Las drogas y nosotros

En los últimos años nuestro país se ha transformado en un escenario de guerra entre cárteles de la droga que luchan por asegurarse diversos territorios y cuyas disputas suelen saldarse en forma violenta a través de los denominados “ajustes de cuentas” que un día sí y otro también forman parte de los noticieros nacionales e internacionales. Tales escaramuzas tienen lugar porque existe un mercado que demanda esos productos en forma permanente y que está dispuesto a pagar importantes sumas de dinero por los mismos. Claramente es una batalla que está perdida de antemano ya que son los propios consumidores quienes fortalecen a los narcotraficantes y quienes financian los crímenes que se cometen en Uruguay y en el resto del mundo. Sin consumidores no existiría la droga, ni los cárteles, ni los “ajustes de cuenta”. Todo se origina en el consumidor, primer responsable de una larga cadena que genera dolor y muerte en diversos países y que pone en jaque a todos los Estados afectados por el narcotráfico. Ante esta situación, se han levantado voces a través del tiempo que respaldan la legalización de estas sustancias.
Uno de los más notorios y consecuentes de la liberalización de las drogas ha sido el economista norteamericano y Premio Nobel de Economía Milton Friedman (1912-2006), quien sostenía en el año 1991 “que América tendría la mitad de prisiones, la mitad de reclusos, diez mil homicidios menos al año, barrios urbanos en los que habría una oportunidad para gente pobre que viviría sin temer por sus vidas, ciudadanos que podrían ser respetables que son ahora adictos no convirtiéndose en criminales para obtener su droga, pudiendo obtenerlas con garantías de calidad. Ya se sabe, ahora ocurre lo mismo que bajo la prohibición del alcohol. Bajo la prohibición del alcohol, las muertes por envenenamiento alcohólico, por cosas que se mezclaban con el alcohol de contrabando, aumentaron bruscamente. Igualmente, bajo la prohibición de las drogas han aumentado las muertes por sobredosis, por adulteración o por sustancias adulteradas”.
El Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, mientras tanto, ha expresado en forma muy clara, hace casi veinte años, su opinión sobre la situación en su país de origen y la legalización de las drogas: “No es posible imaginar el fin de la violencia en Colombia sin la eliminación del narcotráfico, y no es imaginable el fin del narcotráfico sin la legalización de la droga, más próspera cada instante cuanto más prohibida”. Otro Premio Nobel de la Literatura, el peruano Mario Vargas Llosa insistía en el año 2011 con el mismo tema, expresando que “La lucha de México por reprimir el narcotráfico es heroica y valerosa, a pesar de los sacrificios que está dando al pueblo mexicano. Creo que lo que está viviendo México se va a repetir en otros pueblos de América. Mi país, Perú, tiene el triste privilegio de ser el primer productor de coca en el mundo. (…) Con la política represiva no se combate el problema de la drogadicción y de la delincuencia social. La legalización es la única forma de acabar con el narcotráfico y ojalá esta propuesta vaya tomando forma con el tiempo. Claro que hay riesgos con la legalización, pero con la represión no se acabará nunca con el narcotráfico”. Este autor formuló asimismo destacó por “la valerosa decisión del gobierno de Uruguay y de su presidente, José Mújica, de proponer al Parlamento una ley legalizando el cultivo y la venta de cannabis” porque esa legalización “es la mejor manera de combatir el uso de estupefacientes y las cataclísmicas consecuencias que tiene el narcotráfico en la vida de las naciones”. En referencia a declaraciones del entonces ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, quien había señalado que “la prohibición de ciertas drogas le está generando al país más problemas que la droga misma” Vargas Llosa elogió a Fernández Huidobro remarcando que “no se puede decir de manera más lúcida y concisa una verdad de la que tenemos pruebas todos los días, en el mundo entero, con las noticias de los asesinatos, secuestros, torturas, atentados terroristas, guerras gansteriles, que están sembrando de cadáveres inocentes las ciudades del mundo, y el deterioro sistemático de las instituciones democráticas de los países, cada día más numerosos, donde los poderosos cárteles de la droga corrompen funcionarios, jueces, policías, periodistas y a veces deciden los resultados de las justas electorales. La prohibición de la droga sólo ha servido para convertir al narcotráfico en un poder económico y criminal vertiginoso que ha multiplicado la inseguridad y la violencia y que podría muy pronto llenar el Tercer Mundo de narcoestados” (…) “El problema de la droga concierne a la misma supervivencia de la democracia”.
Queda claro que en todos los países del mundo la guerra contra el narcotráfico es una guerra perdida de antemano, que insume cuantiosos recursos económicos y humanos que podrían orientarse a otras áreas y cobra miles de vidas anualmente. Asimismo, ha quedado probado que la represión pura y dura del consumo de drogas es un modelo que ya ha fracasado cuando se aplicó a productos tan diversos como el alcohol durante la vigencia de la Ley Seca en Estados Unidos o la veda de carne en Uruguay durante los años ‘70. Por otra parte, en nuestro país existen modelos de explotación controlada (quinielas y casinos) que apuntan a evitar las apuestas clandestinas mediante un sistema regulado, que otorgue garantías y que combata la adicción al juego. En nuestro país, los expresidentes Tabaré Vázquez y Jorge Batlle se han referido con frecuencia a la necesidad de abordar el tema del consumo de drogas con un enfoque que supere la simple prohibición.
Sobre este tema el especialista chileno José Ignacio Avello Ruiz ha señalado que “Tenemos que pensar que este problema a nivel mundial ha sido tratado como una política militar y de seguridad y no como un problema sanitario de Salud Pública. Es que el enfoque debiera estar no en la restricción, debido a que, por regla general, el mercado negro hará lo suyo como lo ha sido desde que Nixon comenzó su encrucijada contra las drogas. Al contrario, el enfoque debe estar en la prevención, limitación del consumo y la rehabilitación. Todo esto acompañado con políticas de despenalización progresiva y regulación de ciertas sustancias con altas tasas impositivas que nos permitan destinar fondos para prevenir y educar efectivamente en los colegios a nuestros niños y tratar a los adictos. Debemos igualar ciertas sustancias al alcohol y el tabaco, que al igual que otras drogas como la cocaína, provocan muertes en cifras no menores de 1 persona cada 10 segundos a nivel mundial”.
La legalización de las drogas no es una panacea, pero tampoco puede ser un tema tabú que se oculte tras el humo que surge de la quema de marihuana incautada (una ceremonia curiosa en un país donde se la puede comprar en las farmacias autorizadas); muy por el contrario, se trata de un debate que debemos darnos como sociedad.