Investigan una “nidada” de huevos de dinosaurio de hace 70 millones de años, en la zona de Algorta

Una fuerte tormenta de lluvia y viento en el invierno de 2013 puso en evidencia que hace unos 70 millones de años, a unos 100 kilómetros al Este de Paysandú, había un lugar de paso y desove de los dinosaurios.
Es que en un monte de eucaliptos cercano a Algorta, la tormenta en cuestión derribó varios árboles, y entre las raíces de uno de ellos había trozos de “rocas” cilíndricas que llamaron la atención de quien pastoreaba ganado en el predio de Montes del Plata. Se puso en contacto con uno de los referentes de la forestal, el ingeniero agrónomo Horacio Giordano, quien recogió esas muestras –a esa altura ya sospechaban que podrían ser huevos de dinosaurio– y las llevó a especialistas para confirmar el “descubrimiento”. Y lo era, se descubrió la primera “nidada” de dinosaurios en el país.
En este caso, son huevos que pertenecerían a los saurópodos, animales herbívoros que tenían cuellos muy largos, colas largas, cabezas pequeñas en relación al resto de su cuerpo y patas como columnas y podían pesar hasta 100 toneladas. Y se sabe porque los huevos esféricos así se identifican en todo el mundo, mientras que los de los carnívoros –como del Tiranosaurio Rex– eran ovalados, como los de gallina.
Por las características, es muy probable que se trate de Titanosuarios, cuyos restos fósiles se han encontrado en esta región de América.

Financiados por la ANII

“Los huevos encontrados eran esféricos, del tamaño de una pelota de fútbol y otros más pequeños”, explicó en el lugar a EL TELEGRAFO Andrés Batista, magister en Paleontología de la Facultad de Ciencias. No obstante, aclaró que “es muy difícil identificar la especie, salvo que haya un embrión dentro de un huevo”. El huevo no tiene el material original, es el fósil del huevo. Batista explicó que la cáscara del huevo es de bicarbonato de calcio, y durante la fosilización, el calcio es sustituido por sílice, que es un mineral muy invasivo y el huevo pasa a ser de sílice, no ya de calcio. Hay casos en que el mineral ingresa al huevo por los poros, e inunda todo el huevo, que queda como una bocha.
Batista detalló que “este proyecto es financiado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) a la cual agradecemos el aporte del Fondo Clemente Estable, y el objetivo del proyecto es trabajar en todo el cretácico tardío (período entre 100 y 65 millones de años atrás) del río Uruguay”. Se trata de un apoyo que ronda los 800.000 pesos, según dijo a EL TELEGRAFO la directora del proyecto, Valeria Mesa.
Agregó que “lo primero que hicimos fue un sondeo y limpiamos la zona con una retroexcavadora. Ahí descubrimos que no solamente había huevos donde estaba el árbol caído, sino que había más en un área de unos 200 metros cuadrados”. Tras eso, “hemos venido varias veces más para estudiar los huevos en el lugar, porque hasta el momento en Uruguay se han encontrado este tipo de huevos fósiles, redondos y de otras formas, pero sueltos, o asociados a la roca pero solos, no agrupados, como ya se encontró en Paysandú, Río Negro, Soriano, Colonia, todos departamentos del litoral”.

Andaban en manadas

La característica diferente de este descubrimiento es que “no se encuentra un huevo individual, sino una agrupación completa en una zona extensa, donde se han encontrado fragmentos de huevos y otros más enteros. Y todo este conjunto nos da información interesante de la forma de vida que tenían los dinosaurios en el momento de poner los huevos, en el comportamiento reproductivo e incubación”.
Los huevos son todos del mismo tipo, y “hasta el momento no hemos encontrado cáscaras de morfología diferente. En este caso no son huevos del mismo individuo, y lo que se conoce hasta ahora, en estudios en casos de nidificación en La Rioja (Argentina), es que estos dinosaurios van en manadas y varias hembras ponen huevos en una zona arenosa y los entierran. Es un comportamiento similar a las tortugas o los cocodrilos”. En este caso, la cantidad de huevos que hay en esa pequeña zona de 200 metros cuadrados, alcanzaría al centenar.
Explicó que “nuestro primer trabajo fue hacer un mapeo, no retirar huevos porque la información es vital cuando está en la zona, y como esta es una agrupación de huevos, nos brinda mucho m{as información que si nos llevamos los huevos. Vinimos para limpiar el predio, hacer un mapeo geológico, un estudio del tipo de roca, tomar muchas fotos, hacer muchos dibujos, tomar muchas medidas. Y ya en la última etapa encontramos más huevos, y muchos de ellos enteros, y queríamos extraer una agrupación completa. En este caso son ocho huevos, que los llevaríamos en un bloque grande a la Facultad para hacer estudios más detallados con técnica de barrido, en la cáscara, haríamos tomografías para ver si dentro de algún huevo hay algún huesito. Y no solo sería importante desde el punto de vista científico, sino también para identificar otros aspectos del comportamiento de los dinosaurios”.

Se incubaban solos

Al respecto, ya se sabe que “los huevos de estos dinosaurios son muy porosos, mirándolo al microscopio tiene muchos poros, lo que mostraría que el huevo transpiraría muchísimo, perdería mucho vapor de agua, que generaría un microambiente que lo ayudaría a incubarse. Porque es muy diferente a como incuban los pollos, en este caso ese microclima sería suficiente para incubarse, por lo que dejaban los huevos y se iban. Pero es un sitio recurrente, iban y venían”.
El equipo investigador está integrado por varios profesionales y estudiantes liderados por la geóloga Valeria Mesa, entre ellos Andrés Batista, Guillermo garcía, Daniel Perea y Aldo Manzuetti, Matías Soto, Horacio Giordano, Ana Clara Novo y Viviana González, todos geólogos y paleontólogos investigadores de la Facultad de Ciencias; y también Andrés Rinderknecht, del Museo de Historia Natural.

YouTube player