Resilicencia en su máxima expresión. Fortaleza a flor de piel. Amor infinito. Tres de los ingredientes principales que hacen de Carolina Gallardo (36) una mujer especial.
Su historia es difícil, y genera un nudo en la garganta. Pero escuchar a Carolina brinda una paz inexplicable y deja en claro que en este mundo en el que todo parece difícil, hay una clave: la forma de encarar la vida. Carolina lo resume en pocas palabras: “Yo soy feliz”.
Lo dice una mujer que a los ocho años sufrió un accidente que la dejó sin el antebrazo derecho, con todo lo que eso significa para una niña. Lo repite quien perdió a su mamá cuando tenía 21 años, y se hizo entonces cargo de su hermana melliza, que no camina. Y lo reafirma quien también recibió cachetazos con su papá (que sufrió dos veces accidentes cerebrovasculares y hasta fue atropellado por un camión), fallecido hace tres años.
Pero Carolina encara la vida sin reproches. Y hoy se adapta a su nueva vida, con un nuevo brazo mecánico que llegó a través de la Fundación Manos de Héroes.
“Es todo adaptación, aunque no es fácil porque fue toda una vida sin brazo. Pero hasta pude manejar con el brazo derecho, agarrar un vaso de agua, el mate… Poco a poco me voy acostumbrando. Tener una mano, hacer fuerza todo el día para cerrarla, es muy diferente a no tener nada”, remarcó.
Eso sí, costó tomar la decisión de volver a tener ese antebrazo. “No quería, pero una es madre y quieras o no con los años vas cambiando. Y a los 36 me picó el bichito para tener la mano”, dijo.
Manos de Héroes respondió rápido. Y hoy, un par de meses después, la nueva lucha valió la pena. “Francisco, mi nene de 13 años, está feliz de ver a su madre con brazo. Se emocionó mucho y cuando me dieron el brazo pudimos hacer con la mano la forma de corazón. Y Mateo, de dos años, le saca las gomitas de los dedos”, contó entre sonrisas.
Carolina se fue adaptando. “Sin brazo hasta me pinto las uñas”, indicó para dejar en claro que lejos está de lamentarse por todo lo que le ha pasado.
“A los 8 años sufrí la amputación de antebrazo derecho. Mi mamá tenía una carnicería, y mi hermana melliza iba a ir a control porque no caminaba y la iban a operar. Así que me quedé con mi hermana mayor. Estaba aburrida, y me dijo que la ayudara a hacer picada. No encontré el palito para empujar la carne y metí la mano”, recordó.
Pero también puso sobre la mesa que aquella mala experiencia quedó atrás, y que “soy muy positiva y no me deprimo. Al contrario, siempre estoy tratando de superarme un poco más”.
“Ni en la escuela ni en la adolescencia sufrí discriminación. Ni cuando iba a los bailes. Hoy por hoy la gente más grande te mira de reojo, pero los niños son más inteligentes. La vida me ha golpeado tan fuerte un millón de veces, que me hizo fuerte y agradezco ser así”, aseguró para quien “ser madre es lo más grande que me ha dado la vida”. “Ir a la escuela con Francisco y no poder hacer una manualidad… La hacía como podía, y él quedaba chocho. La vida me ha enseñado muchísimo, y vivo el día a día intensamente, siempre positiva”, sumó.
Nada fue fácil. Ni lo es. Pero Carolina sigue soñando, con el empuje de dos personas importantes en su vida como lo son su sobrina Antonella Santomauro y su prima Anyi Romero, “que me empujan a seguir creciendo”.
Y así como “se me antojó la locura de hacer repostería y comencé hace dos meses”, también siente la necesidad de transmitir su experiencia a otros con su condición.
“No es fácil para las personas amputadas. Yo hace un par de años que estoy cobrando una pensión. Es increíble: yo puedo trabajar, pero nadie te da bola. Entonces no te dan trabajo, y cuando tenés que recurrir a una pensión te ponen mil trabas. Ahora me la renovaron por cinco años, pero me gustaría conseguir trabajo, no depender de una pensión porque soy una mujer independiente y sé que puedo trabajar”, contó.
Y dijo que “me encantaría tener un centro en el que pueda ayudar a personas con discapacidad, enseñarles y hablarles que más allá de nuestra discapacidad la vida sigue, y que si le ponemos voluntad nada es imposible”.