Un buen dato

Uruguay no ha estado ajeno a los casos de corrupción, algunos notorios públicamente conocidos, pero al menos en el contexto regional y global siempre ha estado bien colocado. ¿Mal de muchos, consuelo de tontos? Puede ser, pero no deja de ser un buen dato el que acaba de brindar la organización Transparencia Internacional en su informe divulgado el jueves pasado.
Transparencia Internacional, que denuncia que la región ha sido incapaz de progresos significativos en ese sentido, señala que Uruguay y Chile son los países del vecindario más limpios, mientras que Venezuela y Nicaragua son percibidos como las naciones más corruptas de América Latina.
Incluso, Uruguay es el que mejor parado cae, con 71 puntos (en el puesto 21º a nivel internacional), por encima de los chilenos (67) y Costa Rica (56), el otro latinoamericano que recibió una buena nota según el reporte del organismo. A nivel mundial, Dinamarca y Nueva Zelanda abren el Índice de Percepción de la Corrupción (CPI), que cierran Somalia, Sudán del Sur y Siria, en una clasificación en la que la oenegé alemana ve un “pasmoso número” de países con una mejora mínima o nula.
Nuestro país ha estado bien colocado en este índice, siempre por encima del resto de los países regionales; además, mejora su puntuación respecto al informe del año pasado, divulgado también por estas fechas. Se ve que los casos de corrupción que hemos visto por estos pagos, como lo de Ancap u otros manejos non sanctos a nivel del Estado, o los supuestos vínculos con el gran caso de corrupción de Brasil como el Lava Jato (empresarios incluidos), no han mermado la buena estrella de Uruguay en este aspecto en cuanto a registros comparativos con la región y el mundo.
De todos modos, no podemos caer en justificaciones del tipo: como los otros lo hacen peor, nosotros podemos darnos algún tiro al aire. A estar atentos, a no entrar en un estado de satisfacción y a escuchar lo que dicen los expertos. Como la coordinadora regional para las Américas de Transparencia Internacional, Teresita Chávez, quien lamentó que América Latina lleve cuatro años “atascada”, sin registrar mejoras. “Esto demuestra que la región fracasa en la lucha contra la corrupción”, argumentó.
A su juicio, la región arrastra “retos significativos de líderes políticos que actúan en sus propios intereses a expensas de los ciudadanos” e hizo hincapié en los problemas del financiamiento partidario, las consultas públicas de la acción de gobierno y la integridad electoral. La corrupción, agregó, acaba “desgastando” a la democracia. Chávez destacó como sintomático de la región el escándalo Odebrecht, “uno de los mayores a nivel global”, que se extiende por diez países latinoamericanos y entraba a través de “donaciones” a partidos en campaña.
En términos globales, el informe de Transparencia Internacional centra sus dardos en “el papel corruptor del ‘gran dinero’ en el financiamiento de los partidos políticos” y destaca la creciente “frustración” con las prácticas ilegítimas de los gobiernos y la falta de confianza en las instituciones, que considera que erosiona la democracia en su conjunto, insistió la experta. Son palabras que bien se podrían aplicar a nuestro país y sobre lo que hay que poner especial ojo.
Para afrontar la corrupción, Transparencia Internacional recomienda reforzar los controles entre los distintos poderes del Estado, blindar los procesos electorales para asegurar la transparencia, limitar la influencia económica en la política, evitar las “puertas giratorias” y fomentar que toda la sociedad pueda contribuir en el proceso de toma de decisiones.
¿Qué tiene Uruguay para decir al respecto? ¿Por qué sigue bien parado? Son fortalezas que deberían mantenerse en el tiempo y aún darle más empuje y, cabe decir, transparencia: la solidez institucional, división de poderes, respeto por las normas, y un conjunto de valores que la sociedad comparte que son muy importantes. Los valores compartidos son los que limitan la posibilidad de los corruptos de actuar, por lo tanto, al no aceptarla, se la condena y se actúa en consecuencia. Un buen ejemplo de esto fue la renuncia del exvicepresidente Raúl Sendic.
En Uruguay aún faltan mecanismos para una mejor detección de la corrupción. Por ejemplo, la Justicia nunca investigó los nexos del Lava Jato con el país, sobre todo porque estaba vinculado a la actividad privada. “Uruguay no ha hecho una investigación profunda del caso (Lava Jato), ni siquiera ha hecho una investigación preliminar, cuando los expedientes en Brasil del Lava Jato indican que Uruguay era la meca jurídica de toda la operación de lavado de activos”, explicó uno de los que más investigó el tema, Walter Pernas, director del portal Sudestada, justo después del informe de Transparencia Internacional del año pasado.
Según este periodista, el problema en Uruguay es que “los fiscales y los jueces no investigan de oficio la corrupción. No hay aparatos eficaces ni grandes aparatos de investigación ni en la fiscalía, ni en la Justicia ni en la policía”. Y esto son justamente los tipos de asuntos que hay que abordar con más severidad, no solo para seguir bien ranqueado, sino también para ganar en calidad de la Justicia.