La inversión que antes se cuestionaba

El reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), sobre la evolución de la economía global, no augura un futuro promisorio inmediato para América Latina, desde que por encima de las particularidades de cada región o país, por regla general el subcontinente es un tomador de situaciones internacionales, y hace ya prácticamente un quinquenio que ha cesado la ola favorable de precios para sus productos primarios de exportación, y las consecuencias se hacen sentir.
En su informe Perspectivas de la Economía Mundial, el FMI prevé ahora que la región en su conjunto se expanda a un ritmo de 0,6% este año, lo que significa un recorte de 0,8 puntos porcentuales, por una mayor desaceleración en Brasil y México, pero no por este único factor.
Las disputas arancelarias y por acuerdos comerciales, junto con un incremento de la deuda y la imposibilidad de sacar adelante reformas macroeconómicas importantes han dañado las perspectivas de Brasil y México, las principales economías latinoamericanas, sostuvo el FMI.
Para el 2020, la previsión también fue ajustada ligeramente a la baja, a un 2,3%: “En América Latina, la actividad se desaceleró notablemente al comienzo del año en varias economías, debido principalmente a factores idiosincrásicos”, indicó el organismo, que hizo un llamado a los gobiernos a regular el gasto fiscal y el endeudamiento, como elementos fundamentales en este proceso de deterioro.
En su reporte de este martes, el Fondo redujo en 0,1 puntos porcentuales sus proyecciones de crecimiento mundial para este año y el próximo, a 3,2% y 3,5%, respectivamente, con riesgos en los pronósticos inclinados mayormente a la baja.
En Brasil, donde el optimismo se va perdiendo tras rebajas en la calificación de crédito y dudas sobre la viabilidad de la reforma previsional, la economía se expandiría un 0,8% este año, una disminución de 1,3 puntos porcentuales frente a la última estimación de abril. Para 2020, la actividad mejoraría a 2,4%.
En tanto, el Fondo también apuntó a un enfriamiento del PBI en México, que actualmente espera concretar un nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá. La segunda mayor economía regional crecería 0,9% este año y repuntaría a 1,9% el próximo, con una reducción de 0,7 puntos porcentuales en la estimación de 2019.
Así, no extraña que Latinoamérica en su conjunto haya experimentado un enlentecimiento económico en los últimos años y en 2018 creció apenas un 1%, según el FMI, arrastrada por factores geopolíticos, un descenso de la inversión, datos más moderados en China, y últimamente, por un complicado panorama comercial.
En lo que respecta a la economía global, el Fondo redujo en 0,1 puntos porcentuales sus proyecciones de crecimiento mundial para este año y el próximo, a 3,2% y 3,5%, respectivamente, con riesgos en los pronósticos inclinados mayormente a la baja. Entre estos riesgos se incluye la escalada en las tensiones comerciales y tecnológicas que podrían generar un período prolongado de precaución ante el riesgo, lo que dejaría aún más expuestas las vulnerabilidades de las economías emergentes, como son las de América Latina.
Y en el caso de Uruguay, pese a los “blindajes” a los que aludió en más de una oportunidad el equipo económico de gobierno, y el “espacio fiscal” que proclamara el ministro de Economía y Finanzas, Cr. Danilo Astori, la realidad indica que se acentúa el estancamiento económico y la previsión para este año es de un modestísimo crecimiento del 0,6 por ciento, con posible corrección a la baja, porque la actividad económica sigue en descenso, crece el desempleo y las cuentas fiscales revelan un déficit que orilla el 5 por ciento del Producto Bruto Interno. Eso en los hechos es una recesión, porque la población del país crece más rápido que la economía.
En este escenario, el equipo económico de gobierno presentó este miércoles la Rendición de Cuentas ante los diputados y destacó los anuncios que se dieron en los últimos días y que implican un impulso a la economía de nuestro país, como el de la instalación de la tercera planta de celulosa en Uruguay por la empresa UPM.
A la salida de la instancia de la Rendición, el ministro Danilo Astori, recordó que “en un año electoral no se puede modificar el gasto público”, por lo que el documento presentado consta de un solo artículo.
Dijo además que su discurso giró en torno a la estrategia para mejorar el déficit fiscal, “que no es otra que la de procurar una agenda de crecimiento más potente para el país”.
“Esa agenda de crecimiento afortunadamente para el país se ha visto reforzada en los últimos días por aportes absolutamente fundamentales como el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que abre una ventana de oportunidades formidables para el Uruguay productor e importador, y ahora el anuncio de la instalación de la mayor inversión productiva en la historia del país que es también la mayor inversión productiva en la historia de UPM”, subrayó.
Esta apuesta a UPM es el caballito de batalla de un gobierno que, sin embargo, cuando estaba en la oposición, cuestionó agriamente las inversiones de estas empresas forestales y se opuso a la Ley de Desarrollo Forestal que permitió generar la materia prima para alimentar estas plantas, aspecto este sobre el que el expresidente José Mujica, treinta años más tarde, reconoció que había sido un “error” del Frente Amplio.
Más allá de dejar en evidencia un doble discurso de la izquierda, según esté en el gobierno o en la oposición, cuando servía cualquier argumento para oponerse al gobierno de turno y acumular fuerzas para acceder al poder, es notoria la pobreza de la argumentación sobre la proyección optimista que en un lapso de aquí a por lo menos año y medio o dos años tendría la construcción y funcionamiento de la nueva planta.
Creer que este factor puede sacarnos del estancamiento económico es por lo menos ingenuo, por no decir que es un argumento rebuscado, porque aunque repercuta en el PBI futuro, la salida de producción por la zona franca, sin pagar impuestos y otras exenciones que por lo tanto restan retorno de recursos, esta repercusión no se da en un derrame similar en la actividad interna, y solo puede contribuir parcialmente durante las primeras etapas de construcción de la planta.
Ni que decir lo que le va a salir al Estado, es decir a todos los uruguayos, por vía de endeudamiento, la infraestructura que se comprometió aportar el gobierno para el funcionamiento de la planta, con tal de que fructificara el proyecto, lo que indica que se adquieren compromisos de pago que están lejos de salirle gratis al país.
Más bien es un manotón de ahogado de un equipo económico que sigue encerrado, sin ideas, y ahora sin el dinero que se malgastó por falta de criterio cuando la bonanza, que nos cayó como regalo del cielo, fue mal administrada y no se priorizó lo importante para cuando el escenario se revirtiera, como ha ocurrido.