Una peligrosa forma de hacer campaña

En Uruguay, las instituciones son fuertes al igual que su orden democrático y eso no es mérito de ningún partido político. O en todo caso, es mérito de todos. Para que esto continúe, necesitamos un país que funcione y mire hacia adelante y no a víctimas que tratan de lograr votos compasivos ante resultados adversos. Con eso, solo consiguen enojar a quienes no están de acuerdo. Incluso dentro de su propia fuerza política.
La vicepresidenta de la República y senadora electa para la próxima legislatura, Lucía Topolansky, dijo con una seguridad sorprendente que “el primer año de gobierno de una coalición de derecha generará una enorme movilización social”. Además dudó “que esa coalición pueda resistir, eso va a generar mucha inestabilidad en Uruguay”. Además de lograr el objetivo de sacar el foco de la discusión, también consiguió la reacción de la oposición que salió a contestarle.
Sin embargo, el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, respaldó las declaraciones de la vicepresidenta y reiteró las condiciones de “inestabilidad” que presenta el denominado arco opositor.
¿Cómo pueden asegurar una futura inestabilidad sin tomar en cuenta que sus declaraciones pueden generar reacciones tan variadas como personas escucharon sus declaraciones? Porque, o la vicepresidenta tiene información firme sobre esas movilizaciones que ponen en riesgo la paz, o es una opinión “al boleo” o, realmente, quiere infundir miedo. En cualquiera de los tres casos, es temerario igual.
No es tan difícil de desconocer que existen frentes sociales prontos y bien dispuestos para salir ante el primer desacuerdo y que los “punteros políticos” arengan a las tribunas desde ya. Pero los líderes tienen la obligación moral de no sólo respetar la voluntad ciudadana, sino también transmitir señales de tolerancia hacia sus seguidores, en lugar de sembrar dudas. Porque si habla el soberano, no existen dobles interpretaciones.
¿Cuál es la razón para aventurarse a explicar, sin asumir un nuevo gobierno, que la próxima administración va a recortar derechos? El nuevo vocero de la campaña intervenida de Daniel Martínez, Yamandú Orsi, argumentó en una entrevista televisada que no leyó el documento en manos de la coalición. Sin embargo fue enfático en marcar su desacuerdo con varios puntos, que no pudo puntualizar precisamente porque no lo leyó ni conoce su contenido. Hubiese sido más prudente para un líder de campaña interiorizarse de la propuesta del adversario para rebatir los puntos que no comparte, pero prefirió el camino de la desacreditación sólo por venir de quien viene. De esta forma, de paso, elevaba la altura de la discusión, que por cierto ha sido un factor de autocrítica en el propio Frente Amplio.
Porque todo lo demás, es y seguirá siendo demagogia y vaguedades. Además, deberían recordar que cuando por primera en su historia ganó el Frente Amplio, en 2004, no hubo movilizaciones y ni siquiera alguien pensó en desestabilizar al gobierno. Porque habíamos aprendido como sociedad, que las crisis se superan en unidad y ese era un momento sensible para Uruguay.
Hoy mucha gente está disconforme con los resultados de 15 años de gobierno frenteamplista, y eso les valió perder muchos seguidores por el “voto castigo”, así como ya le ocurrió con otros partidos. El Partido Colorado sufrió a manos de la crisis económica y la aftosa del año 2002. Para el oficialismo, ese problema se llama inseguridad o aumento del delito. No es que exista un 60% de “fachos” que quieren voltear al gobierno e instalar una suerte de Estado aislacionista, donde no se respeta ningún derecho.
En vez de enfocarse en generar temor, deberían sentarse a pensar –y hacerlo con la mayor humildad posible– en cómo hacer para recuperar el caudal perdido y no buscar ahondar la “grieta” que tanto daño ha producido en otros países de América Latina.
Si el partido que hoy está en el gobierno, hubiese estado en la oposición ni por un segundo permitía el uso de canales oficiales para hacer política o que su vicepresidenta, hablara de “desestabilización social”. Porque eso lo remitiría al pasado reciente, un tema del que abusan en las redes sociales y usan la palabra “represión” para comparar hechos absolutamente diferentes.
No son nuevos en la política y saben que no es algo binario. Deberían reconocer que salir a remarla ahora genera desencuentros con la propia ciudadanía y resalta la desesperación.
A la voluntad ciudadana hay que respetarla, y es de buen político y de buena gente alentar a la sus seguidores a ser tolerantes, porque lo contrario ya lo vivió este país. Los totalitarismos son malos, pero son malos vengan de donde vengan. Y cada tanto tendrían que escuchar a los viejos filósofos que, como Voltaire, nos recuerdan a todos que “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es casi incurable”.