Menos entusiasmo para invertir

En año electoral, en el que los candidatos a la presidencia plantean un futuro edulcorado que, lanzados a la conquista de votos, consideran que podrá alcanzarse prácticamente sin esfuerzo y solo dejando que den resultado las medidas infalibles que aplicarán cuando asuman el gobierno, –y que por supuesto la realidad se encarga de desmentir–, se hace poco hincapié en cómo se hará para generar condiciones que alienten el arribo de capitales de riesgo, que son los que generan riqueza genuina para distribuir.
Claro, ocurre que esta premisa es la que aplican aquellospaíses que tratan de ofrecer la mejor ecuación riesgo-beneficio para promover emprendimientos que deriven en puestos de trabajo, esos puestos que están en serios problemas desde hace tiempo en nuestro país porque se han acrecentado las dificultades para el desenvolvimiento de las empresas, agobiadas por altos costos y con el Estado que por su ineficiencia y gasto exorbitante deprime toda actividad económica.
Ante la importancia de la inversión en cualquier gobierno, es pertinente traer a colación el escenario que perciben los potenciales inversores en el Uruguay, sobre todo porque se ha destacado que pese a inconvenientes logísticos, de costos y de mercado, existe en nuestro país una estabilidad política y reglas de juego que son destacables ante un marco de incertidumbre que da en otros países en que podrían ofrecerse en principio mejores beneficios para el capital, pero con condicionantes muy severas en cuanto a la solidez del marco jurídico y socioeconómico.
Recientemente, en un Desayuno de Negocios organizado por el diario El País, centrado en comparar visiones y oportunidades que ofrece el Uruguay para el lanzamiento de negocios, las opiniones de los empresarios señalaron fortalezas y debilidades que podrían resumirse en que “las empresas no salen en estampida de Uruguay, pero tampoco se pelean por venir”, lo que en el mejor de los casos nos dejaría en una posición más o menos neutra a nivel global.
Asesores y consultores locales, operadores internacionales e inversores del exterior, coincidieron en que hay características culturales vinculadas por ejemplo con el ámbito laboral, que incluye rigideces en la legislación, con escaso espacio además para innovar en aspectos como horarios y tareas, así como la forma en que se resuelven los conflictos.
Como contrapartida, se destacan buenas prácticas por reglas claras, instituciones sólidas más allá del partido que esté en el gobierno, justicia independiente, ingreso per cápita relativamente alto para la región, buena distribución del ingreso, libertad de prensa, entre otros puntos.
Es decir que hay luces y sombras en un contexto general que como promedio exhibe cierto “empate” entre riesgo y rentabilidad, que sin embargo en los últimos tiempos, sobre todo a partir del cese del viento de cola por el elevado precio de los commodities –que podría situarse a partir de 2014–, comenzaron a caer los ingresos por un decline en el crecimiento.
Sin embargo, en el gobierno del Frente Amplio se siguió insistiendo en aumentar el gasto estatal, porque había “espacio fiscal” para seguir gastando, apostando a que la tendencia de deterioro de la actividad económica se revertiría en poco tiempo.
No puede extrañarse que ante un diagnóstico delirante no se hayan cumplido sucesivamente las metas establecidas respecto al déficit fiscal, que surge de la diferencia entre lo que ingresa y lo que se gasta por el Estado, y por ende siga acumulándose un déficit que se financia con endeudamiento, es decir compromisos de pago en determinado plazo, por lo que se gastó irresponsablemente a cuenta.
Y decimos irresponsablemente, porque desde el gobierno se prefirió ignorar esta realidad que rompía los ojos, por no pagar costos políticos y no crear conflictos con sindicatos de funcionarios públicos que no están dispuestos a dejar de lado sus reivindicaciones, aunque éstas se satisfagan a costa del interés general, incluyendo naturalmente a los trabajadores de la actividad privada, que es también un sector que está pagando este gasto por la vía del desempleo, subocupación y reducción de horas trabajadas. Claro, eso no debería sorprender cuanto el partido de gobierno está manejado por las bases y los sindicatos, que son los que le dan la gobernabilidad, y que el propio Frente Amplio está integrado por distintos partidos de los cuales los más radicales de izquierda son los que tienen la sartén por el mango, mientras los moderados y de centro van en retirada.
En este caso los empresarios que participaron en este Desayuno de Negocios subrayaron que en el contexto favorable que vivió el país en una década de elevados precios internacionales de nuestras materias primas de exportación, los elementos negativos del país pudieron más o menos disimularse, pero han quedado expuestos en toda su magnitud a partir de que se retirara la espuma y nos encontramos con la realidad.
Hay aspectos estructurales que tienen que ver con las limitaciones de escala, el contexto regional, el mercado de trabajo y las condiciones macro, la vez de evaluarse que el Uruguay es un país “serio”, pero escasamente atractivo para el inversor. A la inversa, hay países con riesgos institucionales y de otra naturaleza, pero que ofrecen una rentabilidad que compensa los eventuales riesgos institucionales, como sería el caso concreto del Paraguay, por mencionar específicamente un país.
Otra realidad salta a la vista: los problemas del mercado laboral, que podrían disimularse en tiempos de bonanza pero que surgen nítidamente como un obstáculo de gran importancia cuando la situación se deteriora.
Es así que los potenciales inversores cuestionan aspectos como la rigidez, la baja productividad y dificultades para superar conflictos sindicales. Incluso para las empresas radicadas en el país, se considera que por cuestiones estratégicas, bajos márgenes de ganancia y elevados costos para modificar la realidad, la decisión por la que se inclinan es por dejar todo tal como está.
Como fortalezas, se mantiene la perspectiva de interés inversor en áreas como la forestación –la próxima planta de UPM es un claro ejemplo–, incluso en la explotación del cannabis, además de sectores con fuerte regulación y garantías desde el Estado, por su connotación estratégica, al fin de cuentas, como energías renovables, infraestructura vial y servicios globales, donde existen condiciones más flexibles.
A la vez, la caída en la recaudación implica una Espada de Damocles sobre el empresariado, por cuanto los resultados del sector público con insolvencia fiscal hacen que se tenga el riesgo tributario como un factor al acecho: “le faltan recursos al Estado y mañana pueden venir por mí”, ha sido una respuesta reiterada.
Lamentablemente esta impresión no es desacertada y ya está presente, por cuanto ya han venido por todos nosotros, y no siempre directamente por la vía tributaria, sino por ejemplo a través de las tarifas de electricidad y precios de combustibles, desde empresas públicas que obran como agentes recaudadores para el Estado y aplican sobreprecios que se agregan a su ineficiencia en la gestión.
Y este es el punto omnipresente, por cuanto al inflarse costos con destino al agujero negro que es Renta Generales, se reduce la rentabilidad a las empresas, decae la actividad económica, se pierden puestos de trabajo, los cuentapropistas también pierden ingresos y se genera un círculo vicioso que solo puede tener un margen de escape con inversiones que en el mejor de los casos vienen a cuentagotas, precisamente por falta de rentabilidad para el capital de riesgo.
Así, todos los caminos conducen a Roma: todos pagamos de más para sostener al Estado, que aplica costos del primer mundo en un país que comercialmente rinde como una aldea africana, y ello explica que ahora “Uruguay no entusiasma”, como dicen los empresarios, y peor aún, cada vez entusiasma menos, si es que alguna vez lo hizo.