Los que llegan

Por diez años consecutivos, en 2018 la cifra de personas que llegan de otros países a residir en Uruguay superó al número de uruguayos que emigran. En el mismo lapso se ha triplicado la movilidad migratoria y actualmente somos uno de los principales países de acogida para inmigrantes en Latinoamérica: hay más de 30.000 extranjeros que han obtenido residencias en los últimos 3 años y continúan llegando para establecerse y vivir aquí.
Se trata de un fenómeno bastante infrecuente, que no se registraba desde mediados del siglo XX y, en este contexto, de acuerdo a datos del Ministerio de Relaciones Exteriores, la cifra de inmigrantes ha tenido notorio aumento en los últimos cuatro años, lo que llevó a que entre 2016 y 2018 el número de residencias a extranjeros tramitadas se multiplicara por cuatro. Mirando un poco más atrás, desde 2011 a la migración natural histórica que se da en todo el mundo a través de la frontera –en nuestro caso de argentinos y brasileños– se ha sumado un flujo grande de migrantes de origen latinoamericano de países no fronterizos.
En principio provenían en su mayoría de República Dominicana, más tarde de Cuba y Venezuela, y en menor porcentaje de Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, de África y de Medio Oriente.
Ven a Uruguay como un país tranquilo y seguro en comparación de donde provienen, que les brinda acceso gratuito a la educación y cobertura de salud, así como la posibilidad rápida de inclusión en el régimen de seguridad social.
Los altos precios del costo de vida en Uruguay parecen ser compensados por otras ventajas, tales como la estabilidad democrática, relaciones laborales en un marco de garantías para los trabajadores, la posibilidad de trámites de residencia rápidos, la economía estable y, para los profesionales o estudiantes, la posibilidad de revalidar o recursar materias de su formación en la Universidad.
En lo que respecta a la situación económica de llegada de estas personas, en su mayoría es delicada, especialmente si se trata de cubanos y venezolanos. Esto se debe a que pagan mucho dinero –generalmente todos sus ahorros– para que los traigan hasta el límite con Uruguay en una travesía por tierra muy peligrosa, y finalmente ingresan atravesando alguna de las fronteras secas del país. Además, en sus países originarios la moneda no vale nada y ellos casi no tienen capacidad de ahorro.
Por otra parte, se trata de una migración feminizada. Es decir, si tradicionalmente el movimiento migrante estaba compuesto en su mayoría por hombres, ahora prácticamente se ha igualado el porcentaje de hombres y mujeres que lo componen. Como ejemplo puede citarse el caso del colectivo dominicano, en el que se estima que más de un 50% son mujeres.
Investigadores y docentes de la Universidad de la República especializados en estudios migratorios señalaron en una reciente entrevista difundida por el portal de la UdelaR que la urgencia de estas personas al llegar radica en tramitar la residencia y la Cédula de Identidad para poder acceder a un trabajo formal que les permita solventar los gastos de alimentación, vivienda, acceder a la atención de salud, inscribirse en centros de estudios, certificar títulos y revalidar formaciones educativas, dado que muchos llegan con títulos de grado y posgrados especializados.
A diferencia de los cubanos, los venezolanos pueden hacer los trámites de residencia desde su país antes de venir y no requieren visa para entrar ya que Venezuela integra el Mercosur, lo que facilita un poco los trámites de documentación. Además tienen un colectivo muy grande y consistente que se vincula a través de redes fuertes en Facebook y WhatsApp y asociaciones que funcionan en Uruguay, lo que les permite contar con información y contactos al llegar.
Los requisitos para obtener la residencia son accesibles: documento de identidad, antecedentes penales, partida de nacimiento con los correspondientes apostillados (aunque para facilitar la tramitación las autoridades uruguayas igual están otorgando hasta un año o más –según los casos– de plazo para que el interesado presente sus documentos apostillados). El trámite, que es sencillo, se puede iniciar por la web y la cédula transitoria se otorga normalmente a la semana de presentar los papeles, quedando desde entonces con cobertura del Fonasa y en condiciones de trabajar legalmente. Además, la legislación concede a los nacionales de los países del Mercosur la posibilidad de acceder con rapidez a la residencia permanente.
Se trata de una población relativamente joven y medianamente o bien calificada, con elevado nivel educativo y relevante presencia de universitarios titulados aunque a su llegada acceden al mercado laboral en puestos y funciones de menor calificación a su formación o nivel de estudios, desempeñándose generalmente en el área de comercio y servicios, como taximetristas o conductores de Uber y en el sector de cuidados.
En lo que respecta a los migrantes con formaciones profesionales universitarias, en la referida entrevista las docentes e investigadoras Pilar Uriarte y Silvia River, del Núcleo de Estudios Migratorios y Movilidad de Poblaciones (NEMMPO) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE), y el Departamento de Trabajo Social de Facultad de Ciencias Sociales (FCS), dijeron que la Universidad al igual que el Estado uruguayo está despertando ahora a un fenómeno de gran aumento de solicitud de reválidas: de 100 solicitudes se pasó a 1.000 o 1.500 en poco tiempo. El tema incluso fue tratado a nivel del Consejo Directivo Central de la UdelaR, que en su momento aprobó delegar la resolución de las reválidas a los Consejos de cada facultad y plazos más cortos para realizar el trámite, con lo cual se agilizó sensiblemente los trámites (llegaba a demorar años).
Otras instituciones y dependencias del Estado también han incorporado a los inmigrantes en sus planes y políticas, como parte de su responsabilidad en el cumplimiento de la Ley 18.250, que ampara los derechos de esta población. Esto se da en un contexto de actitud positiva por parte del gobierno, que ha favorecido la regularización de los inmigrantes y promoviendo la igualdad de trato y derechos, lo que ha sido bien valorado por parte de los organismos internacionales mientras a la población en general parece no preocuparle su presencia e incorporarlos poco a poco.
Claramente esta es una situación muy diferente a la de otros países, como Estados Unidos o Inglaterra –solo por citar un par de ejemplos– donde las restricciones son muy fuertes y la polémica pública en torno a la inmigración ha estado muy presente en el debate electoral. Por aquí aún los vemos con una fuerte perspectiva de derechos humanos y hasta –quizá– como una oportunidad en un país avejentado y con la natalidad estancada. Habrá que ver qué ocurre en el futuro próximo con este tema y cómo lo incorporarán los candidatos a presidente en sus propuestas electorales con miras a un próximo gobierno.