Algunos temas que se le olvidan a la fórmula presidencial

El estilo que presenta esta campaña electoral, con tintes inéditos en comparación a las anteriores, tiende a poner cualquier tema en blanco sobre negro.
Mientras el Partido Nacional intenta recuperarse de los hechos denunciados en Colonia, donde uno de sus “hombres fuertes” fue apartado de la fuerza política, desde la oposición agregan leña al fuego. Y en ese cúmulo de opiniones, se expresan quienes tienen un pasado por lo menos turbio, y otros que, directamente, parece que no tuvieran memoria.
Es así que hablan de gestionar bien las empresas públicas quienes se patinaron cientos de millones de dólares cuando ocuparon las direcciones de entes monopólicos, como Ancap, o se refieren a la hipocresía existente en la política uruguaya aquellos que no quisieron responder por el sobrecosto del Antel Arena. Incluso lo hizo quien debió irse por la puerta chica al renunciar al segundo puesto del Poder Ejecutivo, bajo la promesa de no inhabilitarlo para que no hablara y perjudicara a la fuerza política en el gobierno. Porque, claramente, no fue al responsabilidad de un hombre solo.
Es decir, todos opinan con la libertad que les permite la democracia y el Estado de Derecho en nuestro país, pero con el desparpajo de quienes no tienen vergüenza.
La situación protagonizada por el intendente de Colonia, Carlos Moreira, sirvió de ejemplo para verle “las patas a la sota” y medir el nivel del ego de los políticos uruguayos. Fue útil para discutir las consecuencias de las nuevas tecnologías sobre las conversaciones privadas y para confirmar que en política, no hay códigos, y lo único que interesa es sacar réditos personales.
Todo para ellos y desde el punto de vista de ellos. Si en el medio de la cuestión está o estuvo el manejo de la cosa pública, poco les interesa. Se conducen como señores feudales, convencidos de la pleitesía que le deben sus vasallos. Y allá van.
Unos, ocupados en medir la extensión de una caravana, parecen convencidos en que una mayor presencia de vehículos en las calles, y con banderas, gana las elecciones. Y hasta se animan a decir que en primera vuelta. Otros, corriendo de atrás, miran la pizarra de los temas que se discuten en el momento para ver de cual se prenden. Incluso hay quienes critica que la oposición se junte con la intención de sacar al Frente Amplio del gobierno, como si ignorara que esa fuerza política está formada por distintos partidos, algunos de ellos con diferencias mayores con las que puede haber entre los moderados de izquierda y los de centro de la oposición.
En cualquier caso, hay un aspecto que olvidan cuando se ponen en pose frente a las cámaras: los programas de los partidos son muy importantes, pero la ciudadanía debe votar por personas que lo ejecuten.
Y olvidan los estrategas del oficialismo que, aún en la victoria, según lo que indican las encuestas deberá negociar y lograr aliados en el Parlamento, porque no obtendría la mayoría de la que ha gozado en los últimos 15 años. Y además, no va a ser tan fácil ocultar los “errores” cometidos, como algunos que nos costaron o nos están costando muy caros a los uruguayos, pero que gracias a esa mayoría parlamentaria que hasta hoy tienen y la mano de yeso, no se han podido investigar como corresponde.
Por ejemplo, la aventura de Aratirí podría costarnos 3.000 millones de dólares, si la empresa gana los juicios que le ha planteado al Estado. La deuda de Pluna aún cuesta 10 millones de dólares anuales hasta el año 2023, a pesar que los aviones dejaron de volar en julio de 2012, Pluna Ente Autónomo cerró en 2017 y las aeronaves fueron destinadas a los usos más diversos, como por ejemplo, una moderna aula en un colegio de Punta del Este.
O Gas Sayago, la cáscara vacía que perdió 4 millones de dólares en el primer semestre de este año, pero que deberá disponer de otros nueve millones del billete verde para el desmantelamiento de los pilotes que aún pueden verse sobre la bahía de Montevideo. Otro intento fallido por inventar la pólvora. Sin dejar de mencionar los pasivos por 70 millones de dólares, por demandas al Estado en diversos grados de avance. Y pasivos en moneda extranjera por encima de los 17 millones de dólares.
O la disolución de CABA porque ya no era negocio que el Estado produjera bebidas alcohólicas y perfumes, con el compromiso de recuperar las joyas arquitectónicas de los arquitectos Dieste y Lorente. Pero, sin mayores avances.
O la fallida microdestilería de ALUR, a pocos kilómetros de Artigas, a base de boniato porque la “genial” idea de José Mujica no tuvo en cuenta que para producir un litro de etanol, se necesitaban 7 kilos de boniatos. Por ende, era absolutamente insostenible y la planta quedó abandonada. Hasta el momento se desconoce el fin que llevó el equipo de riego, comprado por ALUR para Bella Unión y que permanecía embalado en un depósito del barrio Capurro de Montevideo, después de haber pagado unos 600 mil dólares.
Dicho sea de paso, el balance efectuado en 2016, daba cuenta de un “deterioro” de los activos de ALUR en torno a los 30 millones de dólares.
Todo bajo la misma bandera que después se izó en la caravana, largamente difundida y viralizada en las redes.
Claro que la lista es larga, pero los ejemplos anteriores son solo algunos del despilfarro y utilización de fondos públicos a discreción y sin criterio.