Sector productivo en problemas y sin respuestas

Aunque tal vez la importancia de la problemática no trascienda al común de la población, es un hecho lamentable y hasta ahora insoluble que la apicultura nacional esté en el peor momento de su historia, incluso con un déficit más agudo que en la agobiante crisis de 2002, y para que esto se dé se conjugan problemas en el mercado exterior con un escenario endógeno en el que los gobernantes no han sabido o querido dar respuestas, porque no figura entre las prioridades.
Precisamente como indica a EL TELEGRAFO el directivo de la Sociedad Apícola Uruguaya (SAU), Alfredo Aguilera, los apicultores consideran que están en la peor situación de la historia del sector, partiendo del hecho de que no solamente tienen 3.800 toneladas de miel que permanecen en depósitos de productores y exportadores sin venderse a causa de las denuncias de presencia de glifosato, sino que el producto en estos momentos tiene precios tan deprimidos que numerosos productores han optado por no cosechar.
El apicultor señala a nuestro medio periodístico que “es un panorama totalmente desolador. Estamos quedando 2.500 productores en actividad y por los datos que tenemos, en la próxima zafra van a ser muchos menos, porque el rubro dejó de ser rentable al no poder vender lo que producimos”.
Evalúa además que “es la peor situación que ha vivido la apicultura en los 84 años que tiene como gremial la Sociedad Apícola Uruguaya”, en tanto “lo que está haciendo la Comisión Honoraria de Desarrollo Apícola, desde mi punto de vista, es absolutamente vergonzoso”. Para el dirigente, “el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) ha sido negligente con los controles y los apicultores hemos perdido millones de dólares, y los vamos a seguir perdiendo, por lo que la situación es muy complicada y no hay soluciones a corto plazo”.
Desde el punto de vista gremial, la Sociedad Apícola Uruguaya ha mantenido reuniones con los precandidatos con el objetivo de presentar la grave situación de la apicultura nacional, en el entendido de que las respuestas deberían pasar por una serie de medidas que ya no van a adoptarse en lo que queda del presente gobierno, aún si existiera la voluntad política de hacerlo.
El punto es que si bien se podrían tomar medidas para dar solución a situaciones que afectan al sector, como es el caso del uso de plaguicidas sin un control adecuado –que da la excusa perfecta a los importadores de otras latitudes para cuestionar la producción de miel uruguaya, cuando precisamente se está tratando de que se potencie la etiqueta del Uruguay Natural, nada menos–, paralelamente hay otras distorsiones en el mercado mundial que han deprimido el precio internacional. Todo ello se ve potenciado por los altos costos que aplica el Uruguay a todo su esquema productivo.
La Sociedad Apícola Uruguaya ha entregado carpetas a los precandidatos con elementos de análisis y posibles salidas, por lo menos para atenuar la gravedad de la encrucijada, que afecta también a otros emprendimientos productivos de menor envergadura.
Es evidente que a partir del 2005 comenzó un lento retroceso que se disparó desde 2015, con un incremento en los costos de producción. A modo de ejemplo, en el 2009 una colmena costaba al productor U$S 32, mientras que en 2015 alcanzó los U$S 41, mientras que en 2018 continuó en aumento. Comparando costos de producción entre 2005 y la actualidad, nos encontramos con que con el valor de la miel a la baja se llega a que la mayoría de los apicultores trabajen a pérdida, con costos que varían algo en cuanto a la zona en que se cosecha, pero sin afectar el promedio.
Los apicultores mencionan entre los factores adversos los altos costos del combustible, el aumento en la necesidad de suplementación nutricional (azúcares y proteínas) dada la escasez de néctar y pérdida de la diversidad floral que ha implicado un modelo agroproductivo expansivo, intensivo, monofloral y abuso de las aplicaciones de glifosato. Al gasto en nutrientes se debe sumar los gastos generados por los traslados para la alimentación.
Asimismo, los gastos generados por el Sistema Nacional de Trazabilidad de los Productos Apícolas (Sinapta) a partir del “Decreto de Habilitación de Salas de Extracción” en febrero de 2006 (gastos en refacciones edilicias, conversión a equipos de acero inoxidable, en equipos de informática, rehabilitaciones anuales).
Además convergen negativamente el aumento de los salarios, la mortandad de colmenas en aumento, con una mortandad histórica invernal de colonias de abejas (10-15%) que ha subido en los últimos años a un promedio nacional que se estima por parte de las autoridades académicas nacionales del orden del 30%.
Debe incluirse la caída progresiva del rendimiento de miel por colmena a partir de 2005, sobre todo por el mal uso y extensivo de plaguicidas, incluyendo herbicidas, sin olvidar la incidencia del cambio climático.
Y sin lugar a dudas, un elemento distorsionante por excelencia en toda la ecuación ha sido la caída del valor de la miel en el mercado internacional, desde que la apicultura uruguaya es extremadamente dependiente de este parámetro, ya que exportaba hasta un 90% de la miel que producía.
Hasta febrero de 2015, las oscilaciones del precio internacional de la miel, pudieron ser amortiguadas a raíz de que la productividad y los costos de producción aun podían ser compensados a pesar de que la rentabilidad seguía en descenso.
Pero la inundación progresiva del mercado internacional por empresarios desde China con miel adulterada con jarabes, y “enjuagues” denunciados acerca de reexportaciones desde países de la UE como Alemania, ha sido un golpe de gracia; y no solo para Uruguay, sino también para las producciones de otros competidores internacionales.
Entre otras respuestas, es fundamental atender la solicitud de rebaja del gasoil, habida cuenta de que los apicultores deben recorrer largas distancias, a veces con colmenas distantes cien kilómetros, y los competidores directos como Argentina tienen el combustible a la mitad de precio comparado con Uruguay, entre otros apoyos de carácter técnico y facilitación de trámites, así como exoneraciones tributarias puntuales para esta producción, además de controles adecuados para la aplicación de agrotóxicos en otras áreas productivas.
De todas formas, la complejidad de este panorama y la conjunción de factores exógenos y endógenos, hacen que el panorama diste de ser alentador y tampoco lo es el futuro inmediato para la apicultura, por lo que se requiere no solo prestar atención al problema, sino generar un debate amplio y la participación de técnicos y profesionales con la debida experiencia.
Y sobre todo, contar con la disposición de quienes tienen poder de decisión para hacer lo que se debe hacer, antes de que el sector quede condenado a desaparecer.