De aquí a 10 años…

Cantaba Carlos Gardel “que veinte años no es nada”, y diez serían entonces la mitad de nada, pero los próximos podrían llegar a ser sumamente relevantes si el mundo le lleva el apunte al último llamamiento (que puede entenderse también como un último llamado) de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, para restaurar los ecosistemas dañados bajo la consigna “Si no actuamos, nos quedamos sin planeta”, una reformulación manteniendo el sentido del “There is not plan(et) B” –“No hay plan(eta) B”–, una consigna que se ha popularizado en manifestaciones ambientalistas, sobre todo juveniles, alrededor del mundo.
Las metas planteadas por la ONU son bastante concretas. “El proyecto calcula que la rehabilitación de aquí a 2030 de unos 350 millones de hectáreas de ecosistemas terrestres y acuáticos degradados generaría nueve billones de dólares en materia de servicios ecosistémicos, y eliminaría de la atmósfera de 13 a 26 gigatoneladas de gases de efecto invernadero”. Agrega que los beneficios económicos de las operaciones que se requieren, exceden en diez veces el costo de la inversión, mientras que el precio de no actuar “es al menos tres veces mayor que el de la restauración de los ecosistemas”.

En el lanzamiento, en la víspera de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, se hizo una invitación “a todas las personas a participar deteniendo y revertiendo la degradación de los ecosistemas alrededor del planeta y pide que todas las publicaciones relacionadas con este tema que se promuevan en redes sociales se etiqueten como #GeneraciónRestauración”.
En su mensaje por el 5 de junio, el secretario general de la ONU, António Guterres, alertó que el planeta está alcanzando rápidamente “extremos irreversibles” y que nos exponemos a la triple amenaza de la pérdida de la biodiversidad, la alteración climática y el aumento de la contaminación.
“La humanidad lleva demasiado tiempo talando los bosques del planeta, contaminando sus ríos y océanos y arando sus pastizales hasta hacer que caigan en el olvido. Estamos devastando los ecosistemas que sustentan nuestras sociedades”, afirmó. El riesgo es que en el futuro se produzca la escasez de alimentos, agua y recursos necesarios para la supervivencia.
Las tareas que se proponen implican masivas replantaciones y protecciones de bosques, limpiezas de ríos y mares y apuntar a hacer cada vez más verdes las ciudades. Por ejemplo, Pakistán se propone llevar adelante un “tsunami” de mil millones de árboles al cabo de esta década.
Pero la esperanza de Guterres es que este plan también tenga impacto en la generación de millones de empleos. “De aquí a 2030, se generarán unos ingresos anuales de más de 7 billones de dólares y se contribuirá a eliminar la pobreza y el hambre”, planteó.
En Uruguay, sin dejar de reconocer que en una comparativa con otros países estamos en una situación privilegiada, hay muchísimos problemas ambientales a resolver, pero también hay buenas señales.

Una de estas señales, muy importante por cierto, fue la creación del Ministerio de Ambiente, desprendiendo el área de la estructura del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial. Y si bien hay aspectos que se relacionan con el ambiente, su preservación y (agreguemos de ahora en más) su recuperación, en muchos temas se nota la impronta de que haya una secretaría y un ministro con dedicación exclusiva al tema.
En el mismo discurso del ministro Adrián Peña se nota como algunas cosas empiezan a encontrar un balance, como su propósito de que el país le haga honor a ese eslogan de “Uruguay Natural”, una marca país que se defiende en una comparación con lo que pasa en otras naciones, por supuesto, pero que flaquea en cuanto nos preguntamos si realmente estamos haciendo todo lo que podemos por el ambiente. Y allí surgen temas como el cómo producimos alimentos, cómo nos desplazamos por las ciudades, cómo nos calefaccionamos, cómo cuidamos el agua, cómo aprovechamos los alimentos que producimos, cómo nos deshacemos de nuestros residuos, etcétera.
En Paysandú también hemos visto buenas señales (al menos expresiones de buena voluntad) desde la Intendencia Departamental, en especial con respecto a este tema de la gestión de los residuos, con la ampliación de la red de Centros de Entrega Voluntaria de residuos reciclables y la comprensión de que hay que acercarse y trabajar más con los vecinos, para que entiendan que es necesario ese pequeño esfuerzo de caminar algunas cuadras y que las botellas, las telas y los cartones no se vayan con el resto de la basura al vertedero. Lo mismo ocurre con la mayor visibilidad que se le quiere dar a la recolección de las pilas, un residuo sumamente complicado por el impacto que ocasiona, y con el aceite usado de cocina, una experiencia que ha sido exitosa, pero todavía reducida.

Sin embargo una de las señales más importantes es la del explícito apoyo que anunció el director de la Unidad de Gestión a un emprendimiento sanducero, innovador, como Ciclo Orgánico, que plantea la recuperación de residuos orgánicos, sumamente aprovechables en la generación de compostajes para mejoramiento de tierras. El trabajo de este emprendimiento ha sido muy efectivo a pequeña escala. Habrá que ver cómo se implementa esta experiencia con mayor volumen de residuos y si la población se pliega a esa iniciativa.
Así, como quien no quiere la cosa, se va a ir generando una clasificación hogareña, separando los materiales reciclables (por ejemplo metales, botellas plásticas, papel, cartón), de los orgánicos (cáscaras vegetales, cáscaras de huevo, yerba mate, restos de poda, etcétera), y los problemáticos (neumáticos, pilas, lámparas usadas, electrónicos, entre otros). Si nos convencemos de esto durante esta década, estaremos aportando a un cambio significativo, porque ¿qué genera todo esto? Por una parte habrá menos basura que llegue al vertedero o relleno sanitario, pero a su vez esa basura que no llega, estará generando valor y de su mano sustentando nuevos empleos en la economía –que serán de mayor o menor calidad en función del volumen que se logre recuperar–.
Se puede hacer más (salir a limpiar los montes nativos y los cursos de agua, dejar de utilizar leña de monte nativo para calefaccionarnos o hacer un asado, reemplazar árboles exóticos por especies autóctonas, elegir moverse en bici toda vez que se pueda), pero haciendo esto, ya no es poco lo que se está contribuyendo.