un control de cambio que comenzó en 2003 y que al día de hoy mantiene al país en una sequía de divisas.
El Grupo de Lima, que reúne a una docena de países americanos que consideran rota la democracia en Venezuela, sesionó en Bogotá el pasado 31 de octubre para analizar posibles opciones a partir del 10 de enero, pero no anunció ninguna decisión sobre la renovación del mandato de Maduro. Lamentablemente, Uruguay no integra el Grupo de Lima.
Algún día tendremos que pedirles disculpas a los venezolanos, que tan bien se portaron con los uruguayos cuando por aquí se había quebrado la democracia. Aunque será una mancha difícil de quitar.