Hacia la economía pos pandemia

La incertidumbre sigue presente como el común denominador tanto en el país como a nivel global como consecuencia de la devastación general causada por las medidas para contener la pandemia. Peor aún, en un mundo globalizado que se manifiesta con la interdependencia, es impensable que la economía de un país pueda florecer aislada mientras el resto es afectado por graves problemas.
Igualmente, las consecuencias no han sido homogéneas, desde que como hemos expresado en más de una oportunidad, las naciones con economías más poderosas han contado con espalda financiera para absorber el “mientras tanto” para inyectar recursos en la economía y hacerla mover más o menos artificialmente, hasta que las cosas se acomoden, pero no sin pagar un alto precio en desempleo y caída de actividad.
En Uruguay la afectación ha sido mayúscula precisamente porque el gobierno de Luis Lacalle Pou ya heredó un déficit fiscal del 5 por ciento.
Debe tenerse presente que ello fue así pese a que los gobiernos de izquierda se habían puesto como meta llegar a un déficit de 2,5%, y si bien es cierto que el deterioro de las cuentas públicas se intensificado durante el último período de gobierno de la coalición de izquierdas, fue precisamente la gestión de José Mujica la que acentuó el desfasaje del gasto público.
El propio expresidente Tabaré Vázquez comentó a allegados en su momento que Mujica le entregó el gobierno “en peores condiciones que Jorge Batlle en el 2005”. Según recogió la prensa durante el año de publicación del libro (2018), Vázquez hizo referencia al caos en el que Mujica entregó el gobierno en términos financieros, de transparencia en los procesos licitatorios y en cantidad de funcionarios públicos.
Las cifras oficiales indican que durante los cinco años de su gobierno, el déficit fiscal pasó de 1,7% a 3,5% del PBI, y el siguiente gobierno de Vázquez pese a los sucesivos anuncios en contrario lo llevó al 5 por ciento, a la vez que seguía creciendo el desempleo y cayendo la actividad, con empresas en serias dificultades.
Este escenario da la pauta de lo delirante de recientes “reflexiones” del expresidente Mujica en el sentido de que se están volcando pocos recursos públicos durante la pandemia en Uruguay y reclamó más gasto con este fin.
Pero es cierto, es impensable que en este período tan particular e imprevisto, la reactivación se genere solo mediante la inversión privada, cuando precisamente los capitales de riesgo se retraen y la imprevisibilidad de la situación aconseja limitar los riesgos, por lo que más allá de lamentar –y sufrir– que se hayan dilapidado cuantiosos recursos anteriormente, que tanto se necesitan hoy, el escenario requiere de medidas excepcionales, que deberían incluir el volcar recursos de préstamos internacionales blandos para echar a andar la economía estancada.
Respecto a este panorama a que se enfrenta el país, la directora de Política Económica del Ministerio de Economía y Finanzas, Cra. Marcela Bensión, considera que hay “propuestas” provenientes de distintos sectores políticos, tanto del gobierno de coalición como de la oposición, para reactivar la economía, algunas de las cuales con asidero y otras que van más hacia el delirio que hacia el sentido común.
Subrayó a El Observador que debido a las medidas por la pandemia, “hay 700 millones de dólares de incremento del gasto”, la mayor parte volcada a “atender población vulnerable, desempleados, y PYME”, que son “los tres focos que ha tenido el gobierno en el set de medidas que ha implementado y que permiten cuantificar estos 700 millones”.
Asimismo, hay “otros 500 millones de garantías a créditos (SIGA), que otorgó la banca pública y privada, y que permitió apalancar créditos. Se gastó más pese a que pese a que se manejó la pandemia mejor que en otros países y a que se recibió una herencia fiscal bien complicada”.
Observó que “la otra caja es la prescindible, que es la del gasto ineficiente, la del eventual despilfarro, y ahí sí se pretende ahorrar y ser más eficiente, para poder financiar esta otra caja tan necesaria”, en tanto acotó que como consecuencia del declive de actividad por la pandemia, la caída de ingresos a las arcas estatales fue de casi 2.000 millones de dólares.
Ante críticas en el sentido de que no se ha gastado lo suficiente para atender a sectores postergados, y que hay “gusto a poco”, apuntó a El Observador que “gusto a poco es tener pobreza, gusto a poco es tener desempleados. El desempleo y la pobreza existen desde antes de la pandemia. Lo que hizo este gobierno fue poner más recursos sobre la mesa para atender estas dos problemáticas y en ese sentido se invirtió”.
Pero además subrayó que “estamos previendo un primer semestre con un pandemia que sigue estando con una intensidad suficiente como para que la ayuda y el apoyo a la economía, lo social y lo sanitario tenga que seguir estando, así como un segundo semestre con una mayor esperanza, en el cual el plan de vacunación ya está en marcha”
De lo que se trata, sin dudas, es de no gastar sin ton ni son, en proyectos delirantes como la regasificadora, el Antel Arena, el Alas U, el Fondes, Ancap, entre otros, como hicieron los gobiernos del Frente Amplio, sino de seguir apoyando a los grupos más vulnerables y a la vez asistir financieramente, con exoneraciones y estímulos, a emprendimientos que generen puestos de empleo, porque es la única forma de crear actividad genuina y sincerar la economía de cara a la pos pandemia, para afrontar los desafíos de la vida “normal” y superar el arrastre negativo de las medidas de contención a que obligara la emergencia sanitaria.