En tiempos de coronavirus, una sanducera en París: “es como un domingo eterno”

Inés Dutour, una sanducera que reside en París, convertidaen una ciudad fantasma por la epidemia de coronavirus.

Francia registra –hasta última hora de ayer– 1.696 muertos por coronavirus, en 29.155 casos, agregándose en una sola jornada 3.922 nuevos casos. Estadísticamente, cada millón de personas 337 se enferman y 26 fallecen. Hasta el 31 de marzo el país está en cuarentena obligatoria, pero se espera que el periodo de confinamiento se extienda.
En un rincón de una misteriosamente desierta y silenciosa París, Inés Dutour, sanducera de 33 años, pasa las horas, las que “se licuan”. A las 20 de cada día, todos salen a los balcones “para aplaudir o golpear cacerolas en apoyo no solo al personal de la salud sino también a los cajeros, a todos los que tienen que seguir trabajando brindando servicios”, cuenta a EL TELEGRAFO desde la ciudad luz hoy convertida “en un escenario de ciencia ficción”. Precisamente interrumpe la entrevista para participar del caceroleo. “Duró apenas un minuto”, cuenta cuando retorna.
Inés Dutour vive en París hace tres años. Es actriz y estudia un Máster de Teatro en Creación en la Universidad París 8. Trabaja en una escuela brindando talleres de teatro con perspectiva de género “y también en un bar. Así que hasta el 15 de abril por lo menos no trabajaré porque hasta entonces estarán cerrados todos los bares. Dicen que las escuelas empiezan después del 2 de mayo”.
“Estar confinados es bastante particular, se genera una dinámica que es como un domingo eterno. Tengo cosas por hacer, pero no trabajo desde casa, será para después cuando la vida transcurra normalmente o con una nueva normalidad”, cuenta. “Lo llevo bien, pero es súper raro, especialmente en París, ver cómo ha cambiado la ciudad. He salido un par de veces a correr pero es una ciudad fantasma, cuando antes siempre estaba llena de ruidos”.
“Para salir hay que tener un salvoconducto que uno mismo se hace a partir de un modelo que brinda el gobierno. Hay que decir el motivo, poner la hora de salida porque solamente se permite una hora fuera de casa, sea para ir al supermercado o hacer un poco de ejercicio. No es posible alejarse más de un kilómetro del lugar donde se vive. Y claro, hay que firmar el documento. Para ir a trabajar se necesita un permiso especial del empleador”.
“Cambia mucho cuando se sale a la calle y uno se cruza con otras personas. Es un poco extraño esto de la distancia social. Uno puede estar haciendo una fila y estar bien separado del resto. Pero sobre todo las miradas, la gente rehuye ese contacto, evita que le dirijas la palabra, cualquier contacto no buscado parece un horror. Hay una sensación de que hay que ser muy cuidadoso al cruzarte con la gente por el peligro de contagio. Salir a la calle causa cierto temor, además que todo el tiempo está la policía”, agrega Inés Dutour.
En cuanto a la información de la situación, “trato de mantenerme informada pero no demasiado, es abrumador estar todo el tiempo dentro del mismo tema. Hay otras cosas que igualmente siguen sucediendo”. Claro que ya no hay contactos personales. “El miércoles ensayé por Skype”. Minutos después de la entrevista –realizada vía Whatsapp– tendría “una reunión con varios amigos”.
“A veces tengo que dejar el teléfono celular porque de otra manera paso todo el tiempo conectada con Uruguay (mis padres, hermanos, sobrinos, amigos). Justamente el miércoles pasé todo el día hablando por teléfono o conectada por Skype o por Zoom”, otra aplicación que ofrece funciones de conferencias de video y audio, chats y seminarios web en dispositivos móviles, computadoras de escritorio, y sistemas para salas de conferencias. “De todas maneras, pese a todo eso, se extraña y además hay más tiempo para pensar; lo que nos pasa hace reflexionar”. “Es una situación extraña, de ciencia ficción; queda la incógnita de qué va a suceder después y cómo terminará esto” concluye.