Agitando “cucos” también en la educación

Como era de esperar, tras el resultado de las elecciones celebradas el 27 de octubre, que perfilan a la fórmula del Partido Nacional como posible ganadora del balotaje para gobernar en coalición con otros partidos de la oposición, desde la izquierda ha surgido como eje de la campaña un cúmulo de críticas, rumores, verdades a medias y falsedades para tratar de desacreditar a los “fachos” que pretenden acceder al poder por la vía del voto popular. Para ello, además, los dirigentes de la coalición de izquierdas apelan al apoyo de la correa transmisora de gremios que les son afines, porque forman parte de la rueda de poder que ha gobernado al país durante quince años.
Uno de los tantos gremios que ha formado parte de esta acumulación de poder político-gremial y naturalmente, en sintonía con las corrientes más radicales del Frente Amplio es la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes), una piedra en el zapato aún para el propio partido de gobierno que sistemáticamente se ha opuesto a toda reforma educativa y sólo apunta a sostener un statu quo en el que –más allá de los eslóganes– poco importa el alumnado y la calidad de la educación, sino que todo se arma en torno a reivindicaciones gremiales y naturalmente, a utilizar los recursos a gusto, sin contraprestación de resultados sobre los recursos que se utilizan en los respectivos ámbitos de de la educación.
Ante la perspectiva de que la coalición de izquierdas pierda el poder, la gremial se ha situado claramente en reafirmar su postura histórica de llevar agua hacia el molino de la izquierda, de la que forma parte como uno de los grupos de choque, y para ello busca desacreditar a la coalición opositora a través de supuestos sobre intenciones y decisiones que adoptaría en el área de la enseñanza, que entiende se desprendería de la propuesta de gobierno.
Sobre este punto el integrante del consejo educativo de la Fenapes, Javier Iglesias, aseguró a Montevideo Portal que “son sumamente preocupantes las propuestas que hay en educación”, asegurando a la vez que hay falta de conocimiento de la problemática actual que vive la educación.
A su juicio la oposición “desconoce los problemas reales que hay en la educación pública hoy. No hay ni una palabra sobre la necesidad de incrementar el presupuesto, no hay una sola palabra sobre necesidades de cubrir la cantidad de cargos que hacen falta hoy en liceos y escuelas”, a la vez que considera hay desconocimiento “de sus propios expertos que elaboran esas propuestas, porque no va a los problemas reales concretos que tenemos hoy en los liceos y las escuelas”.
A la vez, apuntando a generar confusión, asegura que estas propuestas están en sintonía con supuestos intentos del presidente brasileño Jair Bolsonaro, “de ir a un mecanismo de incrementar el nivel represivo en cuanto a la tarea docente. Hay que ver que aparece la necesidad de rediscutir la libertad de cátedra, que es un principio esencial, no solamente en la educación pública de nuestro país sino a nivel mundial”.
Estas reflexiones no solo llaman a preocupación, sino que son tragicómicas, cuando provienen de dirigentes sindicales de una izquierda que es protagonista excluyente del pensamiento único en la enseñanza como en tantas áreas, donde no admiten otra opinión y pretenden ser dueños de la verdad revelada, destratando y desacreditando por la vía que sea a todo aquel que opine distinto.
Están contra el principio de autoridad en los organismos de la enseñanza, pero disciplinan a quienes piensan distinto o se atreven a discrepar, no aceptan que se les evalúe en el desempeño de sus cargos, cuestionan comparaciones en pruebas internacionales como las PISA y hasta ponen en tela de juicio las evaluaciones inventadas por el propio gobierno para tratar de disimular el nefasto resultado de las políticas educativas, cada vez que la información resultante no les es de su agrado, situándose por encima de bien y del mal y encerrándose en su discurso autocomplaciente, de atribuir todos los problemas a la falta de recursos cuando en los hechos se ha incrementado sustancialmente el presupuesto pero sin que se haga un uso eficiente del dinero. El punto es que sistemáticamente los sindicatos de la enseñanza, incluyendo a la Fenapes, se han opuesto a todo intento de reforma de la enseñanza y solo les importan verdaderamente sus reivindicaciones laborales e incrementar su participación en la conducción de los organismos rectores del sector.
Por supuesto, no solo no generan propuestas reales de solución, sino que son parte sustancial del problema, porque defienden el interés particular y no el general, además de estar más para la política que para educación.
Lamentablemente, además de resultar contrario a generar el salto de calidad que se necesita, se insiste en igualar hacia abajo, en este caso sí en sintonía con el gobierno de izquierda que entre otros aspectos hace hincapié en la “inclusión” con facilitar el pasaje de grado hasta para quienes no llegan ni siquiera cerca del mínimo de conocimiento y escolaridad que indica el sentido común, haciendo que el problema no desaparezca y peor aún, estalle en toda su magnitud cuando se ingrese en las etapas superiores, cuando los correctivos resultan aún más difíciles.
Consecuentemente, se está realimentando la degradación en desmedro de los sectores de menores recursos, porque hay un abismo entre la enseñanza privada y a la pública a la luz de los resultados, y por lo tanto se acentúa la diferencia con quienes sí tienen recursos para pagar una enseñanza de calidad.
Sin embargo estos aspectos son todos soslayados por la Fenapes en aras de defender supuestas “conquistas” de la izquierda y sobre todo apuntando a acallar las voces discrepantes, como es el caso notorio del alineamiento de centros docentes y hasta facultades con la compaña contra la reforma constitucional “Vivir sin miedo”, o tildando de “fachos” y “oligarcas” a todos aquellos que no acompañen el discurso oficial.
Seguramente mucha de esta “preocupación” tiene que ver con la posibilidad de que se controlen los excesos en el adoctrinamiento directo o indirecto que se pretende seguir ejerciendo, en pasar la “aplanadora” sindical por encima de los que piensan diferente.
Y todo esto con la complicidad, la vista gorda o el apañamiento del gobierno del Frente Amplio, en aras de inculcar el pensamiento único, en lo que lamentablemente se persiste cuando desde estos gremios se agitan “cucos” sobre las consecuencias de eventuales medidas de un gobierno de signo diferente, cuando hace rato que tienen el “cuco” adentro y no quieren que se toque nada, para seguir en la misma, en medio del deterioro del sistema educativo y poniendo palos en la rueda a todo aquel que quiera cambiar este estado de cosas.