Hormigones para 50 años continúan un problema de siete décadas

El pasado domingo publicamos una nota de opinión en la cual señalábamos la necesidad de encarar obras de importancia que apunten a reducir el impacto del escurrimiento del agua de lluvia en las calles del centro de la ciudad.
Esta necesidad surge debido a que, con el paso de los años, ha habido muchos cambios urbanísticos que incrementaron sustancialmente el volumen de agua que converge en determinadas calles ante cada lluvia de cierta intensidad. Entre estos factores figura la norma que obliga a que los pluviales de las viviendas se viertan a la calle, en lugar de a la red cloacal –práctica común hace algunas décadas–, que la superficie asfaltada y techada aumentó exponencialmente y que todo lo que se hizo de obra pública en el centro no ha hecho más que agravar el problema.
En dicho artículo recordamos una propuesta que expusimos a instancias de la recuperación del hormigón de calle Vizconde de Mauá, por la cual sugeríamos aprovechar que casi el 50% de la calle se había levantado para hacer los paños a nuevo, de forma de instalar caños de gran diámetro bajo la calle para canalizar el agua proveniente de las calles Florida y Vizconde hasta Charrúas, y de ahí continuarlo hasta la esquina de Monte Caseros, donde ya existe una gran boca de tormenta. En el cruce de Vizconde con Uruguay se podría construir una boca de tormenta similar, de esas que cruzan la calle en forma similar a un mataburros.
Este sistema existe desde calle Monte Caseros al sur, y fue hecho entre 1947 y 1955, porque la ciudad estaba cortada por el arroyo Charrúas. Tanto es así que antes para cruzarlo había puentes peatonales giratorios de madera. Y funciona muy bien, como mostramos en esta secuencia de fotos tomadas el lunes durante un chaparrón.
En la primera imagen, el agua de calle Vizconde de Mauá dobla hacia el oeste por Charrúas, formando un torrente que impide la circulación de vehículos pequeños. En la segunda fotografía se ve la alcantarilla de calle Monte Caseros, que se “traga” buena parte de ese volumen, aunque ciertamente no da abasto. De todas formas, en el cruce con 19 de abril el agua ya no es un problema grave para el tránsito –foto 3– y ya a la altura de Setembrino Pereda –foto 4–, contrariamente a lo que podría suponerse, porque estamos seis cuadras más “abajo” y sobre el mismo canal, prácticamente no hay concentración de agua sobre la calle.
El problema es que en estos casi 70 años Paysandú creció mucho, y lo que antes era campo o casas con grandes terrenos, ahora es centro. Y en siete décadas lo único que hemos hecho en cuestión de pluviales, es aumentar los problemas.
Puede que esta propuesta no sea la mejor, tal vez hasta habría que pensar en agrandar el antiguo colector de calle Charrúas; pero sea como sea algún intendente –o más de uno–deberá en algún momento tomar el toro por las astas y encarar estas obras en serio. Porque no podemos pensar en seguir haciendo hormigones para 50 años que pronto habrá que romper para solucionar un problema que viene de hace 70, y que todo indica seguirá agravándose.