Integrarnos desde el Mercosur, una frustración

Tras más de dos décadas de notoria insatisfacción por los resultados del funcionamiento de un Mercosur que tuvo períodos iniciales que despertaron esperanza y que se fue frustrando por la falta de organicidad y derivaciones ideológicas al punto de que con los gobiernos “progresistas” de la región se llegó prácticamente a un club de presidentes amigos, el cambio de signo en los gobiernos y la realidad del comercio mundial han incorporado nuevos elementos que eventualmente alentarían un nuevo intento de dinamizar el bloque regional.
En esta coyuntura, tenemos que Brasil y Argentina comenzaron a discutir una rebaja en la Tarifa Externa Común (TEC) del bloque comercial, en el intento de los presidentes de los dos grandes vecinos de impulsar el crecimiento económico.
El mercado común formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, aplica aranceles que promedian alrededor del 14% a los bienes que se importan desde afuera del bloque, en una medida proteccionista que pretendió justificarse con el argumento de que facilitaría el comercio de los cuatro países con el resto del mundo y estimularía el crecimiento económico dentro del bloque.
Según dan cuenta agencias noticiosas internacionales y que recoge El País, las cuatro personas que están en conocimiento del tema y que no están autorizadas a hablar públicamente sobre las negociaciones dijeron que los cambios en la TEC no se producirían en el corto plazo. No está claro cuánto tiempo llevaría implementar el recorte y sobre este tema “el Mercosur como plataforma no sirve si no es una plataforma que nos permita integrarnos con el mundo”, expresó el martes Horacio Reyser, secretario de Relaciones Económicas Internacionales de Argentina.
“Tenemos que salir y exportar los productos que son demandados afuera y ahí nos encontramos con el mismo alineamiento que Brasil”, agregó el funcionario.
Sin embargo, un funcionario brasileño dijo que para concretar el acuerdo se deberá esperar hasta después de las elecciones presidenciales de octubre en Argentina, pero que la intención es bajar la tarifa externa a alrededor del 5 o 6% en el largo plazo.
A su vez, un diplomático argentino señaló que cualquier cambio en la tarifa dependerá del resultado de las conversaciones comerciales del Mercosur con la Unión Europea, en tanto otro funcionario en Buenos Aires confirmó que la reducción de la TEC era uno de los objetivos del presidente Mauricio Macri, pero que no era probable que se trate de una reducción general.
“Queremos bajar la tarifa al promedio global porque ahora está muy alta y eso afecta nuestras posibilidades de competir”, dijo una fuente brasileña, a la vez que este jueves el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, visita Argentina con el objetivo de avanzar en la agenda bilateral, pero un acuerdo deberá esperar hasta que se decida la suerte del presidente Macri en su búsqueda de reelección en los comicios de octubre, que podrían resultar en un regreso del peronismo.
A la vez, hay alguna expectativa de que el largamente dilatado acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur se cerraría antes de las elecciones en Argentina, agregó la fuente.
En torno a esta misma problemática, el ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, anunció que su país pretende un recorte gradual de 10% de los aranceles de importación, lo que algunos analistas entienden podría tratarse de una liquidación de hecho de la Unión Aduanera.
Pero, mientras Brasil propone unilateralmente cambios, la Unión Europea (UE) reiteró esta semana su voluntad de alcanzar un acuerdo comercial con los países del Mercosur, en discusión desde hace casi 20 años y que tiene un nuevo capítulo esta semana en Buenos Aires.
La UE “está comprometida a avanzar decididamente en la conclusión de las negociaciones sobre acuerdos de libre comercio ambiciosos y equilibrados con Mercosur y Chile”, indica una declaración de los 28 países del bloque, con el antecedente de que los europeos y los países del Mercosur iniciaron en 1999 la negociación de este acuerdo comercial que ha dado lugar a marchas y contramarchas en negociaciones que nuevamente se estancaron en 2018, pese a que ambas partes aseguran estar en la recta final.
Incluso los negociadores se reúnen esta semana en Buenos Aires para analizar los pasos en proceso, lo que por lo menos indica que hay algo en marcha con alguna expectativa, en un momento de incertidumbre de la economía mundial, con rebrotes proteccionistas a partir de medidas adoptadas por Donald Trump que van a contramano de las tendencias que habían primado en los últimos años, con la globalización.
En el Mercosur se han conjugado los factores negativos de la ecuación, por cuanto desde sus inicios se han aplicado los bilateralismos de Argentina y Brasil, y con el arancel externo común de un 14 por ciento se han desalentado importaciones desde afuera de la región en favor de los industriales brasileños y en menor medida de la Argentina, lo que ha contribuido a que por más de veinte años el bloque regional haya sido encerrado y limitado las perspectivas de apertura comercial de países como Uruguay, que dependen de su comercio exterior para subsistir.
Además, el comercio intrarregión no ha estado a la altura de las expectativas y se ha dependido de los dos grandes para colocar determinados productos, pero a la vez debe tenerse en cuenta que son nuestros competidores en varias áreas cuando se trata de vender hacia afuera, lo que indica que entre intereses compartidos y contrapropuestos, ha faltado la complementación y el equilibrio, además de no contarse con organismos eficaces en materia de resolución de controversias por falta de organicidad y posturas como las del expresidente José Mujica, en las que lo político ha estado por encima de lo jurídico.
El Mercosur tampoco ha suscripto durante estas más de dos décadas de funcionamiento ningún acuerdo comercial con otros bloques o países, por lo que ha funcionado como un coto cerrado y ha cercenado la posibilidad de firma de acuerdos comerciales bilaterales de sus países miembros. Nos encontramos con que los exportadores uruguayos deben pagar centenares de millones de dólares al año por concepto de aranceles, en mercados en los que muchos de nuestros competidores entran con cero arancel porque tienen vigentes tratados de libre comercio con estos terceros países.
Lamentablemente, en el caso del acuerdo con la UE, sobre cuyos alcances hay expectativas moderadamente optimistas, no es de esperar que tengamos una rápida dilucidación, habida cuenta de la experiencia, sobre todo porque aún solapadamente, los europeos mantienen una actitud proteccionista hacia sus productores, con grandes subsidios que afectan países que como Uruguay presentan ventajas comparativas para producir por suelo y clima, y una y otra vez oponen reparos a las cláusulas que se manejan en el acuerdo.
Lo que sí es cierto, es que estos acuerdos son solo un instrumento para potenciar las oportunidades, y que en el caso de Uruguay, más allá de sus ventajas naturales y los serios problemas para incorporar valor agregado a su producción, es preciso corregir los desvíos en materia de costos que afectan la competitividad.
En suma, nuestro país no sufre solo los problemas de aranceles, que se podrían corregir administrativamente en estos acuerdos, sino de decisiones de política económica interna y falta de reformas estructurales, que demandan voluntad y acciones de mediano y largo plazo, las que no se han querido implementar por visiones ideológicas y sobre todo para no pagar costos políticos.