Muy pocas todavía

La programación informática es un campo en el que predominan los hombres y aunque muchas empresas plantean su interés en contratar mujeres, en el mercado laboral hay pocas. No es un fenómeno que ocurra solamente en Uruguay sino en otros países de la región como Argentina y Brasil y también en Estados Unidos y países de Europa.
Mujeres como Ada Lovelace (nacida en 1815 y célebre sobre todo por su trabajo acerca de la calculadora de uso general de Charles Babbage, denominada máquina analítica, en cuyas notas se encuentra lo que se reconoce hoy como el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina), Margaret Hamilton (directora de ingeniería de software del proyecto que escribió el código de la Guía de Apollo Computer, el primer computador portátil, que fue desarrollado en el Laboratorio de Instrumentación del MIT para la misión Apolo 11 y permitió el primer alunizaje) o las mujeres de la ENIAC (un grupo de seis mujeres jóvenes que desarrollaron el primer ordenador programable totalmente electrónico como parte del programa militar de la Segunda Guerra Mundial del ejército de Estados Unidos, las cuales obviamente no tuvieron ningún reconocimiento en su tiempo) entre otras siempre escasas, fueron pioneras en el trabajo en tecnologías. No obstante, desde aquellos días éste sigue siendo un campo de claro predominio masculino.
En Estados Unidos el 73% de los trabajadores del rubro son hombres. Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa en España (2017), de los analistas y diseñadores de software y multimedia trabajando, sólo un 22,56% son mujeres. Los especialistas en bases de datos y redes informáticas solo cuentan con un 18,18% de mujeres en actividad, y solo hay un 13% de mujeres programadoras informáticas.
Una mirada a la región muestra que en Argentina entre 2010 y 2015 se registraron 102.800 nuevas inscripciones en carreras relacionadas con programación. De este total el 16,02% corresponden a ingresos de mujeres y 83,98% a varones, según datos del Ministerio de Educación del vecino país.
La conclusión es clara: en todo el mundo las mujeres están infrarrepresentadas en las carreras de tecnologías de información y comunicación y, según el informe Cracking the Code publicado por Unesco, alcanzan apenas al 3% de los graduados del mundo.
El referido informe coincide en sus conclusiones con muchos estudios sobre aprendizaje y cerebro que indica que no se observan diferencias en el mecanismo neurológico por sexo para el aprendizaje tecnológico y en principio tanto niños como niñas tienen similar interés por estos temas, aunque ellas parecen perderlo en la adolescencia, lo que impacta directamente en la elección de carreras o formaciones profesionales.
En Uruguay, las adolescentes y jóvenes mayoritariamente no estudian ni trabajan en tecnología y solo un 22% de los que ingresantes a estudiar carreras de tecnológicas son mujeres. La información aportada por la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI) se puede comprobar en los centros de estudio donde los estudiantes de estas carreras son predominantemente varones y lo mismo pasa si recorremos los departamentos de tecnología de las empresas.
Resulta llamativo que esto ocurra en un país en el que hace al menos 15 años el sector de las TIC no ha dejado de crecer, siendo además un sector con cero desempleo y en el que las empresas tienen dificultades para conseguir personal capacitado. Aun cuando las chicas utilizan ordenadores e Internet tanto como los varones, la probabilidad de que aquéllas consideren la posibilidad de estudiar una carrera relacionada con la tecnología es cinco veces menor.
Desde hace ya algunos años la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) ha dispuesto la celebración en el mes de abril del Día Internacional de las Niñas en las TIC, que representa un llamado a los ministerios de comunicación, educación, los organismos reguladores nacionales, las empresas del sector privado, instituciones docentes y oenegés a organizar eventos locales o dirigidos a las adolescentes y las estudiantes universitarias a fin de que conozcan las oportunidades que ofrece el sector de las TIC para su futuro pero no se habían desarrollado estrategias formales de más largo alcance para incorporar mujeres.
Ahora “Jóvenes a Programar”, un plan de formación en programación y testing cuyo objetivo es brindar una preparación de nueve meses para poder insertarse laboralmente en empresas de tecnologías de la información, estará dirigido exclusivamente a mujeres de entre 18 y 30 años que tengan el ciclo básico de educación media aprobado, disponiendo para ello de 500 plazas.
El programa, impulsado desde el Plan Ceibal –con el apoyo de la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información (CUTI), BID Lab, el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) y las principales empresas del sector– está apostando a campaña digital y charlas informativas en Montevideo e Interior para captar a las jóvenes, dado que en ediciones anteriores apenas se llegaba al 30% de mujeres inscriptas y ahora se pretende “acortar la brecha” de género.
Los cursos se pueden hacer en todo el país: en Montevideo tienen una carga semanal de diez horas, de las que cinco son cursos que se dictan en escuelas técnicas o liceos a través de videoconferencia.
En el Interior tienen encuentros quincenales de cuatro horas, y el resto lo pueden hacer por conexión remota.
“Es difícil que rompan esa barrera de pensar que la tecnología es sólo para personas de la NASA, esto lo que requiere es práctica”, dijo la directora del programa, Carina Bálsamo, quien destacó que la propuesta apunta a insertar a las jóvenes en una industria “con alta demanda de recursos calificados, una industria dinámica, con cambio continuo y que está en crecimiento”.
También en Uruguay la economía está en transformación y se vuelve cada vez más automatizada, lo que traerá la desaparición de empleos de escasa cualificación –en los que muchas veces las mujeres se encuentran ampliamente representadas– que pueden ser realizados por una máquina.
Paralelamente, las empresas tecnológicas no tienen suficiente personal para cubrir sus vacantes y el sector está comenzando a reclamar diversidad para generar un producto que va dirigido precisamente a una sociedad diversa.
Para que esas dos realidades se encuentren con efecto positivo se requieren más mujeres formadas en especializaciones y carreras tecnológicas y para que esto ocurra habrá que hacer frente a algunos aspectos culturales, estereotipos o falta de información.