Todo está guardado en la memoria

Ser presidente de un país de América Latina es manejar continuamente la contradicción de estar al frente de una nación rica en recursos naturales y minerales, pero a la vez encontrarse dentro del continente más desigual del planeta. Esas desigualdades que no pueden acabarse dentro de una gestión, de dos ni en tres, los enfrenta a amores y odios. Sensaciones que cambian, incluso, en pocos meses.
Y Tabaré Vázquez no es la excepción. El próximo 1º de marzo se va el mandatario que, dentro del contexto latinoamericano, es el mejor valorado con el 65% de aprobación. Pero, no siempre fue así.
Se retira el primer frenteamplista en ser dos veces intendente y dos veces presidente, a pesar de autodefinirse como “un outsider”. En el libro “Tabaré Vázquez. Misterios de un liderazgo que cambió la historia”, escrita por los periodistas Edison Lanza y Ernesto Tulbovitz reconoció que siempre tuvo el respeto profesional. Sin embargo, “en el ámbito político la cosa cambió, muchas veces me sentí como sapo de otro pozo. Es como si te dijeran los dueños de Uruguay son otros, los que hicieron el Uruguay son otros, vos no tenés nada que ver, no hiciste nada por el país”.
Luego de su primer período, entregó el mando a José Mujica y se fue para su casa, con el anuncio ya en titulares de que se retiraba de la política. Pero su partido no había concretado las transformaciones internas necesarias ni había dejado espacio para el nacimiento de nuevos liderazgos. Por eso, lo fueron a buscar. Recorrió el país nuevamente, se postuló para las presidenciales de 2014 apoyó al “delfín” de entonces, Raúl Sendic, y ganó las elecciones por segunda vez. Pero la cosa, esta vez, no sería tan fácil.
Tuvo que lidiar con desajustes que dejaba su antecesor, las tormentas políticas y de gestión de su compañero de fórmula en un ente monopólico salieron a la luz y allí despuntaron las primeras dificultades para cumplir con las promesas electorales.
A mediados de enero cumplió 80 años y de este mandato se va con varias heridas. Además de tener que soltarle la mano a su vicepresidente que renunció en 2017, debió enfrentarse a la “biología”, tal como él lo define.
El año 2019 fue muy particular en su vida: falleció su esposa de manera sorpresiva y anunció que tenía cáncer de pulmón.
Para llegar al 65% de aprobación, debió atravesar antes con los niveles más bajos manejados desde el gobierno de Jorge Batlle, en 2004. En setiembre de 2018, tenía una desaprobación del 52% y una aprobación del 24%. La encuesta de Equipos Consultores de ese entonces, mostraba que más de la mitad de los uruguayos consultados no estaba de acuerdo con su gestión. Tenía, además, un 23% de indiferentes y marcaba así un antecedente que se remontaba a tiempos posteriores a la crisis de 2002.
El colorado tenía una desaprobación del 67% y si bien el guarismo parece lejano con el frenteamplista, era un parámetro utilizado para confrontar los tiempos políticos. Uno, después de una de las crisis políticas más importantes. El otro, después de diez años de “bonanza económica”.
A Vázquez se le cuestionaba en ese entonces por el aumento del desempleo, la presión tributaria y los altos niveles de descontento por la inseguridad ciudadana.
Son tres temas aún no solucionados, a los que deberá sumarse un déficit fiscal en torno al 5%. Pero, es un presidente en retirada y los últimos acontecimientos que marcaron su vida, tornaron el ceño fruncido en una mirada indulgente. Y, claramente, trasladaron las responsabilidades a los ministros a cargo de esos temas, es decir, Danilo Astori en Economía, y Eduardo Bonomi, en Interior.
No obstante, la cabeza responsable será hasta el último día, la del presidente de la República. El mismo que respaldó a Bonomi cuando escapó el mafioso Rocco Morabito o aumentaban los índices de homicidios. Era quien en todo momento ironizó con la oposición cuando le reclamaban el “renunciá Bonomi”. Es el mismo que decretó la esencialidad en la educación o en Meteorología o en la distribución de las naftas en poco más de dos años. Fueron decisiones que rechazó de plano el Pit Cnt y sus sindicatos afiliados. En aquellos días, los sindicatos de la educación rotulaban la medida de “indecente”, “un atropello” y “anticonstitucional”. Y la central sindical consideraba que el gobierno “echaba nafta encima de las brasas”. Además, anunciaba que la organización iba a iniciar acciones legales ante la justicia uruguaya o internacional, enmarcado en los preceptos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sin embargo, fueron los mismos que le tributaron un sentido homenaje hace unos días. Son contradicciones que, a veces, los líderes olvidan. Pero, todo está guardado en la memoria. O en el buscador de Google.
Vázquez era un presidente que siempre se alejaba de la escena mediática ante situaciones difíciles. O enviaba a su prosecretario de la Presidencia, Juan Andrés Roballo, o algunos de sus ministros. No obstante, no le tembló la mano para “renunciar” a un ministro en su lecho de muerte. El secretario de Defensa, Jorge Menéndez, venía de su misma corriente socialista y era un duro rival político en el Parlamento, cuando tenía que defender las resoluciones de Vázquez. Lo tuvo que reconocer el exsenador Pedro Bordaberry cuando lo llamó a sala para que explique sobre la compra del avión presidencial.
A comienzos de abril del año pasado, Vázquez cesaba a la cúpula del Ejército en medio de un escándalo político por las declaraciones de José Nino Gavazzo, al reconocer que tiró el cuerpo de un desaparecido al río Negro. Asuntos que, ciertamente, nadie desconocía en la interna pero todos pusieron cara de sorprendidos.
Simplemente había que darle curso ante la justicia a esas afirmaciones.
Una cosa que hizo –pero a la luz de todos– un periodista de diario El Observador, cuando en realidad correspondía a su secretario de la Presidencia. Pero, luego de cruce de responsabilidades, nada más pasó y nadie explicó más. Pocos días después, murió Menéndez y Vázquez se excusó de ir a su funeral.
A pesar de la mirada indulgente que algunos tienen ahora, deberán reconocer que la visión negativa que pesó sobre su gobierno también se trasladó a la intención de voto. Pero eso ya es historia. Y, a pesar de los homenajes, todo está guardado en la memoria.