Antes de irme

Como el niño caprichoso que no quiere prestar el juguete, aunque no le pertenezca; así se está comportando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en el último tramo de su mandato. A menos de un mes de entregar el mando –el 20 de enero– al demócrata Joe Biden, el inefable Trump se empeña en hacer las cosas más difíciles de las que están o son. Hace muy poco para que la transición transcurra en paz y hasta complica la situación de sus propios correligionarios del Partido Republicano.
Si esto sucedería en un país latinoamericano, muy apegado a estas polémicas y a los bandazos de los políticos, no sorprendería tanto. Pero viniendo de una nación como Estados Unidos, paladín de la democracia y de las libertades, genera preocupación y añade incertidumbre a un mundo particularmente inquieto que, entre otras cosas, enfrenta una pandemia. La misma que significó la tumba política de Trump.
Antes de marchar a sus últimas vacaciones como presidente, a su club privado de Mar-a-Lago en el estado de Florida, Trump lanzó un triple desafío a su propio partido: veto al presupuesto de defensa, amenaza de bloquear el plan de estímulo y otro iluso intento de evitar que el Congreso ratifique la victoria de Biden.
El mandatario saliente parece haberse propuesto someter a pruebas de lealtad a todos los miembros de su partido, y en particular al líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, quien reconoció la victoria de Biden la semana pasada. El miércoles, Trump volvió a desafiarlos al vetar un presupuesto de defensa por valor de 741.000 millones de dólares, que había aprobado el Congreso, por considerarlo un “regalo” a China y Rusia.
Se espera que el Congreso pueda invalidar ese veto con una mayoría de dos tercios en ambas cámaras, pero eso obligará igualmente a los republicanos a retratarse a favor o en contra de la postura de Trump. Su veto llegó un día después de que hiciera otra jugada a su partido, al publicar un video en las redes sociales en el que amenazaba con bloquear el plan de estímulo de 900.000 millones de dólares para contener el deterioro de la economía por la pandemia, aprobado este lunes en el Congreso.
Trump tachaba en su video de “ridículamente bajos” los pagos directos a millones de contribuyentes incluidos en el proyecto de ley, y exigía aumentar la cantidad de los 600 dólares por persona previstos actualmente a 2.000 por persona.
A esto se suma un plan de Trump para interferir en la última fase del proceso que certificará a Biden como presidente electo. El 6 de enero, ambas cámaras del Congreso se reunirán para poner el sello final al resultado de las elecciones, en una sesión encabezada por el actual vicepresidente, Mike Pence, que preside el Senado. Trump ha presionado abiertamente al senador republicano Tommy Tuberville y se ha reunido con otros congresistas para que bloqueen la ratificación de Biden.
“La presidencia de Donald Trump está entrando en la historia de una forma que encarna sus excesos corruptos, con indultos para compinches y crímenes de guerra, ataques a la democracia, negación del COVID-19 e impunidad para Rusia”, afirma un lapidario análisis de la cadena CNN.
Las bufonadas del presidente saliente en las últimas horas le pusieron más peso a la presidencia aún por comenzar de Biden, quien enfrentará el debut más desafiante de cualquier líder estadounidense desde Franklin Roosevelt en 1933. “Creo que es una pesadilla por la que todos están pasando, y todos dicen que tiene que terminar”, dijo Biden el martes cuando se le preguntó si esperaba “una luna de miel” de buena voluntad política para ayudar a sacar a la nación de la pandemia.
Así las cosas, más de 30 millones de personas celebraron ayer la Navidad en Estados Unidos con miedo a perder sus casas por la parálisis en torno al nuevo paquete de estímulo y mientras los hospitales de Los Angeles se quedan sin material médico para atender a nuevos pacientes del coronavirus.
Desde la campaña electoral que lo llevó al poder hasta la actualidad, no ha transcurrido un solo día en que Trump no ocupe grandes titulares. Se las ha arreglado para estar siempre en el tapete, siempre en torno a su polémico carácter. Como dicen en Estados Unidos, no es que Donald Trump se haya apropiado del debate político, sino que “él se ha convertido en el debate”. Todo parece girar en torno su figura y él, muy consciente de ello, no deja de revolver el avispero con su incendiario discurso.
En varios momentos, supo salir reforzado, o por lo menos indemne, de situaciones escandalosas que lo hubiesen dañado si fueran ahora. Pero justamente, hoy en día, con pandemia de coronavirus mediante, la torta se le dio vuelta a Trump y, lejos de amilanarse, se ha mostrado más desafiante que nunca, aunque la suerte de muchos de sus ciudadanos corra peligro.
El mandatario tiene por delante tres semanas y media antes de entregar el poder del país más poderoso del mundo. Como niño caprichoso que es, habrá que esperar alguna otra jugarreta más.