El aprendizaje obligatorio de natación en escuelas: ¿utopía?

Las muertes por ahogamiento crecen exponencialmente cada verano en nuestro país. Pero así como los números son alarmantes, es preocupante que no exista una clara propuesta para enfrentar de una vez por todas este flagelo.
Más allá de algún proyecto de ley en procura de reducir la cifra de ahogamiento infantil, que a grandes rasgos apuntaba a que las piscinas estuvieran cercadas y contaran con alarma de inmersión, entre otros aspectos, la realidad es que no hay avances significativos en el tema excepto en algunos aspectos puntuales que, en definitiva, no han logrado bajar esos números indeseados.
Según se explica en la página web del Sistema Nacional de Emergencias, los ahogamientos en nuestro país suceden durante todo el año, aunque claramente tienen mayor visibilidad durante el verano.
Además, analiza que “la principal causa de los siniestros de esta naturaleza es sobreestimar las posibilidades propias y subestimar las condiciones del entorno en el momento de tomar un baño”. Se establece que “el mayor porcentaje de ahogamientos en nuestro país se registra entre adultos de más de 44 años, seguido por adolescentes y jóvenes (40%). En todos los casos prevalece la cifra de hombres sobre la de mujeres”, así como que “el 94% de los ahogamientos que se producen en Uruguay son en playas donde no hay vigilancia, de ahí la importancia de elegir zonas habilitadas para baños, que son las que tienen puesto de guardavidas”.
Ahora bien: para el Sistema Nacional de Emergencia, “la prevención y la educación son las únicas herramientas para evitar la pérdida de vidas. Saber nadar o contar con destrezas en el agua no es suficiente, por lo que cobra especial importancia el cuidado personal, el conocimiento del entorno y el estricto cumplimiento de las indicaciones de los guardavidas”.
Pero hay un aspecto básico, que cualquiera puede plantearse. En un país prácticamente rodeado en su totalidad por agua, con cursos a lo largo y ancho de todo el país, ¿no sería clave que fuera obligatorio el aprendizaje de la natación? ¿No sería un arma fundamental que los escolares pudieran aprender a defenderse en el agua por el resto de sus vidas?
La pregunta tiene su respuesta por parte de quienes están vinculados al agua y especialmente a la enseñanza de la natación: Sí. Pero como contrapartida, se entiende que es muy difícil poder implementar que los escolares tengan natación como materia obligatoria.
“Ni logística, ni infraestructura”
Bruno Zanetti es actualmente el responsable del Área de Deporte Comunitario de la Dirección de Deportes. Entrenador de natación, responsable del surgimiento de buenos valores sanduceros e integrante de diferentes delegaciones de selecciones uruguayas, comparte la visión de que sería clave que los escolares aprendieran a defenderse en el agua.
“En la Universidad fue lo primero que se me vino a la cabeza: natación para todo el mundo. Y no tenemos logística ni estructura. Tener, tenemos: pero estamos muy lejos de poder llegar a todo el mundo”, opinó.
Zanetti dejó en claro que aprender a nadar “es clave, porque vivimos en un país rodeado de agua, y a donde vayas tenés océano, mar, río, arroyo, un tajamar”, y apuntó a que “donde más ocurren accidentes es en los arroyos, seguramente porque la gente con menos recursos no tiene chances de ir a una piscina” a aprender.
El profesor remarcó que “la escuela podría brindar esa oportunidad de aprender a defenderse en el agua, antes que el nadar mismo. Porque es fundamental el tema de la supervivencia, pero estamos muy lejos de poder concretar eso”.
Si bien consideró que “se mejoró muchísimo, porque se han cerrado piscinas que no cumplían las normas de seguridad, pero falta mucha infraestructura y estamos a años luz de poder llegar a todo el mundo”. Y puso como ejemplo la piscina de la Plaza de Deportes, “en la que la idea era abarcar a la gente de menores recursos, pero el más necesitado económicamente no concurre. Y si la escuela lo llevara, tendría esa posibilidad”.
Por lo tanto, evaluó que más allá de la importancia del aprendizaje de la natación en las escuelas, “a corto plazo no veo viable que pudiera transformarse en algo obligatorio. Hoy hay escuelas que van, pero por impulso de los profesores y haciendo algo más recreativo”.

Una cosa es la teoría, otra la práctica

La gran pregunta es, entonces, qué pasa con la ANEP. Primero que nada, hay que remarcar que Primaria cuenta, en su programa de Educación Física, con actividades acuáticas.
En él se establece: “El niño al crecer y desarrollarse descubrirá el agua como un elemento frecuente en su alimentación, higiene y entorno. Nuestro país se caracteriza por tener muchos kilómetros de costas marinas y oceánicas y una extensa red hidrográfica. El abordaje de las actividades acuáticas desde la niñez resulta fundamental para dar al sujeto identidad y seguridad en el medio que lo rodea. El agua permite al niño experimentar nuevas y variadas situaciones, descubrir sensaciones (táctiles, olfativas, cinestésicas) que contribuirán a enriquecer el desarrollo de su corporeidad y motricidad. Las actividades en el medio acuático implican vitales cuestiones de seguridad. De hecho el desarrollo de esta propuesta se ve condicionada por ella y por la infraestructura disponible”.
La teoría es clara. Pero la práctica no lo es tanto. El profesor Sergio Freiría, uno de los coordinadores de Educación Física en Primaria de nuestro departamento, y responsable justamente de las actividades acuáticas, recordó que la experiencia se ha desarrollado en Paysandú, pero con enormes inconvenientes que hacen que sea muy difícil llevar adelante la posibilidad de tener como obligatoria la enseñanza de la natación.
“Está dentro del programa, lo hemos desarrollado, pero hay muchos inconvenientes. El mayor es que no hay tanta cantidad de piscinas ni espejos de agua como para llevar adelante una idea así. Y también hay algo de voluntad, porque hay un tema con respecto a la distancia de las escuelas con relación a las piscinas”, destacó.
Freiría dijo que en la actualidad juega también “el miedo de las directoras a sacar a los chiquilines de las escuelas”, así como el hecho de que “todo lleva un tiempo de traslado y de vestuario, para una actividad de 40 minutos. Y si no estás cerca de la piscina, hay un costo de traslado”.
El profesor de Educación Física contó que “el año pasado conseguimos que la Inspección direccionara el dinero que venía para transporte, para que las escuelas que así lo deseaban pudieran participar de las actividades acuáticas”.
Fueron nueve las escuelas que se sumaron a la propuesta, y cuyos alumnos concurrían a la Plaza de Deportes y a la Asociación Cristiana de Jóvenes, las dos instituciones que ofrecían sus instalaciones.
“Y en el período de verano se concurre a los complejos deportivos municipales, en los que se había armado un circuito en cuanto a fechas y horarios para trabajar a lo largo de unos dos meses”, sumó.
Freiría comentó que “es complejo el tema reglamentario” para darle más importancia al aprendizaje de la natación en las escuelas. “Se intentó, se intenta, pero hay muy pocos lugares donde hacerlo, solo dos, y tiene un costo de transporte importante”.