Los costos de dejar de vacunar

Desde principios de la presente década está primando en los países productores y exportadores de carne del Cono Sur Sudamericano, su disposición a encarar la mejor forma de coordinar las acciones para prevenir el azote de epizootias que en su momento diezmaran al ganado bovino fundamentalmente, y en otras alcanzara para afectar las perspectivas de exportación de sus productos a un mejor precio, ante la exigencia de los mercados.
Nuestro país es parte del corazón de esta producción, y precisamente resultó uno de los más afectados cuando la última gran crisis producto de la epidemia de aftosa. Desde 2001 a la fecha, cuando la gran epidemia de fiebre aftosa, que fue uno de los orígenes –no el único– que precipitó la crisis que vivió nuestro país meses más tarde, ha habido consenso en los países productores, bajo la coordinación de organismos técnicos y políticos, de actuar en forma conjunta para preservar la riqueza ganadera, en el entendido de que ante la amenaza continua de focos en zonas endémicas, había que mantener el esquema de vacunación, pese a sus costos y cierta pérdida de valor de la carne.
Se trata siempre de una relación costo- beneficio, naturalmente, que se mantiene vigente hasta nuestros días, solo que en base al tiempo transcurrido hay países, como Brasil, que entienden que es pertinente dejar de vacunar para acceder a estos mercados, ante un riesgo de contagio que ha descendido.
Precisamente el análisis con los costos y beneficios que implicaría a futuro dejar de vacunar contra la fiebre aftosa en Uruguay, forma parte de la tarea de una consultora que está trabajando desde hace un tiempo en el tema.
Hace pocos días, en la sede de la Dilave “Miguel C. Rubino”, las gremiales de productores recibieron un nuevo informe de la consultoría independiente impulsada por el Instituto Nacional de Carnes (INAC) y Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca sobre esta compleja problemática, que involucra uno de los pilares de nuestra economía de base agropecuaria.
Un dato a tener en cuenta es que Uruguay destina unos 37 millones de dólares anuales para vacunar contra la fiebre aftosa, asegurarse el acceso a los mercados con su ganado en pie, carne y subproductos, además de los análisis que prueben que no hay circulación viral.
Igualmente, las gremiales de productores mantienen su postura tradicional contraria a dejar de vacunar contra la fiebre aftosa, más allá de que Río Grande del Sur y otros estados brasileños, estén presionando para que cese la vacunación, con la mirada puesta en captar mercados.
Pero una cosa es la visión y la realidad brasileña y otra la de Uruguay, donde sus productores y técnicos consideran que la carne bovina de nuestro país, desosada y madurada, puede entrar en mercados de primera línea como Estados Unidos, Unión Europea, Corea del Sur y Japón.
En este contexto, Cooperativas Agrarias Federadas (CAF), a través de su representación, ha sido firme impulsora de generar el estudio sobre el tema por la consultoría, aunque hay una postura adoptada a priori difícil de modificar sin elementos contundentes: como otras gremiales, CAF considera que la vacunación es mucho más que una barrera contra la aftosa, sino que es también un seguro de altísimo valor para la producción ganadera uruguaya.
Pablo Perdomo, presidente de esta gremial, señaló a El País que los productores tienen mucho recelo en cuanto a dejar de vacunar, “porque tenemos muy pendiente lo que ocurrió en 2001, con una epidemia que se extendió con más de dos mil focos activos detectados por el país. De alguna manera, lo que se está invirtiendo es como un seguro, porque no hay ningún impedimento de acceso a los mercados de mayor potencial porque estemos vacunando contra la aftosa”.
Aseguró el dirigente que el costo de la lucha activa contra la enfermedad “no justificaría el riesgo de infectación que se correría si surgiera algún problema, por más que los números presentados puedan generar alguna duda”. Es decir que hay ciertas dudas sobre si efectivamente la consultora ha evaluado hasta ahora todos los elementos en juego en el caso de que se genere algún foco, y así lo dijo el presidente de la CAF al señalar que los productores consideran que muchas veces los consultores no conocen la interna “ni la realidad de los Servicios Ganaderos”, así como tampoco sus limitantes de recursos económicos y humanos e infraestructura, por lo que “todas esas cosas también hay que ponerlas en la balanza en el marco de la discusión”.
Precisamente de eso se trata, de la realidad de hoy y de los antecedentes, de lo que realmente se tiene en recursos y de lo que se debería tener, porque a la hora de la crisis recién se descubren otras falencias y lo que no se ha tenido en cuenta. Es que estamos precisamente en una región en la que la falta de controles y prescindencia de algunos organismos de países vecinos, con productores poco apegados a la responsabilidad, suelen ocultar cuando aparece algún foco, para no verse afectados, y resulta que salen a la disparada cuando ya es tarde para adoptar medidas de prevención eficaces.
Es de recibo por lo tanto la reflexión de Perdomo en el sentido de que no hay apuro por llegar a decisiones de dejar de vacunar ni nada que se le parezca, porque Uruguay accede a mercados de alto valor con pruebas científicas que demuestran todos los años que no hay circulación viral y consecuente riesgo de contagio en el rodeo bovino.
Precisamente en un subcontinente donde el Uruguay y otros países vecinos tienen a la carne como un valor preciado de exportación, resulta vital la cooperación e interrelación entre los que comparten el recurso para preservarlo y potenciarlo, porque además al no existir fronteras sanitarias un problema puntual en determinada zona puede llegar a extenderse hasta lugares recónditos, cual reguero de pólvora, como ya ha ocurrido.
Al ser la aftosa endémica, aunque bajo control, el interés común de los países que comparten el recurso es establecer reglas de juego claras y controles adecuados para evitar que se den emergencias como las que arrastraron a Uruguay a una crisis sin precedentes y que dinamitó por determinado tiempo nuestras posibilidades como exportadores de carne, y que en 2001 naturalmente no solo afectaron a nuestro país.
Los escenarios de focos episódicos reafirman la necesidad de que las redes de vigilancia en la región sigan en estado de alerta permanente, ante la fragilidad de las fronteras y la forma en que en varios países de la región se maneja la cría de animales, sin los controles y acciones protocolares correspondientes para preservar esta riqueza, con un contagio potencial siempre presente.