EL TELEGRAFO cumple 110, en el año de la pandemia

Entre el 1º de julio de 1910 y este 1º de julio de 2020, diario EL TELEGRAFO es el custodio –orgulloso– de la mayor enciclopedia de Paysandú, escrita puntualmente día tras día durante estos 110 años. En sus páginas, muchas de ellas amarillentas, se ha escrito la historia de la comunidad, del país y del mundo. Desde aquellos primeros años del siglo XX, todavía con olas inmigratorias arribando, con una sociedad que iba formándose en la cultura del trabajo, hasta ahora, camino a la primera cuarta parte del siglo XXI, con tantas innovaciones que harían irreconocible nuestra forma de vida a nuestros antepasados de apenas pocas generaciones anteriores.
Vivir se debe la vida de tal forma, que avezados periodistas sepan dejarla por escrito. La mirada cotidiana de la prensa es uno de los elementos fundamentales que permiten a los historiadores hacer su trabajo. Como nunca antes, desde la aparición de la prensa escrita la historia queda registrada de manera sencilla, estandarizada y de manera profesional.
Generaciones de hombres y mujeres participaron en la edición de EL TELEGRAFO cada día. Desde sus directores (Ángel L. Carotini, Manuel Benavente, Fernando J. Baccaro, Fernando M. Baccaro y Fernando Alberto Baccaro –actualmente–) y Administradores (Miguel Baccaro, Argentina Pesce, Enrique Baccaro en la actualidad) hasta quienes trabajaban y trabajan en las muy diferentes labores que se necesitan para que el diario salga cada día y los canillitas lo repartan por la ciudad.
Casi podría decirse que una comunidad ha unido esfuerzos para mantener vivo el diario por excelencia de Paysandú y el decano de la prensa nacional. Orgullo sí, pero compromiso también.
La vida es tan curiosa que 110 años después de que saliera a la calle el primer número de EL TELEGRAFO, y aunque tantas cosas transformaron el mundo y a este Paysandú de nuestros anhelos, todavía hay cosas por las que luchamos como aquel primer día. Como lo expresaba el editorial del primer número: “Seremos tenaces sostenedores de la autonomía departamental y de la descentralización administrativa, y lo seremos aun cuando estemos convencidos de que la realización completa de este bello ideal político se mantenga todavía fuera del alcance de nuestra visual democrática”.
Pues aquí estamos, con la misma firmeza y luchando sin descanso. Las causas justas no provocan cansancio; no importa cuanto tiempo demanden, la lucha continúa con las mismas armas que en 1910: este diario, sus lectores y esta comunidad.
Pero –más allá de seguir firmes en la defensa de estas aspiraciones que harían sin dudas un mejor país– el tiempo pasa inexorablemente y la sociedad cambia, época tras época. Desde el Paysandú de chacras, la ciudad de grandes industrias, la ciudad de las grandes incertidumbres tras su cierre, la ciudad que busca un nuevo destino.
Este diario supo cubrir las luces y las sombras que afectaron de alguna manera a sus lectores (desde las inundaciones de 1941 y 1959 que impactaron localmente, hasta las guerras mundiales 1914-1918 y 1939-1945 cuyas consecuencias se apreciaron, pero en lejanía); que supo registrar los logros mundiales del fútbol uruguayo (1924-1928-1930-1950); noticias de todo tipo, tanto aquellas que fueron de interés por unas horas como las que han marcado la historia.
Hasta llegar a este año, que apenas si parecía uno más aquel caluroso 1º de enero. Pero bien diferente es, uno que quedará marcado como el año de la pandemia, del tapaboca, del alcohol en gel, del distanciamiento físico, del COVID-19.
Un zarpazo global totalmente inesperado y para el que el mundo no estaba preparado. Millones de enfermos, cientos de miles de muertos. Incertidumbre, miedo. Un terremoto a la economía, las finanzas, el empleo, el movimiento de pasajeros alrededor del mundo, tanto como en trayectos muy cortos. Malas consecuencias en prácticamente toda actividad.
En el acceso a la información también. Porque durante una pandemia, el acceso a información precisa y confiable es en particular un asunto de vida o muerte. La gente tiene el derecho a saber sobre medidas de salud vitales, estadísticas transparentes y las decisiones que toman las autoridades. La salud humana no solo depende de una atención médica fácilmente accesible, sino también del acceso a información precisa sobre la naturaleza de las amenazas y los medios disponibles para protegerse a uno mismo, su familia y la comunidad.
En este siglo en que las redes sociales han cambiado la forma de comunicarnos y comprendernos, en que todos podemos informar y desinformar por igual, la responsabilidad del periodismo profesional es básicamente la misma, pero se hace más importante: hacer honor al compromiso innato que tiene con la sociedad de exponer la información real.
Esta pandemia demostró con cruda desnudez como las redes sociales pueden estar en el cielo como en el infierno, ser difusoras de información útil, como de fake news. Debemos tener esto en mente al hablar esos recientes desarrollos y cómo afectan la identidad del periodismo. El periodista no se limita a ejercer de mero transmisor, sino que es mediador y, por tanto, ejerce un papel activo en la información, y debe asumir la responsabilidad sobre aquello que comunica. Buen periodismo es dar noticias y contar historias relevantes, humanas, de importancia para la sociedad.
Estos no eran temas de discusión para los precursores de EL TELEGRAFO, comprometidos con la realidad y la verdad, con una prédica periodística clara y concreta, que nos ha sido legada porque debemos seguir luchando por la justa descentralización y empoderamiento de los gobiernos departamentales a los que calladamente se les quita potestades.
Pero son asuntos de discusión hoy, en esta aldea global a tal nivel tecnológica que incluso va más allá de nuestro conocimiento. Sí hemos recibido ese legado de seguir haciendo buen periodismo. En un mundo revuelto –y claro, no por primera vez–, financieramente inestable como pocas veces, EL TELEGRAFO sabe que cada amanecer sus lectores esperan siempre lo mismo: las mejores noticias y la responsabilidad profesional.
Han pasado 110 años, orgullosamente escribimos la historia de ese período y seguimos cada día haciendo lo mismo. Recordando aquella frase de nuestro primer editorial: “Lo que interesa es marchar a paso lento, por el camino que debe conducirnos a la meta de esas justas aspiraciones; lo que importa es batir constantemente el hierro en el yunque para que el hierro se moldee”.
Marchamos a paso lento y seguro, apoyando todas las justas aspiraciones, pero no en solitario. En conjunto con la sociedad. Porque somos parte de ella. Como hace 110 años. Y por muchos más.