El papel de la OEA desde ahora

Casi en un segundo plano de las noticias, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, asumió un nuevo período, en medio de la pandemia provocada por el COVID-19, las restricciones económicas y laborales y un complejo escenario para el continente más desigual del planeta.
“En este segundo mandato debemos normalizar a la democracia como único sistema político, ideal para las Américas sin discusión y sin excepciones; y especialmente ante #COVID19 enfrentar desafíos estructurales: luchar contra la pobreza, desigualdad, y lograr el desarrollo”, escribió en su cuenta de Twitter, el miércoles pasado, al tomar el cargo.
Menuda tarea para un camaleón de la política que ha sabido esquivar las críticas de propios y ajenos, hasta posicionarse nuevamente en un lugar de privilegio en un conglomerado de países que van desde el progresismo, pasando por dictaduras de izquierda hasta llegar a la ultraderecha. Pero todos atravesados por una pandemia que encontró a sus gobernantes, sin mayores armas que los discursos políticos, escasa espalda económica y pocos planes de reactivación para después del confinamiento.
Este sanducero que a los 56 años vuelve a obtener un fuerte respaldo del gobierno de Estados Unidos, tuvo –además– el voto de 23 de los 34 representantes del bloque, cuando necesitaba 18. Y en la videoconferencia no mencionó a la Cuba de Castro, a la Venezuela de Maduro o la Nicaragua de Ortega. Tres ejemplos que usa habitualmente para referirse a las dictaduras en las Américas.
En medio de este esfuerzo, la pandemia ya puso sus ojos en esta región y se propaga por las naciones más importantes. Y sus efectos van mucho más allá de lo sanitario. Abarca la política, los aspectos sociales, con medidas que durarán en el tiempo y que tendrán consecuencias muy duras en las poblaciones.
El verdadero liderazgo político, que tanto faltó hasta ahora a nivel global, tiene una oportunidad en el tiempo que dure la pandemia. Las cumbres, como el G7 o el G20, están llamadas a ser algo más que la “foto de familia” al final de los encuentros, donde no es necesario escuchar los discursos de clausura porque simplemente son un “copie y pegue” de cumbres anteriores.
La hora histórica que atraviesa el planeta puede elevar a las Américas a otros niveles para evitar que la amenaza de esta pandemia sea una bomba en sus sistemas políticos y profundice aún más la brecha social que ya existía.
Y se debe hacer con una mirada política múltiple, porque las regiones tampoco son iguales unas a otras. Al Caribe le espera una dura temporada de huracanes, de acuerdo a los pronósticos, que sumado al coronavirus afectará aún más el turismo y sus ingresos económicos.
Al Secretario General de la OEA le espera un rol activo. El cara a cara con la comunidad económica internacional, que resuelve la reestructura de las deudas de los países pobres, deberá definir cuál es el “nuevo paradigma caribeño”, tal como lo definió al reasumir.
No hace muchos años, apenas unas semanas después de la muerte de Hugo Chávez, calificaba al régimen bolivariano como “la consolidación de un proceso que ha sido plenamente exitoso en su política interna y exitoso en su proyección internacional”. Claro que, en ese entonces, era el canciller de José Mujica y mucha agua ha corrido bajo los puentes en los últimos años.
También atrás quedó su deseo de reformar “el único punto de la Carta de la OEA”, donde existe la posibilidad “de la reelección del secretario general. Es un cargo que no puede ser reelecto y es lo que defiendo en la práctica política”. Es que sus acciones y sus dichos, descolocaron a quienes formaron parte de su entorno, incluso a la oposición de aquel momento –hoy en el gobierno– porque no le resultaban creíbles tantos cambios espontáneos.
Pero al uruguayo con el cargo más alto en el exterior no se le puede negar que reposicionó a una OEA sobre la que muy pocos hablaban y que hoy aparece en los diarios de mayor tiraje y sitios web más vistos de Estados Unidos. Sea por controversial o por el momento histórico global, hoy se habla del bloque hemisférico.
Y así como pasa la vida para un continente, también pasa para su representante. Si antes reconocía que llegó a ese lugar de la mano de Mujica, hoy se siente más libre para ser, hacer y decir. En cualquier caso, ahí está la exigencia a la figura del secretario general de la OEA.
Porque tampoco será un tema menor, el posicionamiento que tome sobre un asunto manejado durante su período anterior, cuando aseguró que “descartar una intervención militar en Venezuela”, era “un atentado contra los derechos de los venezolanos”, ante la crisis humanitaria del país. Una propuesta que no tuvo asiento ni siquiera en el Grupo de Lima, apoyado por Almagro, e integrada por las potencias principales del continente.
En sus últimas intervenciones, hizo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visite Nicaragua pero fue expulsada por Ortega y la auditoría de la OEA, que denunciaba “graves irregularidades” en las elecciones de Bolivia, obligó a la renuncia de Evo Morales por “fraude electoral”.
Pero sus detractores, quienes lo señalan como el “portavoz de Washington”, estarán muy atentos a las reacciones del líder del bloque, porque Colombia –el país que lo propuso para un segundo mandato– espera el inminente desembarco del Ejército de Estados Unidos, bajo autorización del gobierno de Iván Duque. Una decisión altamente cuestionada por la cámara alta colombiana, que rechaza y define como una intromisión inaceptable.
La presencia de la Asistencia de Fuerza de Seguridad comenzará su misión en junio para “asesorar” en la lucha contra el narcotráfico y liderar una operación antidrogas en el Caribe. El escepticismo es grande, porque este tipo de operaciones no significaron hasta ahora una disminución en la producción ni en el narcotráfico e incluso la presencia militar se asocia a violaciones de menores y mujeres.
Hay que volver los ojos aquí y ahora para observar el liderazgo y el discurso del organismo y su líder.