Las palabras del presidente

Al presidente Tabaré Vázquez se le ocurrió decir, en medio de un asado con su gabinete y legisladores oficialistas en la residencia de Suárez y Reyes, que cuando cerró el contrato con la consultora de opinión Equipos el 15 de diciembre, a los dos días le bajó 5 puntos la aprobación. “¡Qué casualidad!”, agregó.
De acuerdo al mandatario, quien tiene vedada cualquier actividad o manifestación de contenido partidario, recordó que la empresa “fue la misma que dijo en la última campaña electoral –cuando yo decía que ganábamos con mayoría parlamentaria– que teníamos 39%”. Vázquez analizó que esta forma utilizada trabaja “sobre el subconsciente colectivo” y genera una imagen “a partir de un punto de partida de una premisa falsa”.
Así concluyó que no hay evidencia empírica para afirmar que la oposición se junta para votar en un balotaje porque tanto José Mujica como él mismo, ganaron con mayorías parlamentarias. “Ganamos al Partido Nacional por 8 puntos” en primera vuelta “y en la segunda vuelta le ganamos por 13 puntos”, recordó.
Es así que cuestionó: “¿Dónde está que votan juntos? Pero sin embargo lo utilizan. Lo utilizan para generar en el subconsciente colectivo de que esto ya está liquidado, que gana la oposición, el Partido Nacional y no hay más nada para hacer. Y se equivoca la paloma, hay mucho para hacer y es mucho lo que tenemos para hacer”, con el augurio de un cuarto gobierno del Frente Amplio.
Sin embargo, en setiembre – es decir tres meses antes de caer el contrato con Equipos– Ignacio Zuasnabar presentaba resultados, donde marcaban una desaprobación a Vázquez que no se daba desde el gobierno de Jorge Batlle. En ese momento, la fuerza política caía en intención de votos e igualaba a los blancos, con una desaprobación en la gestión del 52% y una aprobación del 24%.
Las razones eran (y son) múltiples como la falta de empleo, aumento del desempleo, la presión impositiva y la inseguridad. Pero en agosto, el Frente Amplio había encargado a Equipos una encuesta a nivel nacional para conocer la realidad en cada departamento y, por ejemplo, en Maldonado los blancos encabezaban la intención de voto tanto en las elecciones nacionales como departamentales. Incluso con una diferencia que duplicaba con 45% para los blancos y 19% para el FA, en las departamentales. Allí, la gestión de Enrique Antía era calificada en agosto como “buena” a “muy buena” por el 57% de los consultados y el 9% cree que es “malo” o “muy malo”.
O cuando a mediados de 2017 era un secreto a voces la renuncia del exvicepresidente, Raúl Sendic, en la interna del Frente Amplio y el presidente sostenía que era víctima de “un bullying fantástico”. En ese momento, Equipos puntualizaba que su vice tenía 9 puntos de simpatía y un saldo negativo neto de -65 %.
Es decir que, aún con contrato, la empresa evidenciaba guarismos en bajada para la fuerza política en el gobierno y no hay ninguna “¡casualidad!” entre lo que difundía antes del 15 de diciembre y lo que presentó el día 17 de este mes.
Pero esa no es la cuestión, sino el sostenido abuso de poder que ejercen con sus declaraciones algunos integrantes del Poder Ejecutivo, incluido el mandatario, cuando confunden “enchastre” con libre ejercicio de una profesión –como puede ser el periodismo o la medicina– con la que sostiene un largo encono y utiliza para argumentar cuando siente desprotección.
Y no solo ha dicho la prensa que Vázquez no gobierna, sino que al director de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Fernando Isabella, le “gustaría tener un presidente que dirigiera al gobierno y diera orden a los ministros”, porque su fuerza política “ha dado la imagen durante cuatro años de un lío permanente”. Y como dichas declaraciones tampoco responden a un “síndrome opositor”, es que solamente alcanza con quedarse un rato más en los comités de base, para que los referentes del gobierno o líderes de sectores se sinceren, como ya lo hizo el propio Sendic o la senadora Constanza Moreira, en Malvín, cuando afirmó que el presidente “tiene poca capacidad de iniciativa”, al tiempo que veía a un gabinete “exhausto”. Una “izquierda que no tiene capacidad de reaccionar y decir: ‘Cambia la mitad del gabinete’. ¿No?”. Claro que las declaraciones hacia la interna jamás se sostienen en el plenario parlamentario porque un ministro como Eduardo Bonomi ha tenido todo el respaldo político, mientras existen hechos –aún hoy– sin resultados en las investigaciones.
Porque la izquierda hubiera gritado y armado tal escándalo político si en una cárcel se hubieran quemado vivos a 12 presos, pero ocurrió en Rocha en 2010, y hasta ahora nada pasó, mientras sus familias reclaman por “verdad y justicia”. ¿Esas palabras le suenan?
Es que por mucho menos vuelan cabezas en este país, como la del exdirector del Instituto Nacional de Rehabilitación, Gonzalo Larrosa, cesado luego de la polémica sobre el asesinato de un recluso a manos de un efectivo y que la senadora Ivonne Passada -–presidenta de la comisión especial de seguimiento del sistema carcelario– se refirió todo el tiempo y ante los medios de comunicación, como su “fallecimiento”. En todo caso, no es la “prensa opositora” que cambia el sentido de los vocablos en medio de una oración.
Y tampoco por ese hecho hubo mayores responsabilidades, por tanto, podemos seguir con un listado “estratégico” –de acuerdo a la definición que ostenta el mandatario– de asuntos que han servido de titulares.
O cuando la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, trató de “plaga que aumenta” a las religiones evangélicas porque la izquierda no sabe “crear una utopía de hombre nuevo en siglo XXI y nos pisan los talones”, en un comité virtual, desde donde se retiró tras las polémicas declaraciones.
Y todo eso, sin reconocer, que varias oenegés de ese origen y otras “plagas que le pisan los talones” contienen a personas con consumo problemático de sustancias porque el Estado aún no encontró la manera de solventar una estructura y enfocar tratamientos adecuados para “este hombre nuevo del siglo XXI”.
Y seguramente mucho más les costará reconocer que se preocuparon por sacar adelante la “ley Mujica” y después que otro se ocupe de la falta de espacios y recursos capacitados para atender un problema que se extiende y no se soluciona con discursos alentadores.
Por eso, para el gobierno, todo está contaminado por ese síndrome que requiere de “una capacidad de respuesta mucho más fuerte”, según el presidente. Tan fuerte como cuando culparon a la oposición y a los medios de comunicación de poner en peligro la institucionalidad democrática.
Pero no importa su estrategia, ni tampoco interesa lo que digan. Para eso y para todo lo demás, existen los archivos.