El partido que Chile le ganará a Uruguay

(Por Horacio R. Brum).- Adriana Sanhueza es un personaje del Chile real, ese que con su trabajo duro y con escasos beneficios sociales sostiene el modelo económico que admiran aquellos que no viven el día a día de este país. La Sra. Sanhueza, una divorciada a cargo de dos hijos, trabaja de sol a sol limpiando aviones en el aeropuerto, en el servicio doméstico y haciendo tortas y empanadas para vender a sus vecinos. Por eso, no tiene derecho a la asistencia que el gobierno entrega a los oficialmente pobres, aunque deba hacer milagros para dar a sus hijos una educación algo mejor que la instrucción a medias provista por el Estado o vea todo su presupuesto en crisis cada vez que la familia tiene problemas de salud. Una de esas crisis la provocó la enfermedad pulmonar de su madre, quien recibía una pensión y por lo tanto tampoco era merecedora de la ayuda estatal.
Cuando la anciana fue llevada a un hospital público, con el diagnóstico de un tumor en los pulmones, los médicos aconsejaron a la familia dejar que la enfermedad siguiera su curso, porque “una persona de esa edad no iba a sobrevivir mucho”. La “persona de esa edad” tenía ochenta años, por lo cual Adriana y su hermana desecharon el diagnóstico del servicio público, y con la ayuda de amigos y patrones, reunieron el dinero para pagar los honorarios de una operación privada. La desahuciada tuvo cinco años más de vida, en buen estado de salud…
La atención de salud a la tercera edad es sólo uno de los numerosos problemas que Chile deberá resolver en el futuro cercano, porque el informe “Perspectivas de la Población Mundial 2019”, de las Naciones Unidas, dice que el envejecimiento de la población se está intensificando rápidamente en el país. La tasa actual de 17,9 personas de 65 años y más, por cada 100 habitantes en edad activa, se duplicará en las próximas dos décadas, el doble del aumento previsto para el mundo, y Chile será el país sudamericano con más cantidad de ciudadanos de la tercera edad. Actualmente, ese puesto corresponde a Uruguay, cuya tasa, según la ONU, llegará en 2020 a 23,4 personas mayores de 65 años por cada 100.
Algunos expertos chilenos sostienen que el fenómeno se relaciona con el mejoramiento de la calidad de vida y del ingreso per cápita, pero lo cierto es que en una sociedad donde va en aumento el individualismo y cada vez son más las parejas que resuelven tener perros en vez de hijos (el mercado de la alimentación y la atención veterinaria mueve alrededor de 500 millones de dólares al año, y hasta hay seguros de salud privados para las mascotas), la gente mayor parece estar convirtiéndose en otro sector marginado. Por algo su tasa de suicidio es más alta que el promedio nacional y la mayor de la región: de acuerdo con los datos oficiales, entre las personas de 70 a 79 años hay 15 suicidios por 100 mil habitantes, y 18 entre los mayores de 80, en tanto que el promedio para toda la población es de 10. En los últimos dos años, varios casos de suicidios de matrimonios de ancianos crearon alguna conmoción, pero todavía la sociedad no se plantea un debate amplio sobre el lugar que ocupará la tercera edad en el futuro. Para la psicóloga Ana Paula Vieira, especialista en el tema del Centro de Vejez y Envejecimiento de la Universidad Católica, “el mayor miedo de los adultos mayores no es morir, ellos saben que eso es una circunstancia. Les tienen miedo a otras cosas: perder su identidad, ser invisibles, no ser escuchados, tener una vida poco digna”.
Por estos días, lo más cercano que hay en Chile a una discusión a fondo sobre el futuro de los adultos mayores es el tema de las jubilaciones. El sistema privado, el único existente, ha fracasado en garantizar pensiones dignas y en promedio, entrega apenas la mitad de los mil dólares mensuales que puede necesitar una persona para vivir desahogadamente. Además, las mujeres, quienes en su vida laboral están discriminadas en términos de salarios, reciben al jubilarse casi un 40% menos que los hombres. Más allá de las jubilaciones, la desigualdad general de ingresos que caracteriza a Chile se reproduce entre la gente mayor. Un informe del centro de estudios socialcristiano Idea País, publicado en mayo, expresa que los adultos mayores que pertenecen al 10% más rico tienen 12 veces más ingresos que los pertenecientes al 10% más pobre y estos últimos son muy dependientes de los subsidios estatales. Sin embargo, el principal de estos subsidios, que es la pensión básica solidaria mensual (equivalente a la jubilación mínima uruguaya), no supera los 160 dólares. A esto hay que agregar el dato oficial de la pobreza multidimensional, la estadística que tiene en cuenta las condiciones generales de vida, además del ingreso: 22,1% de los adultos mayores son pobres.
Si bien existe un Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama) y muchas municipalidades tienen departamentos dedicados especialmente a organizar actividades para la tercera edad, la principal amenaza a la calidad de vida de los ancianos parece ser el deterioro del tejido familiar, en una población que cada vez dedica más horas al trabajo para financiar el consumismo y pagar al sector privado por los servicios que el Estado provee malamente, como la educación o la salud. El estudio de Idea País informa que el 13% de los adultos mayores viven solos, una cifra que aumenta al 19% en el caso de los mayores de 80 años, y el 4% vive en condiciones de aislamiento familiar severo, asociado al abandono. En cuanto a las residencias o casas de reposo, el Catastro de Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores del Senama muestra aranceles superiores a los 800 dólares, para aquellas que pueden ofrecer las mejores garantías de bienestar, como un servicio médico permanente. Si se desean habitaciones independientes, similares a apartamentos, el pago mensual puede llegar a los 3.500 dólares.
Para hacer más aceptable la idea de aumentar la edad jubilatoria a por lo menos 67 años, tanto las autoridades como la poderosa Asociación de Administradoras de Fondos de Pensiones sostienen con frecuencia que las personas de la tercera edad desean seguir trabajando, sólo por mantenerse activos. Con uno de cada cinco mayores de 65 años que sigue trabajando más allá de la edad jubilatoria, Chile tiene la tasa más alta de la región, pero esto no se debe a las puras ganas de seguir en actividad.
El presidente de la Unión Nacional de Pensionados declaró recientemente al periodismo que la mayoría de los adultos mayores trabajadores “solo tienen acceso a trabajos precarios y sueldo de hambre miserables. Hay personas de edad que reciben noventa mil pesos [unos 130 dólares] para vivir al mes y tienen que ir a los campos a trabajar para sobrevivir. La gente en Chile no sabe el destino trágico que están viviendo los adultos mayores”.