Con Marta Pasarello, una vida plena de acción social dedicada a quienes piden un oído y una mano de ayuda

El trabajo de los voluntarios en las instituciones que nuclean a personas con discapacidad u otras organizaciones sociales es permanente y sin descanso en la comunidad sanducera. Conforman el cimiento sobre el cual se erige un equipo que atiende a cada población objetivo y sin el cual no serían posibles los logros que permiten avanzar en brindar mejores servicios. Sin embargo, sostienen un bajo perfil y no es fácil conseguir que hablen de sí mismos. En forma constante hacen referencia a la institución que orgullosamente representan y ese es el caso de Marta Pasarello, la actual vicepresidenta de Atención de Alzheimer Paysandú (ADAP).
En diálogo con Pasividades repasó su vida que comenzó en el barrio de Washington y Zorrilla de San Martín, donde transcurrió su infancia, adolescencia y juventud “a medio camino entre el centro y el barrio Bella Vista”.
Hija única de una familia integrada por su padre, funcionario de AFE por 50 años y su madre ama de casa. “Pero me hubiera gustado tener hermanos”, rememora. Como veremos más adelante, su familia hoy se integra por más de un centenar de personas, con nietos y bisnieto que la vida entregó generosamente en sus manos para cuidar.
Cursó Primaria y Secundaria en el Colegio Nuestra Señora del Huerto. Al finalizar ese ciclo, ingresó al preparatorio de Abogacía en el liceo departamental.
“Siempre quise ser abogada y por suerte tengo familiares que lograron hacer esa carrera. Cuando terminé, ingresé a la Facultad de Derecho pero cursé solo un año, con tanta mala suerte por el momento que vivía el país. Ese año la Universidad de la República cerraba por tiempo indeterminado. Solo alcancé a dar dos exámenes con la expectativa de poder seguir la carrera, pero después ingresé a Magisterio, donde tenía a varias compañeras. Terminé de estudiar, me recibí y trabajé en escuelas rurales y urbanas”.
Por problemas en las cuerdas vocales, tan común en los maestros, debió abandonar la docencia directa y pasó a ocupar un cargo administrativo en la Inspección Departamental de Educación Primaria. “Es un problema que me persigue hasta hoy, pero mi vida transcurrió entre el campo y la ciudad”, relata.
Marta no tuvo hijos, “pero tuve la suerte de tener a los hijos de mi esposo. Mi familia paterna y materna no era muy grande y ahora tengo en herencia más de cien familiares. Hacíamos esa cuenta hace algunos días cuando comenzamos a contar a los hijos, nietos y un bisnieto”. Asegura que “siempre hay alguien llegando a casa y me gusta llevar mis nietos a la escuela o al ballet”.

Acción social

Después del fallecimiento de su esposo, se instaló definitivamente en la ciudad. “Ya jubilada, empecé a ver qué podía hacer. Siempre me gustaron las acciones sociales y es así que, a través de una sobrina entré a la comunidad de Santa Mónica para colaborar en la entrega de los dulces que fueron tan conocidos”.
Allí estuvo varios años, “hasta que lamentablemente se cerró esa producción que fue tan famosa porque incluso recibíamos pedidos de personas que mandaban a otros países”.
Posteriormente, “pasé a colaborar en la parroquia San Benito, en la parte de clasificación y entrega de ropa junto a otra compañera. Mientras tanto, escuchaba al doctor Gustavo Curbelo que hablaba en el programa de Luis Vega en radio Felicidad”.
En ese entonces, recién se empezaba a hablar de Alzheimer en Paysandú. “Por ese entonces comenzaba a integrarse ADAP. Tenía dos compañeras conocidas, Liliana y Nina, que fueron fundadoras junto al doctor. Un día les pregunté si podía integrarme, y en marzo de 2010 empecé a asistir. Me atraían los temas de la salud mental, las demencias y las expectativas de vida. En aquel momento dije que iba a ir una vez por semana”.
Atención de Alzheimer Paysandú “tenía más de 30 usuarios en mis comienzos. Y un día me quedé dos días, después tres y después cuatro”. Hoy es uno de los soportes fundamentales de la institución, junto a un gran equipo.
Marta fue secretaria de la comisión directiva por dos períodos y por tres, ocupó el cargo de presidenta. “Desde noviembre de 2020, Felipe Medina es un excelente conductor para la institución junto a los voluntarios y los técnicos. Sin ellos, ADAP no hubiese salido a flote. En un principio era todo a pulmón. Por eso digo que tuvimos períodos lindos, otros feos. Es decir, hubo altas y bajas como en todas las instituciones, que logramos campear, y llegar a estos 15 años de trabajo ininterrumpido”.

Tiempos nuevos

Y un día llegó la pandemia. Junto a ella, la declaración de emergencia sanitaria por parte del Poder Ejecutivo el viernes 13 de marzo de 2020. Justo dos días antes de los festejos.
“El lunes 16 inaugurábamos el nuevo salón. Una obra de ampliación muy importante para nosotros que mejora la atención de los usuarios. Recuerdo que fue una desilusión tan grande la comunicación por WhatsApp de la suspensión de todo lo que teníamos previsto. Estaba puesto el mantel sobre la mesa con el florero pronto porque nos iban a obsequiar las flores y tuvimos que avisar que suspendiera la compra. Pero no faltará oportunidad para esa inauguración, continuar trabajando y lograr otras remodelaciones”.
Hoy las actividades están interrumpidas. “Tanto los talleres con los usuarios, como las reuniones con los familiares y cuidadores. Seguimos con nuestros encuentros virtuales –por WhastaApp o mail– para las reuniones, así como los trabajos que enviamos a nuestros usuarios”.
La consulta con el equipo de sicólogos que integran Diego Velázquez, Karen González y Sheila Segundo “es constante, porque los familiares están totalmente desorientados. Es una forma de ir paliando la situación”.

Profesionalización y recursos

Marta destaca que “gracias a la visión y asistencia técnica del doctor Curbelo, que siempre pensó en la profesionalización del servicio, logramos un equipo de técnicos para la estimulación cognitiva, un fisioterapeuta, sicólogo y talleristas”.
No obstante, los recursos son imprescindibles para el funcionamiento institucional. A pesar del cierre, las tarifas públicas y otras obligaciones se mantienen inalteradas en tiempos de pandemia.
“Hemos contado con el Presupuesto Participativo, los recursos de la Zona Azul y el aporte invalorable de los socios colaboradores. Logramos un paso con la ampliación de la planta física, dada la cantidad de usuarios que teníamos en 2019, con la ayuda de la Intendencia, otras instituciones y la comunidad sanducera”.
ADAP integra la Federación de Alzheimer y Demencias del Uruguay (Fadur), “y es un orgullo trabajar en Paysandú, desde 2017 la primera ciudad solidaria con el Alzheimer, para la concientización, prevención y detección temprana de esta enfermedad”.
La institución ha participado en las Ferias de Ciencia o en las Ferias de Salud por el interior del departamento, enmarcada en una interacción con escuelas y liceos para hablar del tema desde la niñez. “Los niños nos contaban sus experiencias con abuelos que salían y se perdían o que ya no recordaban el nombre de sus nietos. Eso es el Alzheimer”, asegura.
Y la pandemia discontinuó, además, las pesquisas que se efectuaban en la policlínica de demencias, donde el alerta temprana permite mejores actuaciones frente a una enfermedad que avanza.

Día a día

Como persona mayor reconoce los riesgos de la COVID-19 y “aunque me gusta mucho salir con mi familia y amigas, ya no lo hago. Considero que es una responsabilidad que tengo con otros familiares que también son mayores y no puedo darme el lujo de contagiar a nadie. Incluso a los niños”.
Hoy se ha reencontrado con otros placeres domésticos. “Siempre estoy entretenida. Me gusta mucho leer e informarme. Veo los informativos y programas culturales y ahora, en tiempos de pandemia, me he dedicado a la cocina y a las plantas”.
Recuerda que su materia pendiente es no haber finalizado la carrera de Abogacía, “pero me considero feliz, a pesar de las pérdidas de mis padres y mi esposo. Igualmente siempre estoy rodeada de las personas que quiero y espero seguir así”.
ADAP, Marta y el doctor Curbelo recibieron un reconocimiento en la Junta Departamental, que define como “una caricia al alma, pero es un compromiso para hacer las cosas cada vez mejor”.