Dependemos de nosotros mismos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Sin embargo, la desigualdad de los países al momento de fomentar y promover hábitos saludables o el control de las enfermedades, se transforman en un peligro común. Para todos por igual.
La opinión pública informada y asertiva genera conciencia y sabe cómo cuidarse. Se ocupa de lo que ocurre en sus comunidades porque entiende que la salud pública es precisamente eso. La salud de todos, porque también eso nos iguala.
Sin embargo, en la región los protocolos no se respetan por igual y la contingencia sanitaria no se aborda de la misma manera en todas las naciones. Aunque culturalmente estemos preparados para enfrentarla en condiciones similares.
La OMS reportó hasta ayer una sucesión de tres días con cantidades récord de casos. Las cifras, con un promedio en torno a 450.000 casos diarios, recorre el mundo y centra en Europa un panorama preocupante con casi 9 millones de casos desde el comienzo de la pandemia.
El jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, definió que este tiempo es un “momento crítico”, con demasiados países que atraviesan un aumento exponencial de los casos. Los sistemas de salud están cerca o por encima de su capacidad y los próximos meses serán difíciles.
Pero no debemos viajar tan lejos para observar que nuestros vecinos están en una situación complicada. El Colegio Médico de Colón alertó que la ciudad entrerriana cuenta con seis camas de cuidados intensivos y el colapso puede generarse en cualquier momento. Ante la reapertura de la temporada estival, alertan sobre las aglomeraciones y fiestas en la playa, las ingestas de alcohol y la asistencia masiva a pubs o restaurantes. La vecina ciudad logró, al menos en la última década, posicionarse como un lugar destacado en el mapa de las preferencias. Y así como un sector de la economía –el turismo– consiguió visibilidad y recursos, por otro lado, en estos tiempos de contingencia sanitaria no es posible elevar la percepción de la comunidad, que sigue baja con respecto a los peligros de un virus que vino para quedarse.
Es un tirón de orejas para las comunidades el incumplimiento de los protocolos. Cada uno es responsable de lo que hace consigo y con los demás. Y si la constatación de fiestas hasta altas horas de la madrugada molesta en un barrio, cualquiera de sus vecinos tiene la potestad para denunciar ante las autoridades pertinentes.
Lo resumen en cada conferencia de prensa y exhortan al respeto a la normativa vigente. No obstante, es posible leer en reiteradas ocasiones y a través de las redes sociales, que todos reconocen la existencia de estos desmanes. Porque la contravención a las normas también es una responsabilidad colectiva.
Nunca será posible comprender el problema en su total dimensión, si quienes opinan con liviandad no se incluyen como parte del problema. La organización de eventos bailables está expresamente prohibida y para esto, no hay una doble lectura. Por eso el involucramiento de cada una en su propio espacio transformará a las comunidades en entidades fuertes.
El coronavirus es una buena oportunidad para agregarle empatía a una población que siempre fue solidaria, pero que ahora transmuta su forma de ver una pandemia, al distorsionarse en opinadores compulsivos.
Estamos ante un virus global que multiplica sus casos sin control porque el aumento de las diversas formas de socialización moderna, nos lleva a celebrar, a juntarnos o a viajar. En definitiva, a vivir de una forma muy distinta a nuestros antepasados.
Las próxima temporada turística hará caer nuevas fuentes de empleo, como ya ocurrió desde el comienzo de la declaración de emergencia sanitaria hace siete meses. Será, además, un fuerte impacto en la economía nacional. Y más allá del mensaje institucional lanzado por el ministro de Turismo, Germán Cardoso, habrá que comprender que ya existen otras realidades que aún no encontraron una solución a través de la inserción laboral. Porque somos un país que necesita que el mundo entero eche a andar, para continuar nosotros y acomodarnos en ese contexto de innumerables complejidades.
Por ahora, cada uno puede aportar su grano de arena. Apegarse y propagar rumores solo genera una mayor ansiedad. La comunicación es vital, pero mantener una actitud proactiva hará que los resultados mejoren y hablen de nosotros.
Y así como las autoridades gubernamentales reconocieron que mayores controles en las fronteras resultarán efectivos para los resultados internos ulteriores, también cada uno deberá reconocer que hemos sido privilegiados. Porque no tuvimos referentes que minimizaron el contexto de pandemia ni hemos sido sometidos a aislamientos extensos que solo generan altos niveles de estrés. Es que, tal como lo define la OMS, la salud es un estado de bienestar físico, mental y social. Hace mucho tiempo que cambió la visión de la salud emocional como algo separado de los aspectos físicos. Incluso el entorno social es considerado como un factor saludable.
Tal como lo decía el General José Artigas: “Nada podemos esperar, sino de nosotros mismos”. No le exijamos a los demás que respeten las medidas que ya todos conocemos. Empecemos por aplicarlas en nuestros propios espacios y eduquemos a quienes dependen de nosotros. Esto no es como en el fútbol, cuando dependíamos de los resultados de otros partidos para tener rivales menos difíciles y mejorar los puntos que no conquistábamos con goles.
Acá, el compromiso y el esfuerzo es de cada uno primero, para transformarse después en un valor colectivo. Es lo que generalmente denominamos el bien común.