Pedaleando por el mundo

Y no solo porque en cualquier momento dará la vuelta al mundo en bicicleta sino que, según él, también lo hace “por el bien del mundo”. Álvaro Pérez Ramírez es colombiano, veterinario, ciclista y animalista. Pónganse en el orden que se pongan, esas tres facetas de su personalidad hacen de él un personaje que no puede pasar indiferente ante nadie. Que es precisamente lo que él quiere. El domingo llegó de Salto y pasó por Paysandú. Hace diez años salió de Canadá y está recorriendo el mundo por los derechos de los animales.
“Ellos tienen derechos como cualquier ser humano de nuestro planeta” dice totalmente convencido. “Hace 22 años que estoy con este proyecto aprobado por muchas oenegés” continúa. “No es algo que se me ocurrió a mí solo y lo escribí, nada que ver” aclara.
“Varios grupos pusieron su granito de arena con un objetivo claro: que todos los países tengan el mismo protocolo de protección animal, y las mismas penalidades para los incumplidores. Porque ahora Perú tiene uno, Bolivia otro o Paraguay otro. Por eso yo a cada lugar que llego me dirijo al intendente o alcalde y le pido para dar charlas y conferencias para concientizar a la gente en el ‘no maltrato animal’”, continúa con sus declaraciones torrenciales, al mejor estilo de su país.

No es una moda
“También me interesa denunciar a los que se toman esto como una moda, no es una moda. No basta para recoger de la calle a dos o tres perritos para declararse animalista. Muchos llegan a vivir a costilla de eso. Incluso se esfuerzan por tener en mal estado a los animales ya que, si se los tiene muy bonitos la gente no colabora”, explica, tornando el tema bastante más complejo de lo que parece.
“En Curuzú Cuatiá encontré a una señora de apellido Panozzo, que tiene casi ochenta animales acogidos en su casa y se va a pasar largas vacaciones con los recursos que obtiene de tener a su cuidado esos animales. Vive de las donaciones que le dan por tener esos perros”, denuncia sin ningún empacho.
“Llegar al cero trabajo con animales es muy sencillo. A cada lugar que visito yo voy con mi propuesta. Pero hay lugares en que eso no les interesa –muchos–. Porque no hay plata de por medio y porque los animales no votan y no hacen manifestaciones para apoyar a tal o cual político y escuchar las mentiras que dicen”, continúa.

Una lucha solitaria
“Mi lucha es más bien solitaria. Aunque me he encontrado con varios animalistas ‘lindos’. Es decir, animalistas de tiempo completo. En el mismo Curuzú Cuatiá encontré dos muchachas que gastan todo su sueldo en esa actividad y que tienen 180 animales perfectamente cuidados y protegidos. Y no le piden ayuda a nadie. Eso sí es animalismo”, cuenta orgulloso.
“Por eso me apena que aquí la Dirección de Turismo no me haya atendido. Me dijeron de manera bastante prepotente que ‘ahorita’ no tenían tiempo y me dejaron con la palabra en la boca. Pero también quiero resaltar los nombres de la señora Rosario Maristán, la encargada de Turismo de la Terminal, y Alejandra Machuca, que fueron las únicas personas que me dieron una mano. Yo hago esto con el apoyo de la gente y ellas fueron las únicas que me informaron sobre adonde podía encontrar otra gente animalista como yo”, dice.

El porqué de la bicicleta
“Cuando se me partió la bicicleta ni se me pasó por la cabeza tomarme un ómnibus y continué el camino ‘mochileando’. Si tomaba un ómnibus no sólo no podía costearlo económicamente, sino lo que también ocurre es que a 100 kilómetros por hora uno no ve nada y caminando o en bicicleta me encuentro con mucha gente en el camino. Veo por ejemplo muchos perritos maltratados. Amarrados con un enorme espacio donde estar. Yo voy y hago caer en cuenta al dueño que no tiene por qué hacer eso. Así he conocido a gente en todo el mundo, tanto aquí como en Europa”, cuenta lleno de envidiable entusiasmo.
“Cuando termine con América volveré a Europa para recorrerla toda”, informa como quien dice que va a comprar chiclets y vuelve.
“Aquí tienen un país pequeño en el que se puede lograr el cero maltrato animal. Como en Suiza. Si se está haciendo en Colombia ¿por qué no aquí? No tenemos por qué dejarle un planeta destruido a nuestros hijos”, sentencia con sincera preocupación.
Además de colombiano, animalista y ciclista, a Pérez Ramírez habría que definirlo también como inquieto. No solo por todo lo que cuenta, sino por lo que hace y como lo hace. Durante la entrevista no se sentó en ningún momento. No se quería alejar de su bicicleta y, faltaba más, su indumentaria era la del ciclista nato.
A la hora de las fotos le preguntó al fotógrafo: “¿me monto?”, delatando que ya le corrían las ganas de comenzar con su eterno pedalear.
El fotógrafo prefirió registrarlo de pie junto a la “chiva”. Y así, Pérez Ramírez pudo detener su movimiento perpetuo. Por un momento.