Los nuevos escenarios de la política

La decisión del candidato a la presidencia por el Frente Amplio, Daniel Martínez, dejó heridas en la interna y algunos rostros que no pudieron evitar su malestar. Cuando el viernes anunció que la expresidenta de la Junta Departamental de Montevideo y exdirigente sindical, Graciela Villar, sería su compañera de fórmula, la dirigencia frenteamaplista comenzó a hacer lo que mejor sabe. La exposición en los medios de comunicación con altas declaraciones se han transformado en una especialidad marketinera que desvía la atención –sólo por un momento– de lo principal, o sea, la campaña.
Y como muestra alcanza un botón. Mientras transcurría la semana, luego de las elecciones, y ante las dificultades para cerrar la fórmula presidencial, al expresidente José Mujica no se le ocurrió mejor idea que lanzar el nombre del diputado del MPP, Alejandro “Pacha” Sánchez para la Intendencia de Montevideo. Ellos mismos se ocuparon de aclarar durante la campaña que los uruguayos no elegían candidatos a intendentes ni alcaldes, sino el candidato a la presidencia por cada partido, en sufragios que sirven para ordenar las internas partidarias.
Sin embargo, usó un recurso sobre el cual ha alcanzado tal grado de especialización que provocó el asombro hasta en el nominado. De hecho, Sánchez reconoció que en la interna emepepista aún no habían definido las estrategias hacia las municipales de mayo de 2020. Incluso el legislador consignó que el anuncio del líder del sector era para sacar el foco de atención que estaba sobre un entuerto de difícil resolución. Y no solamente falta tiempo para esta nueva instancia electoral, sino porque restan las elecciones nacionales en octubre y, eventualmente, el balotage en noviembre. Pero lo hizo igual.
Ahora, la alta dirigencia usa a los mismos medios para manifestarse sobre la “inexplicable” decisión de Martínez, según la definición de la vicepresidenta de la República, Lucía Topolansky. Le solicita, además, que justifique por qué descartó a la precandidata Carolina Cosse, la segunda más votada en la campaña pasada, donde los cuatro (junto a Oscar Andrade y Mario Bergara) aparecían abrazados en un verdadero canto a la unidad. De acuerdo a la jerarca “no hubo razones claras para descartarla, y eso deja un sabor que vamos a tratar de mitigar”, dijo en declaraciones a Canal 12.
La misma herramienta de exposición utilizó el ministro de Economía, Danilo Astori, al asegurar que su sector, Asamblea Uruguay, tenía otra propuesta que era “mejor” que Villar. El secretario de Estado rechazó el mecanismo para elegir a la vice y no retaceó su opinión al respecto. “Hubiéramos preferido un proceso más prolijo”, dijo Astori. Es que el proceso seguido por Martínez llevó a la “permanente exposición pública” y al manejo de nombres que finalmente fueron descartados.
El punto en cuestión es que la mesa nacional sugería, después los nombres se filtraban –desde dentro– y aparecían uno o dos diferentes cada día. Eso, no solo demostró la mediatización de una decisión relevante, sino el alto nivel de improvisación en una fuerza política que nunca pudo resolverlo puertas adentro. Y no era únicamente porque la prensa perseguía a Martínez en cada reunión, sino porque así se gestó este proceso.
El punto en cuestión es que a Villar la conocen muy pocos y ahora, los exprecandidatos que la conocen –al igual que la dirigencia nacional– están empeñados en dar a conocer sus cualidades en una carrera a contrarreloj que aún no comenzó porque el candidato está en Estados Unidos, en una visita familiar.
En última instancia, se desprende que si la candidata a la vicepresidencia contaba con tantos atributos, ¿cuáles fueron las razones que impidieron su ubicación entre los cuatro precandidatos que llevaron adelante a las internas?.
Porque si ahora proyectan que es conocida en los asentamientos por su lucha a favor de mayores planes habitacionales, o por su faceta de sindicalista y activista feminista, entonces se perdieron de demostrar un interesante perfil político. La exedila, tiene un pasado comunista y astorista que abandonó a finales del año pasado para apoyar la precandidatura de Mario Bergara, cuando su sector Asamblea Uruguay se volcó a favor de Daniel Martínez. Hace unos días aseguró que “los nazis ya no tienen la cara de Hitler, como decía Saramago, sino que tienen cara de otros, y entre otros, en este caso, tienen la cara de los ‘Maninis’, como en Brasil tienen la cara de Bolsonaro”. Pero, parece, que nunca la de Maduro. Y seguramente, la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet (que no es de derecha, sino socialista) haya cometido la felonía de denunciar que en Venezuela hubo más de 6.800 ejecuciones extrajudiciales cometidas durante el régimen de Nicolás Maduro. Sin embargo, en la crónica de las “caras de Hitler” no aparece.
Como sea, en el caso de que tenga que mirarse a la cara con “los Maninis” en el Parlamento, deberá hacerlo con la responsabilidad que tiene la presidenta del Senado, o sea, la vicepresidenta de la República, que en su rol articulador deberá lograr la suficiente cintura negociadora para representar a los ciudadanos. Incluso ante la posibilidad de liderar una comitiva oficial fuera del país, en la que también deberá verse a la cara con “los Bolsonaro”.
Se ha tornado en una pésima costumbre que nuestros líderes no cuiden su lenguaje y les salte el dogma por las orejas. No lo hacen ni por la sencilla razón de que ahora representan a frenteamplistas y no frenteamplistas, en tanto conforman una fórmula presidencial que, de resultar electa, representará a la totalidad de los uruguayos. Así como ahora, “los Maninis” representan a unos 47.000 compatriotas que pusieron su voto en las internas. Al menos, a esas voluntades deberá respetarlas aunque no le guste nada.
No se ganan los votantes con la confrontación ni la repetición de estrategias que quedaron viejas. Porque hay un 10% del electorado que votará por primera vez y desconoce las viejas rencillas entre derecha-izquierda. Incluso hay veteranos que ya no tienen ganas de discutir desde ese lugar. La brecha ya existe y la agrandó la propia izquierda por confrontativa y perversa. Hay que avisarle que el desafío está para otro lado. Tal vez, las nuevas formas de hacer política pasen por conciliar y no por cacarear todo el tiempo.