Esta semana se llevó a cabo en el Parlamento un homenaje a los 100 años del Partido Comunista del Uruguay. En él participaron, por supuesto, legisladores del Frente Amplio, pero también del Partido Nacional y del Partido Colorado. Cabildo Abierto, no obstante, decidió no tomar parte de la ceremonia. Entre discursos, se ponderó el papel de esa facción en la política local, sus supuestos aportes y el afán por servir a la democracia vernácula.
Uno de los diputados comunistas que habló (Ubaldo Aita) criticó el modelo capitalista que domina al mundo y mencionó, convencido, que su partido tiene “un radical compromiso con la construcción de una propuesta civilizatoria que lo supere”. Y así siguió dando loas a un sistema que jamás funcionó en ninguna parte del mundo y cuyos regímenes de terror han sembrado la muerte, el caos, las purgas, y el hambre.
Hoy en día en Uruguay a nadie se le ocurre organizar un homenaje al fascismo. Por su faceta antidemocrática y porque se ha probado su talante destructor. Lo mismo debería suceder para el Partido Comunista. Pero aquí preferimos ser políticamente correctos y le abrimos las puertas a un homenaje a una entidad que representa todo lo contrario al espíritu republicano. La presencia de los legisladores blancos y colorados en el acto es, sencillamente, inexplicable. Incluso la de los frentistas moderados.
En los regímenes comunistas, como los de la Unión Soviética o de China –en especial en la época de Mao– o el actual de Corea del Norte, lo habitual era el control de la población en todas sus etapas. Los enemigos, los que pensaban distinto, los que osaban pronunciarse en contra del sistema, eran aniquilados. El daño antropológico en estas sociedades perdura hasta el día de hoy. En lo que respecta a la economía, fallaron en todas sus líneas. Si te querías marchar de su país, era casi imposible. No había –no hay– libertades. Todo esto fue lo que homenajeó el Parlamento el martes pasado.
Los hoy representantes comunistas en Uruguay gustan ponderar el aporte de su partido a la democracia –de la que nunca creyeron–, a modo de sentirse importantes e idóneos en el esquema político de nuestro país. Pero cabe decir que el apoyo a las dictaduras marxistas –y a sus líderes criminales– siempre estuvo presente entre los comunistas uruguayos, aplaudiendo cada atrocidad de los soviéticos o los chinos. Y vale recalcar el espaldarazo a los comunicados 4 y 7 de los militares de febrero de 1973 cuando amanecía la dictadura uruguaya, pensando ese régimen tendría una deriva marxista como sucedía por entonces en Perú.
Hace poco más de un año, la Unión Europea (UE), en su Parlamento y por un aplastante 535 votos a favor y 66 en contra (52 abstenciones), igualó el nazismo con el comunismo. Los europarlamentarios aprobaron una resolución en la que se condenó que “ambos regímenes cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones, y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad”.
Llegado a este punto resulta didáctico recordar las cifras de terror que sembró el comunismo mundial. Cuando la UE tomó aquella decisión, el diario ABC de Madrid publicó un repaso de las víctimas del comunismo, en especial del régimen soviético. Indicó que en 1989, el politólogo Zbigniew Brzezinski ya había establecido los muertos de la Unión Soviética en 50 millones, en su obra “El gran fracaso: nacimiento y muerte del comunismo en el siglo XX”.
Robert Conquest, cuyos trabajos sobre los soviéticos lo convirtieron en una autoridad, estimó 40 millones de víctimas, sin contar a los fallecidos en la Segunda Guerra Mundial. En 1987, Rudolph Rummel, de la Universidad de Hawái, dijo que la URSS había matado a 61,9 millones de personas entre 1917 y 1987. Mientras que el historiador ruso y premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn, en el segundo volumen de su “Archipiélago Gulag”, de 1973, cifró el número de víctimas de la represión en 88 millones.
La famosa publicación de 1997 llamada “El libro negro del comunismo” redondea en más de 120 millones el total de muertos por el comunismo en los diferentes países, rebajando en 21 millones de decesos durante el régimen soviético pero marcando en 85 millones los muertos en China, sobre todo, cuando era gobernado por el tenebroso Mao Zedong. Ese texto también detallaba que hasta ese año murieron a causa del comunismo 4,6 millones en Corea del Norte, 3,8 millones en Vietnam, 2,4 millones en Camboya, 1,5 millones en Afganistán, 1,2 millones en Yugoslavia, entre otros países. “El libro negro del comunismo” repasa, a su vez, los muertos en Uruguay: 66.
Y todo esto se homenajeó el martes en el Palacio Legislativo. De verdad, de no creer. El ser uno de los ganadores en la Segunda Guerra Mundial, la influencia de muchos intelectuales, el copamiento de los centros educativos y control de las centrales sindicales y el supuesto interés por los más desfavorecidos, han hecho su parte que los comunistas aún gocen de buena prensa.
El Partido Comunista, como aquí en Uruguay está inmerso en un sistema democrático, puede celebrar lo que se le dé la gana. Del mismo modo, vale consignar que conmemorar con ellos te hace cómplice, de algún modo, de su nefasta ideología.