Los resultados del Ineed que faltan y las pruebas PISA

En el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) hay movimientos. Nuevamente. El 16 de setiembre, Pablo Cayota se fue enojado de la sesión de ese día de la comisión directiva ante la negativa de otros integrantes de considerar el borrador del informe Aristas, que evalúa el desempeño de los estudiantes en la educación media básica. En forma inmediata pidió licencia hasta el 30 de noviembre. Regresó el viernes y renunció.
Cayota representaba a las instituciones educativas privadas y en su carta de dimisión fue claro: lo hacía por “una progresiva ruptura del equilibrio entre la función política y la función técnica, lo que conllevará inevitablemente a un debilitamiento de su autonomía e independencia”.
Por una razón similar se fue Pedro Ravela a finales de 2015 y por lo mismo, abandonó el cargo de director ejecutivo, Mariano Palamidessi, el 31 de octubre de 2018. Es decir que dimitió la totalidad de los directores ejecutivos del instituto y extraoficialmente en la interna de la institución, aseguran que se sumaría Giselle Tur Porres, quien asumió a fines de marzo.
Sin apuntar a nadie, Cayota criticó en su carta de renuncia la “manera de gestionar asuntos y recursos humanos que ha producido grietas y tensiones al interior del equipo técnico, generando ‘chivos expiatorios’ que ocultan errores vinculados a la ‘influencia directriz’ en el proceso de redacción final del Informe Aristas Media”.
Cayota se refería así, a las continuas demoras y cambios en las fechas de publicación del informe que debió difundirse antes del 30 de octubre, de acuerdo al cronograma de trabajo aprobado el año pasado.
Pero este era un año electoral. Un detalle que no era menor para quienes operaron a favor de los intereses del gobierno saliente. Porque Aristas ha sido implacable con su radiografía completa del estado de la educación y sus resultados. Octubre fue un mes clave para la primera vuelta electoral en Uruguay y en noviembre, el país definía la continuidad o el fin de un proceso. Y ante ese escenario, pesaron otras valoraciones.
Por lo tanto, resolvieron presentar los resultados del informe en enero. Justo cuando la opinión pública está de vacaciones, los estudiantes y docentes de licencia y la actividad política de asueto veraniego.
Pero los archivos quedan. El último dato disponible, correspondiente a octubre de 2018, evaluaba que el 47,6% de los niños que asisten a tercero de escuela no tiene una compresión global de los textos y que ese dato se extiende a siete de cada diez de los escolares que residen en barrios desfavorecidos. Por lo tanto, el lugar donde viven condiciona su desempeño y trayectoria educativa. El informe apuntaba a una mejor asistencia de los niños de 4 y 5 años, pero era de los más bajos entre 15 y 17 años, con una brecha marcada y sostenida entre 2006 y 2017. Justamente en el período en que se amplió la oferta y cobertura de acceso a la educación. Es que el cuello de botella permanece en su entorno económico, con un descenso en el acceso de los jóvenes, de acuerdo a los quintiles más bajos.
Ha sido reconocida la universalidad de la Educación Inicial y Primaria en Uruguay, pero al cumplir 12 años, el camino se bifurca y el país muestra dificultades. Entre 2006 y 2015 todos los países de la región mejoraron sus guarismos de asistencia de estudiantes entre 15 y 17 años. Solo como ejemplo citaremos Chile con el 95,4%, seguido de Argentina y Brasil. Uruguay tiene 82,1% y plantea escollos en las posibilidades de mejorar ese porcentaje.
Y al “Informe Artistas” no lo pueden cuestionar de la forma como lo hacen con las Pruebas PISA. En este último caso, tanto sindicatos como autoridades del gobierno se han preocupado por dejar en claro que el Programme for International Student Assessment –de ahí sus siglas en inglés– responde a otros parámetros internacionales de países de la OCDE, alejados de la idiosincrasia uruguaya. Sin embargo, son referencia nuevamente porque sus resultados fueron divulgados en las últimas horas.
Allí señala que Uruguay empeoró en las áreas de lectura y ciencias, sin embargo, obtuvo los mejores resultados en matemática en comparación con los restantes países latinoamericanos. Pero logró el nivel 1, cuando el más alto es 6. Por lo tanto, no es tan difícil imaginarse la calidad de los aprendizajes. De acuerdo a los lineamientos de estas pruebas orientadas a jóvenes de 15 años, el nivel mencionado permite la respuesta a “preguntas que involucran contextos familiares donde toda la información relevante está presente y las preguntas están claramente definidas”. Son procedimientos rutinarios, con acciones “casi siempre evidentes y se deducen inmediatamente de los estímulos dados”. O sea, nada complejo.
En lectura, los estudiantes sometidos a la prueba pudieron identificar un texto de longitud moderada y en ciencias, con el mismo nivel 2, tienen “conocimiento cotidiano y conocimiento procedimental básico”.
El documento del Ineed es una prueba estandarizada de carácter nacional, de acuerdo a la definición del propio organismo, y en todos los casos evaluados se muestra en línea con PISA.
Las diferencias con Aristas es que descarna la desigualdad que permanece. Porque solo uno de cada cien alumnos provenientes de contextos “muy favorables” se ubican en los niveles inferiores de las comprensiones de textos. En los contextos “muy desfavorables”, esa relación es uno de cada diez. El documento del Inned, en octubre de 2018 advertía que el 50,9%, o más de la mitad de los niños que asisten a tercer año, no llegan al nivel 3 de una escala que va del 1 al 5.
Para tener una idea de las exigencias que miden el nivel 3, incluyen la capacidad de diferenciar los lados de un triángulo, multiplicar números hasta tres cifras y dividir de dos cifras entre una. No parece nada extraordinario.
La marcada desigualdad entre contextos socioeconómicos y culturales se expuso hace un año en el informe del Ineed, que abordó hasta las condiciones edilicias y de infraestructura educativa. Condiciones que no cambiaron en 12 meses, pero sí los criterios que imposibilitan imponer las valoraciones técnicas sobre la politización de la educación. Que en los últimos tiempos han sido intensas, tanto como para no permitir que la información sea pública porque prefirieron cuidar sus intereses. Una actitud muy mezquina, pero que ya es una costumbre.